Noches del Botánico calienta motores: ‘El día que actúe Morrisey será el día del tofu’

El próximo 12 de junio, cuando Morrisey actúe en Noches del Botánico, el festival madrileño será por un día un evento algo distinto. El cantante, líder de The Smiths en los años 80, es un conocido activista a favor de los derechos de los animales y del vegetarianismo, y no permite que se consuma carne durante sus conciertos. Ha llegado a irse del escenario porque le llegaba el olor de unas hamburguesas haciéndose en una plancha, durante sus giras no es raro que proyecte imágenes de sangrientos mataderos en pantalla gigante y en España no sería la primera vez que hace algún comentario sobre los toros. Conscientes de lo que se les viene encima, en el festival que se celebra en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense de Madrid, un evento en el que la parte gastronómica y el disfrute no musical tienen mucho más peso que en otras convocatorias parecidas, están preparando todo para que no haya problemas.

‘Justo estos días estamos trabajando en las directrices para informar al público no solo de que el día de Morrissey no va a haber nada de carne a la venta, sino de que no la traigan tampoco de casa. No vamos a dejar pasar un bocata de chorizo’, dice uno de sus directores, Julio Martí, con más cara de agobio que de guasa. ‘En alguno de los puestos de comida podemos hacer transformación, y por eso el día de Morrissey será el día del tofu. Pero hay otros puestos, como uno de jamón, que tendremos que cerrarlo’. Ni siquiera el personal podrá llevarse el bocadillo de mortadela en la mochila. Se habla de la posibilidad de que el británico mande a gente de su equipo a vigilar que se cumplen sus condiciones mientras se celebra el concierto. ‘Al menos nos ha dejado vender huevos y lácteos’, sigue Martí. El dispositivo ‘granhermaniano’ de Mozz es vegetariano pero no vegano.

Julio Martí (izda.) y Ramón Martín, directores del festival Noches del Botánico, en el 'backstage' del escenario. / ALBA VIGARAY

El de Morrissey es posiblemente el concierto más esperado de esta edición de Noches del Botánico. Hay otros artistas, como Van Morrison, Santana, Mikel Erentxun con su gira por los 40 años de Duncan Dhu, Rozalén, Lori Meyers y el doblete Fangoria/Nacys Rubias, que actúan dos noches con todo agotado, frente a solo una el de Manchester. Pero las 4.000 entradas de Morrissey se vendieron en 15 minutos, y seguro que podrían haber sido muchas más. Es su único concierto en España, y los responsables del festival no dejan de recibir llamadas y mensajes preguntándoles por un hueco. ‘Estamos quedando mal con todos, porque hay gente que cree que puede venir y no va a poder’, dicen sobre el aluvión de peticiones. ‘Solo en el apartado de protocolo ya hay lista de espera’, apunta el otro director del festival, Ramón Martín, que bromea con ‘todos esos amigos de la infancia, de los que no sabías nada desde los cinco años, que te surgen de repente’. También esperan muchos artistas. De hecho, dejaron un cupo de entradas fuera de la venta pensando en la gente de la música. ‘Va a haber más músicos que en ningún otro bolo’, asegura Martí.

Un sinfín de anécdotas

Cuando el festival arranque una semana antes, el 4 de junio, será otra estrella de grandes dimensiones, Van Morrison, quien se encargue de su noche de estreno, y también de la siguiente. Es conocido que el tigre de Belfast prefiere dormir en su casa después de sus conciertos en el continente. Siempre que puede, se coge su avión privado y se vuelve a Irlanda. Esta vez ha pedido que le reserven un hotel para sus dos noches seguidas en Madrid. Eso sí, el concierto empezará a las 20:30h, y la organización ha tenido que pelear por no bajar de ahí (el resto de fechas, cuando en la noche hay un solo concierto y no un programa doble, empiezan a las 22h). El cantante se acerca a los 80 años y ya no está para trasnochar. ‘Va a actuar de día’, comenta Julio Martí un tanto resignado.

Las gradas de Noches del Botánico ya llevan días montadas. Los preparativos del festival empiezan cada mes de abril. / ALBA VIGARAY

Los de Morrissey o Van Morrison son solo dos ejemplos de los encajes de bolillos que tiene que hacer un festival por el que, entre el 4 de junio y el 31 de julio, pasarán casi un centenar de artistas y grupos. Esta será su novena edición, así que ya cuentan con unas cuantas anécdotas a sus espaldas que van surgiendo mientras enseñan un recinto en plenos preparativos. Bob Dylan se quedó a dormir en su sleeper (los grandes autobuses de gira de los artistas y sus equipos) dentro del pequeño aparcamiento para personal que tiene el recinto, en lugar de irse al hotel. Cuando vino a tocar Woody Allen, tuvieron que diseñarle una ruta para llegar al recinto que no pasase por ningún túnel, porque le dan pánico. Y el casi siempre esquivo Thom Yorke de Radiohead, cuando actuó con su otra banda The Smile, se quedó todo el día, después de la prueba de sonido, jugando en el jardín con sus hijos en lugar de irse al hotel. Cuando enseñan a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el backstage del escenario, entre rampas y muelles para que entren los artistas y se muevan los equipos, Ramón cuenta cómo se movían por ahí Kraftwerk y su crew de 50 personas perfectamente uniformadas. ‘Era alucinante: llevaban primer electricista, segundo electricista, asistente de electricista…’.

Un espacio protegido

Celebrar conciertos de estas proporciones en un jardín botánico universitario tiene ventajas. El recinto es su principal activo, a él le deben buena parte del cariño del público y de los premios recibidos, y los artistas cuentan a otros artistas la gran experiencia que es actuar en un sitio así: muchos repiten o eligen tocar aquí y no en otros festivales por el espacio donde se hace. Pero también hay inconvenientes. Aunque la Universidad Complutense les cede cada año más terreno de las cuatro hectáreas del parque (este año inauguran una nueva plaza de restauración muy cerca de la vinoteca), hay zonas que tienen que respetar porque son las partes académicas, con proyectos de las facultades de ciencias en marcha. También hay que hacer todo un puzzle para encajar las infraestructuras de los conciertos con la vegetación.

El césped artificial y la vegetación del parque se mezclan en varias zonas del recinto. / ALBA VIGARAY

A eso se añade, rodeados como están de facultades, el tema de los estudiantes: justo cuando empiece el festival se celebrará la EvAU, y también coincidirán con algunos exámenes universitarios. ‘Nuestras pruebas de sonido van vinculadas con sus horarios. Podemos probar de 14 a 15:30, que es la hora de comer, y luego a partir de las 18:30. En la primera parte solo chequeamos líneas, sin abrir la amplificación. Y por la tarde ya es cuando hacemos ruido’, cuenta Julio, que dice que todo está pactado con los decanos.

Esas dificultades se ven compensadas cuando el festival arranca. Noches del Botánico se ha ganado la fama de ser un evento en el que todo funciona, y esa fama es merecida. Sus responsables dicen que invierten mucho en personal o en limpieza para que no haya colas en las barras o en los baños. Enseñan orgullosos la zona de baños que está a la derecha del escenario, este año todavía mayor que los anteriores porque quieren evitar, dicen, que las mujeres tengan que hacer cola. ‘La filosofía aquí desde que empezamos fue: vamos a montar algo diferente, para un público también diferente y en unas condiciones diferentes. Vamos a hacer un festival al que a nosotros nos gustaría ir como público’.

A estas alturas ya están agotadas más de la mitad de las jornadas que tendrá el festival. A pesar de que son promotores veteranos, a Julio y Ramón no deja de sorprenderles la fuerza de la música en directo. El año pasado vendieron 170.000 entradas y saben que este año serán más. Cuando se les pregunta por el asunto de los fondos de inversión en los festivales y la polémica sobre el proisraelí KKR, se ríen. ‘Los fondos que invierten en este festival somos este señor y yo’, dice Julio. Alucinan con los diez Metropolitanos vendidos por Bad Bunny (‘la música se ha convertido un poco en la religión del siglo XXI. Es como ir a misa. No te lo puedes perder’, dice Julio sobre esa venta masiva de entradas entre un público esencialmente joven) y les sigue pareciendo que hay demasiados festivales. Dicen con una mezcla de fastidio y orgullo que algunos ‘copian’ el suyo, o ‘llamen a artistas para el año que viene que nosotros vamos a traer este año’. Y les duele la pérdida de Wilco, unos fijos de las Noches del Botánico que este verano han optado por el Alma Occident para su fecha en Madrid.

Mesas instaladas en una de las zonas de restauración del Real Jardín Botanico Alfonso XIII. / ALBA VIGARAY

La programación de este año vuelve a ser el mix de estilos habitual, en el que cabe casi de todo pero con una orientación claramente adulta. Desde las clásicas noches nostálgicas como las de Chaka Khan, Kool & The Gang o Roxette, que regresan a los escenarios con Lena Phillipson sustituyendo en la voz a la fallecida Marie Fredriksson, hasta artistas más alternativos como los franceses Air con su gira del Moon Safari o la cantante de Portishead, Beth Gibbons, interpretando su primer disco en solitario. El rap de The Roots, el country de Brandi Carlile, la música popular brasileña de Seu Jorge y la clásica contemporánea de Max Richter. Noches latinas de mucho bailar y noches flamencas en homenaje a dos grandes (Pepe Habichuela y Paco de Lucía) con un montón de primeros espadas en el escenario. El regreso de Ana Belén, en su primera gira en 7 años, o Silvia Pérez Cruz y Salvador Sobral con su nuevo disco juntos bajo el brazo.

A la espera de que el maratón de conciertos empiece de nuevo, los trabajadores ultiman estos días los puestos de comida, colocan las mesas, sillas e incluso tumbonas que se distribuirán por las zonas de ocio, los prefabricados de la zona de backstage en los que se instalarán los músicos. Dos patos se pasean relajados por el jardín, acostumbrados ya a que cada año, durante unas semanas, tendrán que saltar algún cable o podrán cruzar el riachuelo por un puente efímero, más ancho que el permanente del jardín, pensado para que la gente circule con comodidad. Esos miles de personas que, a partir del día 4, serán su compañía cada noche.

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