Percival Everett, escritor: ‘La raza es una construcción completamente artificial’

Su nombre está entre los seis finalistas del Premio Booker 2024, que se falla este martes, 12 de noviembre. Es James (De Conatus) una reescritura de Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain narrada por el esclavo fugitivo Jim, que pasa a ser James en honor a su dignidad y sabiduría, su oculta ilustración a la fuerza silenciada en el estado de Misuri, prolegómenos de la Guerra de Secesión: tener la piel negra te predestinaba a la ignorancia y la superstición y manejar un lápiz te condenaba a morir en carne viva bajo las llamas o la brea de un látigo.

Ecléctico en grado superlativo, de la poesía a la reinterpretación de la filosofía griega, un mismo hilo recorre toda su obra: la sátira contra el racismo como arbotante del poder. Suya es la hilarante novela que dio pie a la película American Fiction, Oscar al Mejor Guión Adaptado.

Si hay un término que irrita a Percival Everett (Georgia, 1956), filósofo, profesor distinguido de Inglés en la Universidad de California del Sur y autor de más de una treintena de títulos, sería éste de postracismo. Me recibe en remoto desde lo que parece ser un alpendre en su casa de Pasadena (Los Ángeles), entre paredes de madera blanca repletas de libros, diccionarios y peculiares instrumentos de cuerda (fue guitarrista de jazz).

Nacido en una base militar, hijo de un sargento del Ejército de los EEUU que devino dentista en Columbia, es el primogénito de unos cuantos hermanos y ha merecido por su singular obra numerosos reconocimientos, entre ellos dos premios Pen o el Campbell de Literatura. James ha recibido el Kirkus Prize y es también finalista del National Book Award que se falla a finales de mes.

P. James es la novela que Mark Twain no podría haber escrito en su día (1884). ¿Cree que hoy sí la hubiera escrito?

R. Habría sido muy diferente a ésta teniendo en cuenta la cultura de Twain: no hubiera sido capaz de escribir un libro desde el punto de vista de James. Si lo hubiera intentado, seguro sería una historia de gran empatía y seriedad, pese a su naturaleza irónica, pero no sería capaz de ponerse en la piel y la voz de un esclavo.

P. ¿Sólo la condición de tener un pasado familiar esclavista (su bisabuela vivió esclavizada) te permite hablar de ello, como si se tratara de una especie de gen hereditario?

R. No es una cuestión de derechos, pero sí de tener la experiencia de sentirte oprimido por la nación en la que vives, algo que Twain no sintió. Hay un privilegio inherente a la condición de los blancos que yo no puedo experimentar y por tanto no podría habitar plenamente la personalidad de quien sí lo tiene. Creo que Twain podría desde luego haberlo intentado, y nadie podría reprochárselo, pero hay aspectos de su experiencia cultural norteamericana que simplemente no cuadran con este personaje. No es una cuestión de autenticidad, sino de experiencia y relato de la verdad.

P. Pero ésta no es una novela sobre el esclavismo, ¿correcto?

R. Bueno, es una novela sobre alguien que resulta estar esclavizado. Pero no, no es sobre la historia del esclavismo.

P. ¿Por qué sigue siendo tan necesario darle voz al esclavo Jim, devenido James: un esclavo secretamente instruido?

R. No es tanto que sea necesario como que es importante: podríamos seguir viviendo en un mundo en el que este personaje no hablara jamás, pero el hecho de que su voz exista es importante. Yo no creé a Jim: soy un simple conductor de su voz, que Twain no tenía forma de vehicular.

P. ¿Se refiere al dialecto de Misuri?

R. Sí, yo soy un simple traductor de ese dialecto creado por los esclavos negros para no ser entendidos por el hombre blanco: ocurre en cualquier situación de opresión, es la necesidad humana de comunicación.

P. Le cito: “No hay obra de arte norteamericana que de algún modo no trate de esta construcción artificial que llamamos raza”. ¿Siguen siendo la raza y la identidad los únicos rasgos que definen el carácter nacional norteamericano?

R. Quizá no sea lo único que define el carácter estadounidense, pero considerar el carácter estadounidense sin estos parámetros es pasar por alto un ingrediente esencial. Los Estados Unidos todavía luchan con sus problemas históricos y mientras así sea, estos problemas persistirán y la diferencia racial nunca desaparecerá. Además, ¿por qué habría de hacerlo? La gran ironía es que la diferencia racial no existe como algo real: la raza es una construcción completamente artificial que fue promovida para crear la división que permitió la esclavitud.

P. Profesor Everett, leyó usted por vez primera Las aventuras de Huckleberry Finn siendo un niño, ¿fue James desde entonces una cuenta pendiente que le ha llevado 66 años acometer?

R. No, en realidad no se me había ocurrido volver a contar Huck Finn hasta que empecé esta novela hace un par de años. Pero, por supuesto, las cuestiones planteadas en la novela han estado en el primer plano de mi pensamiento durante todo ese tiempo. Sin embargo, esta obra de Twain en concreto no era en absoluto una prioridad.

P. Y ¿sería la creciente incidencia de abusos contra negros y otras minorías, la ultra derechización de las políticas globales y nacionales, lo que le ha dado ahora motivos para acometer esta escritura?

R. Sí, tienes razón: ha sido parte de la motivación. A lo que añadiría el hecho de que, históricamente, la representación de las personas esclavizadas ha sido y es irritante y muy equivocada. El estereotipo del esclavo como un ser supersticioso, de mente simple e incapaz de pensamientos de segundo orden, es absolutamente falso. Los seres humanos encuentran formas de comunicarse entre sí en niveles filosóficos significativos, y no sólo reflexionan sobre los misterios de la vida, sino que necesitan hablar sobre qué es lo que quieren y esperan del mundo.

La ironía me parece el mejor camino hacia la reflexión (…) la ignorancia y el egoísmo se han normalizado en nuestra cultura

P. ¿Atendemos a una involución social?

R. Sin duda. Durante un tiempo, a finales del siglo XX, parecía que incluso los racistas comprendían que tenían mala prensa e intentaban ocultar sus tendencias. Pero en los últimos 15 años atendemos a un retroceso motivado por el miedo a perder una posición de poder y privilegio. Y con la prominencia adquirida por cierto personaje anaranjado (alusión al pelo de Trump), ya no sienten que su posicionamiento sea objetable o vergonzoso. Lo que ha pasado es que la ignorancia y el egoísmo se han normalizado en nuestra cultura. Es grotesco y es muy cierto.

P. En cierta ocasión manifestó que los negros no podrán considerarse libres mientras carezcan del derecho a sentirse iguales aunque su aspecto no se parezca al de los poderosos. ¿Le he entendido bien?

R. La libertad viene con la educación, con la capacidad de expresar no sólo tu postura política, sino cómo contemplas la injusticia en tu sociedad. No sé si soy lo bastante inteligente para decir cuándo alguien se sentirá libre, pero sé lo que hace falta para conseguirlo. Lo cierto es que los pobres en la sociedad estadounidense no son libres: así es la norma. Y lo que siempre me sorprende es que haya tantos racistas pobres, porque deberían entender y alinearse con quienes se enfrentan a la injusticia sociocultural. Creo que gran parte de los problemas raciales no son sino problemas de clase social.

P. Profesor, tendría mucho sentido que le concedieran el Premio Booker días después de unas elecciones en las que el asunto racial y las minorías han adquirido más peso que nunca en la política de su país, ¿no cree?

R. La política actual no hace que mi obra sea mejor o peor. Si se trata de arte, debería juzgarse sobre los parámetros del arte y no en base a un momento político; no, no debería pesar el hecho de que toque una determinada fibra sensible. Si lo gano, habrá sido una suerte maravillosa, y si no, seguiré sintiéndome muy feliz de haber estado en el debate de quienes lo juzgan.

P. ¿Confía usted en Kamala Harris?

R. Sí, creo que es una persona inteligente. Y más importante aún: está dispuesta a escuchar y acoger otras voces y otros puntos de vista, que es de lo que trata este llamado experimento americano. No creo que vaya a utilizar el poder político como un arma contra sus oponentes, como hemos visto recientemente. Además, es básicamente una persona decente, y aunque para mí no está lo suficientemente a la izquierda, es lo que hay. Obviamente está más que cualificada para desempeñar el cargo y, sobre todo, mucho más que su oponente.

P. Profesor, si según sostuvo Hemingway Las aventuras de Huck Finn es la novela de donde surge toda la literatura moderna norteamericana, ¿James sería una reinterpretación de la modernidad?

R. Yo sólo hago novelas. La gente puede etiquetarlas como quiera. Además, detesto el posmodernismo.

P. No me refería al posmodernismo, que en principio no es sino vacuidad, sino a una reinterpretación del término moderno.

R. Es como el término postracial, ¿tiene algún sentido? Si lo admitimos, estamos aceptando la existencia de las razas. Es la gran frase de Lampedusa: “Deja que todo cambie para que todo siga igual”.

P. Es la base de toda revolución. Everett, ¿existe algo más serio que el humor?

R. Sí, hay asuntos a los que no se les puede aplicar el humor. Pero yo no considero humorística mi literatura, sino irónica.

P. ¿A qué edad empezó usted a ser una persona “patológicamente irónica”, tal y como se define?

R. Creo que a una edad muy pronta, lo heredé de mi padre y de mi abuelo.

P. También ha dicho que en gran parte se lo debe a Mark Twain, ¿no?

R. Sí, sí, pero es que gracias a ellos, mi padre y mi abuelo, empecé a leer a Twain siendo muy niño, y en cierto modo su sensibilidad me caló mucho; lo cual, teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, es obviamente irónico.

P. Parte del humor para llegar al horror, ¿es su modo particular de provocar la reflexión del lector?

R. No lo sé, pero si con el humor o la ironía consigues que la gente se ría, tendrás enfrente un público relajado, y cuanto más relajado, más abierto estará a nuevas ideas, y cuanto más abierto esté a nuevas ideas, más podremos acercarnos a cosas serias y aterradoras sin ningún tipo de actitud defensiva. Ahí radica la belleza del humor como punto de partida.

No creo que el arte deba tener una finalidad: es simplemente una herramienta a través de la cual el público puede explorarse a sí mismo

P. Y ¿debiera ser éste de la reflexión el propósito primordial de la literatura, incluida la ficción?

R. No creo que el arte deba tener una finalidad: es simplemente una herramienta a través de la cual el público puede explorarse a sí mismo. Si alguien busca en mí respuestas sobre el mundo, va a encontrarse con un problema serio. El arte te permite ser honesto precisamente porque es el público quien en realidad va a construir el significado de lo que haces.

P. Ha dicho que confiaba en que su novela fuera prohibida “porque le gusta irritar a esa gente que no piensa ni lee”. Entonces, ¿qué significaría que le dieran el National Book Award? ¿Podría pensarse que ha escrito usted una especie de nuevo Fuck, la novela barata que se ve obligado a escribir el protagonista de X (American Fiction en su versión cinematográfica)?

R. No estaría mal ganar un premio cada semana, pero ¿realmente significa mucho? La verdad es que no. Tendré más lectores y eso es emocionante. Y si eso me concede la libertad económica para poder acometer mi próximo libro, entonces será que he hecho bien mi trabajo.

P. En cierta ocasión le hicieron la tópica pregunta de cómo se inspira usted, a lo que irónicamente respondió: “Pongo mis facturas encima del escritorio y me voy animando”. ¿En qué punto de su carrera fue capaz de vivir de la escritura?

R. Bueno, he sido afortunado en este sentido, porque he ejercido como profesor universitario durante mucho tiempo, lo que me ha permitido una cierta holgura económica que a su vez ha hecho posible que continuara escribiendo lo que me gusta escribir. No me muevo por consideraciones comerciales ni me siento un mercenario cuando voy a trabajar. Mi interés no es atraer al público, sino simplemente hacer un trabajo verdadero y honesto.

P. Escribir es para James un camino hacia la libertad. ¿Se puede decir lo mismo de Percival Everett?

R. No lo sé. Sinceramente, no sé por qué escribo, pero aparentemente es algo que tengo que hacer. Y es bastante masoquista, porque la mayor parte del tiempo no es agradable, y sin embargo continúo haciéndolo, así que sospecho que algo positivo debo extraer de ello.

P. Según usted, un artista es siempre una persona egoísta. ¿Un artista nunca es humilde?

R. ¡Tiene que ser humilde!

P. Una última, ¿los libros le cambian a uno la vida?

R. Uno espera que afecten a la gente, pero para ello, tienen que ser leídos. Si vendiera 50.000 libros mi editor estaría superemocionado, pero si editas un disco y vendes esa misma cantidad, te aseguro que jamás volverás a grabar. Es decir, que se lee muy poco. Por otro lado, sí, el Guernica de Picasso cambió el mundo y muy poca gente lo ha visto. Es todo una paradoja.

‘James’

Percival Everett

Traducción de Javier Calvo

De Conatus

344 páginas. 23,90 euros

A la venta el 13 de noviembre

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