Tessa Hulls no es una autora de cómics convencional. Es más fácil encontrarla en algún punto remoto de Alaska, cocinando para equipos de investigación en el Ártico o recorriendo en bicicleta miles de kilómetros por terrenos inhóspitos, que en una oficina de Nueva York firmando contratos editoriales. Su vida transcurre entre temporadas de aislamiento extremo y proyectos narrativos donde lo físico y lo intelectual se entrelazan de manera inseparable. En Alimentar a los fantasmas (Reservoir Books), su monumental novela gráfica, Hulls ha volcado no solo la historia de su familia, sino su propia obsesión con la memoria, la identidad y el peso de la herencia.
El libro, que ha necesitado casi diez años de trabajo, ha sido celebrado por medios como The Guardian, Time, NPR y Library Journal y ha sido finalista del Andrew Carnegie Medal y el Kirkus Prize. El reconocimiento ha llegado, pero ella parece más interesada en volver a desaparecer. Tras la gira promocional del libro se ha instalado en Alaska, trabajando como chef en la capital del estado. ‘Después de tantos años inmersa en este proyecto, necesitaba algo físico, conectar con la tierra, con el frío’, explica, atendiendo a medios españoles en una rueda de prensa online.
La contradicción entre la autora errante y la historiadora meticulosa define tanto su vida como su obra. Para Hulls, escribir Alimentar a los fantasmas fue como armar un rompecabezas sin bordes, donde cada pieza era un recuerdo enterrado, una carta perdida o un documento de archivo que debía ser rescatado. Lo que empezó como una exploración personal terminó convirtiéndose en un relato intergeneracional que traza la vida de tres mujeres unidas por la huida: su abuela Sun Yi, periodista perseguida tras la revolución comunista china; su madre Rose, marcada por el exilio y la enfermedad mental, y ella misma, que durante años intentó escapar de la historia familiar antes de sumergirse en ella.
Páginas interiores de 'Alimentar a los fantasmas'. / Cedida
Una historia que se tenía que contar
Hulls no llegó a este libro por vocación, sino por rendición. Pasó su juventud huyendo de su pasado, recorriendo el mundo en bicicleta, trabajando en barcos y perdiéndose en lugares lo suficientemente remotos como para que nadie pudiera hacerle preguntas incómodas. La decisión de contar la historia familiar no fue espontánea, sino una suerte de mandato ineludible. ‘No fue una elección, mi familia me necesitaba para hacer esto’, explica.
Lo que encontró al enfrentarse a las memorias de su abuela la obligó a reconfigurar su propia identidad. ‘Hasta ese momento, la historia familiar era un mito en blanco y negro, sin matices. Pero cuando leí sus memorias, supe que todo era más complicado y que tendría que contar también la parte de la historia que no quería tocar’.
Tessa Hulls, autora de 'Alimentar a los fantasmas'. / Cedida
El libro requirió años de investigación y múltiples viajes a China y Hong Kong. En ese proceso, Hulls pasó de ser una outsider con ascendencia asiática a comprender su pertenencia a una comunidad más amplia. ‘El libro me permitió conectar con otros hijos de inmigrantes, con personas que cargaban con historias similares a la mía. Fue entonces cuando entendí lo que significa formar parte de algo más grande que uno mismo’.
Un cómic nacido de la resistencia
La estructura del libro es tan inusual como su autora. Hulls no solo tardó cuatro años en empezar a dibujar, sino que, cuando lo hizo, decidió abordarlo como un puzle. En lugar de avanzar página por página, dibujó fragmentos en desorden hasta que todas las piezas encajaron. ‘Si dibujaba en orden, mi estilo habría cambiado demasiado con los años. Necesitaba que el libro se sintiera cohesionado a pesar del tiempo que tardé en completarlo’.
El resultado es un cómic donde el dibujo no busca replicar la realidad, sino traducir el trauma y la memoria en imágenes. ‘No quería que el libro fuera una acumulación de detalles hiperrealistas. Quería que cada página respirara’. Así, las viñetas oscilan entre la documentación histórica y la abstracción, utilizando el espacio en blanco como un recurso narrativo que refleja lo que no se dice tanto como lo que sí.
Y luego está la dimensión política del libro. Alimentar a los fantasmas está prohibido en China. ‘No se puede conseguir una copia en la China continental’, confirma Hulls. ‘Pero va a salir una edición en Taiwán, y ahí es donde las cosas se van a poner interesantes’.
Ausencia de hombres
Una de las decisiones más comentadas del libro es la casi total ausencia de figuras masculinas. Su padre apenas es mencionado, y su abuelo desaparece de la narración. ‘Me preguntan mucho por eso’, dice Hulls. ‘Algunas personas creen que simplemente lo olvidé, como si fuera posible. Pero la ausencia de hombres en la historia es una declaración en sí misma’.
El libro se centra en quienes sostienen la memoria, en quienes cargan con los traumas heredados y hacen el trabajo de reconstruir lo que otros destruyeron. ‘Las mujeres de mi familia fueron las que asumieron la responsabilidad. Seguir esa línea narrativa era lo que tenía sentido’.
Hulls habla de la memoria como una especie de fractura que se hereda y de la escritura como un intento de cerrar esas grietas. ‘Creo que el pasado no se queda atrás. Es algo que seguimos arrastrando hasta que encontramos la forma de repararlo’.
Después del exorcismo, Alaska
Tras casi una década volcada en el libro, Hulls ha decidido desaparecer de nuevo. Ahora vive durante unos meses en Alaska, trabajando como chef en la capital del estado. Lejos de la promoción editorial y de la presión de la industria, se ha entregado al frío, a la montaña y a la rutina de cocinar para los legisladores del estado. ‘Es perfecto. Me permite darme un invierno real, algo que los escritores y periodistas rara vez pueden permitirse’.
Páginas interiores de 'Alimentar a los fantasmas'. / Cedida
Pero la pausa no es permanente. Su próximo proyecto es un híbrido entre periodismo, cómic y ciencia, con la intención de trabajar con equipos de investigación en el Ártico y la Antártida. ‘Los científicos son increíblemente malos contando historias’, bromea. ‘Lo que quiero hacer es colaborar a largo plazo con equipos de investigación para narrar visualmente los cambios que están ocurriendo en el planeta’.
Mientras tanto, Alimentar a los fantasmas sigue resonando en lectores de todo el mundo, especialmente entre aquellos que han heredado historias similares. ‘Recibo mensajes de personas diciéndome que esta es también su historia, la de sus abuelos, la de sus padres. Es una sensación increíble’.
Una historia que se niega a desaparecer
Los libros pueden servir como espejos o refugios. También pueden ser armas. Alimentar a los fantasmas es un testimonio que se ha impuesto al olvido y a la censura, una historia que estuvo a punto de desaparecer y que ahora viaja por el mundo en tinta y papel. Tessa Hulls ha convertido la memoria en un campo de batalla y ha ganado.
Quizás por eso, cuando se le pregunta si este libro le ha dado paz, responde con una media sonrisa: ‘Ahora puedo vivir mi vida sin sentir que le debo algo a la historia. Ya cumplí mi parte’.