Tacones castizos e indoloros: cómo una marca ‘Made in Madrid’ reta al lujo sin subir precios

En Madrid hay dos certezas: nunca sabes cómo acabará una noche y cuánto vas a caminar por las calles de la capital. Por eso, cuando una marca promete que puedes sobrevivir a una boda con tacones puestos sin cambiarte al ‘plan B’ de las bailarinas, hay que prestarle atención. MIM nació con esa promesa en mente: hacer tacones tan cómodos como unas zapatillas, y desde entonces no ha parado de crecer. Su secreto está en la ‘obsesión por la comodidad’ que roza lo científico, así lo confiesa Carlos Montojo, cofundador y director creativo. La marca, acuñada como ‘Made in Madrid’, refleja su origen y esencia. Con tan solo veinte años decidieron que esas fueran las siglas de su proyecto para dar voz a la ciudad que les había visto crecer. En realidad, ‘MIM es un caso claro de cómo Madrid inspira y exige a partes iguales’.

Carlos Montojo y Sofía Vega-Penichet, fundadores de la tienda de zapatos madrileña MIM. / Cedida

Una ciudad que impone ritmo, estilo y autenticidad. Su creador, junto a su socia Sofía, entendió que aquí no basta con verse bien: hay que aguantar. En el metro, en la boda, en la fiesta, en la tienda de la esquina. Y lo que nació para acompañar los pasos madrileños, ahora pisa fuerte en todo el mundo. ‘Queremos que si fuiste clienta alguna vez, puedas seguir siéndolo siempre’, dicen. Y con esa promesa, ha creado más que zapatos: ha construido una relación duradera con sus clientas y con su ciudad. Incluso, se ha convertido en el calzado favorito de la cantante Aitana, la cómica Lalachus o la influencer María Pombo.

Del garaje a Velázquez, sin perder la suela

La historia de MIM comienza en 2015, en un pequeño garaje en Conde de Peñalver, con más ilusión que infraestructura. Ambos lo tenían claro, querían crear zapatos que fuesen ‘bonitos, asequibles y, sobre todo, cómodos’. En 2018, un sorteo viral en Instagram les cambió la vida: pasaron de facturar mil euros al día a ingresar casi 200.000 en una sola hora. ‘Se agotó todo el stock’, confiesa Montojo a este medio.

La marca de calzado madrileña MIM inaugura su segunda tienda, ahora en Sevilla. / Cedida

Desde entonces, ha pasado de ese garaje al corazón del barrio de Salamanca. Su flagship store en Velázquez, abierta en marzo del año pasado, es su primera tienda (C/Velázquez, 45) y única en la capital que ha servido como pistoletazo de salida a su segunda tienda física, en Sevilla, de la mano del grupo Scalpers, del que forman parte desde hace años.

MIM es un caso claro de cómo Madrid inspira y exige a partes igualesMadrid camina, MIM responde

Madrid pone a prueba a cualquiera. ‘Aquí das miles de pasos al día. Un zapato que no sea muy cómodo, no sobrevive’, explica su fundador. Por eso, la comodidad no es un accesorio, ‘es la base del diseño. Literalmente’. Por tanto, utiliza en sus tacones la misma plantilla de foam que llevan sus zapatillas. Una plantilla que se amolda al pie y ha sido desarrollada durante año y medio de pruebas de ajuste. ‘No queríamos que pasara eso de que al mes te duelen o dejan de funcionar. Queríamos crear un zapato que pudieras ponerte y olvidarte de que lo llevas puesto, especialmente en días especiales como son las bodas’. Y lo consiguieron. Las clientas repiten una frase con frecuencia casi litúrgica: ‘Volví de la boda y no me los tuve que quitar’. No hay halago mayor para una marca de tacones reconoce Montojo a este periódico. Tantas mujeres se casaban con sus modelos que decidió lanzar su primera colección de novia hace solo un año. ‘No habíamos sacado nunca una colección específica, pero la gente se casaba igual con nuestros tacones. A raíz de la boda de Sofía, nuestra fundadora, decidimos hacerlo oficial’.

Carlos Montojo, cofundador y director creativo de MIM. / Cedida

Y se agotó, ya que el diseño no es cosa de caprichos creativos. Esta marca madrileña escucha a sus clientes a través de redes sociales, miles de clientas proponen, sugieren, piden. ‘No queríamos ser una marca que diseña lo que le da la gana y espera que guste. Nosotros diseñamos para nuestra comunidad. Si nos piden un color, un tipo de tacón, un material… lo estudiamos y lo sacamos’, añade.

Fabricando más, consigues mejores precios. Y no queríamos que eso se tradujera en más beneficio para nosotros, sino en más accesibilidad para el cliente

El resultado son colecciones donde el cliente se siente, así como de una narrativa estética en la que el color guía todo. Cada temporada, MIM elige un color que inspira sus diseños, su comunicación, e incluso, su logo. ‘Ha habido temporadas moradas, naranjas, rojas. Este año, toca celeste’. Y, aunque sorprenda, incluso en un entorno naranja como su tienda, todo respira ese azul pastel que ahora marca el tono. De hecho, dos nombres propios llevan seis años siendo los más vendidos: Greta y Nori. ‘Funcionan porque logran el equilibrio perfecto entre estética y estabilidad’. Son tacones que parecen finos, pero que por detrás revelan una base más ancha y estable. Como si llevaras un tacón de aguja, pero con la seguridad de una plataforma.

Tacón Greta, elaborado por la marca madrileña MIM. / Cedida

Hecho aquí, vendido allí

Aunque la marca es profundamente madrileña, MIM ya ha conquistado medio mundo. Fabrican en múltiples países —España, Portugal, India, Marruecos, China, Taiwán— y venden desde Corea del Sur hasta Estados Unidos. Pero Madrid sigue siendo su centro de gravedad, ya que es la ciudad donde más venden del mundo. ña que les vio nacer, donde están sus oficinas y su comunidad más fiel. Ahora, con la ropa, están repitiendo el patrón. La colección es nueva, pero ha sido un éxito instantáneo. ‘Nos daba miedo. Pero la acogida ha sido brutal. Y es que todo el que entra en la tienda se prueba un vestido, se lleva un zapato, o al revés. Todo encaja’. Incluso, con los costos. Frente a una industria que sube precios sin freno, este negocio dedicado al sector textil decidió hacer lo contrario: bajarlos. ‘Fabricando más, consigues mejores precios. Y no queríamos que eso se tradujera en más beneficio para nosotros, sino en más accesibilidad para el cliente’, cuenta. ‘Queremos que se democratice el diseño, que lo bueno no sea siempre lo más caro’.

El equilibrio entre calidad, diseño y rentabilidad no es sencillo, pero ellos lo resuelven desde una filosofía clara: ‘Queremos que alguien que ya nos ha comprado pueda seguir haciéndolo siempre. Que se vea representado, que no se sienta excluido por una subida de precios o por un giro creativo’.

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