En pleno corazón de Madrid, donde el asfalto arde en agosto y las terrazas se vacían con el calor, existe un rincón que pocos conocen. No está en el Retiro, ni en el Jardín Botánico. Está oculto entre los muros del Colegio Oficial de Arquitectos (COAM), y lleva por nombre Bosco de Lobos. Un restaurante escondido entre árboles y arquitectura, donde el bullicio se detiene y la ciudad, por un rato, se olvida.
Este espacio no es solo un restaurante. Es un pequeño refugio natural donde la cocina italiana y mediterránea se entrelaza con la calma. Quien cruza su umbral lo entiende enseguida: la vegetación lo envuelve todo, la luz se filtra entre hojas y cristales, y el diseño —sobrio, elegante— hace que cada mesa parezca colocada con intención, como si te estuviera esperando.
Bosco de Lobos. / Cedida
Italia servida a la sombra de los árboles
Bosco de Lobos es un italiano moderno, de sabores cuidados y platos pensados para ser compartidos sin prisa. Su carta habla con acento del sur de Europa: focaccia de steak tartar, carpaccio de pulpo, burrata con espárragos y limón. Para los días en los que Madrid arde, una sopa fría de tomate, apio y albahaca refresca cuerpo y alma.
Bosco de Lobos. / Cedida
Entre sus platos principales, la calamarata con mejillones y chipirones picantes se lleva todos los aplausos, mientras que el risotto verde —con espárragos, tirabeques y ricotta— es una opción delicada y vegetal. Las pizzas, cómo no, son otro de sus pilares: masa fina, cocción en horno de leña y combinaciones sabrosas como la de prosciutto di Parma o la sorprendente pizza negra de calabaza, queso de cabra y cipolline agrodolce, una de las favoritas de los comensales madrileños.
Plato de pasta carbonara en Bosco de Lobos. / Cedida
Y si hay que terminar, que sea con algo dulce: tarta de pistacho, limón y merengue, o un lingote de chocolate con dulce de leche.
Un plan diferente para quedarse en Madrid
En agosto, cuando muchos locales cierran y la ciudad parece suspenderse, Bosco de Lobos permanece abierto como una invitación a quedarse, a disfrutar de Madrid desde otro lugar. No hay prisa. Aquí no hay ruido. Solo verde, sombra, diseño, y platos que llegan con el ritmo tranquilo de quien sabe que lo bueno se saborea despacio. Forma parte de Grupo Tragaluz, firma que ha hecho de la gastronomía un arte que mezcla cocina, espacio y atmósfera. Cada detalle, desde la disposición de las mesas hasta la selección de ingredientes, responde a una filosofía clara: comer bien también es sentirse bien.