Las colonias de Madrid de principios del siglo XX, un puñado de islas utópicas que apuntaban hacia una vida mejor

‘Si a un niño le dices que dibuje una casa, lo normal es que haga una casa con una chimenea, con una puerta y una ventana abajo, con dos ventanas arriba y un jardincito… Ese dibujo representaría las características básicas de las casas de las colonias’, explica Pedro Zuazua, periodista y escritor que acaba de publicar Utopías urbanísticas. 44 paseos por las colonias de Madrid (Altamarea, 2024), un libro ilustrado por las fotografías de David Expósito, que recupera las crónicas publicadas en El País con sus recorridos por los barrios de viviendas unifamiliares de la capital. Unas casas surgidas en el primer tercio del siglo XX a la sombra de la Ley de Casas Baratas, que promovía la creación de cooperativas vinculadas a gremios y organizaciones obreras para la construcción de casas que mejoraban las condiciones de vida de sus trabajadores a través de zonas bien urbanizadas, casas más habitables y una arquitectura de mayor calidad.

‘En el caso de la colonia Socialista, las viviendas tenían cuarto de baño, en una época en la que ni siquiera era habitual tener un grifo en casa por el que saliese agua. Los arquitectos que las diseñaron se plantearon que había que dignificar la vida de las personas, para lo que era necesario darles un jardín, más horas de luz haciendo más ventanas o que estuvieran bien ventiladas. De hecho cuando la gente las veía decían “estas casas no nos gustan porque parecen sanatorios”, porque en esa época a los tuberculosos los mandaban a los sanatorios a que les diera el aire. Eran unos modelos de viviendas que transmitían la idea de que otro futuro y otra manera de vivir en la ciudad eran posibles’, comenta el escritor.

Una edificación racionalista de la Colonia del Viso, en el distrito de Chamartín. / David Expósito

Pedro Zuazua comenzó el primero de los reportajes en 2020, aprovechando que las limitaciones provocadas por la pandemia empezaban a suavizarse. ‘Cuando dieron permiso para salir a hacer deporte, cogí la bici y me fui a la colonia del Manzanares, el barrio de Moscardó y la colonia de la Prensa… Iba con el maillot, con las gafas, con el casco, con la mascarilla y comencé a hablar con los vecinos, que me contaron detalles de sus vidas, de las casas… Entonces pensé, “si esta gente me está contando todo esto vestido de esta manera, cuando venga vestido de persona normal, aquí hay una mina”. Con esa idea en mente, cuando el lunes fui a la redacción del periódico, le comenté a la gente de la sección de Local que las colonias tenían interés suficiente como para dedicarles unas crónicas’.

Sin embargo, el tema de las colonias de viviendas unifamiliares ya había sido tratado en otras ocasiones en aquel diario. Un inconveniente que Pedro Zuazua resolvió proponiendo abandonar el tradicional enfoque arquitectónico o histórico para centrarse en el vivencial. Conocer la creación, evolución y estado actual de las colonias a través de sus moradores originales, los que se fueron incorporando a esos barrios con el paso del tiempo y aquellos que, recién llegados, se han convertido en un activo para garantizar su integridad y evitar su desaparición.

‘Íbamos a puerta fría, tocábamos los timbres y les contábamos que veníamos a hacer un reportaje. Aunque no nos conocían de nada, nos abrían sus casas, nos iban contando cosas y, si no sabían algún dato, llamaban a otro vecino para que viniera porque, por lo general, siempre hay una persona que tiene en la cabeza toda la colonia. Alguien al que yo comparo con el Xavier de los X-Men, que es el personaje que sabe quién vive en cada casa y que consigue que te abran todas las puertas. Fíjate cómo será que en ocasiones hemos llegado a juntar a quince o veinte personas que nos enseñaban la casa, los álbumes de fotos… Era como si los sobrinos o los hijos fueran a visitar a los abuelos. Era muy reconfortante’, recuerda Zuazua.

Una iglesia en la colonia de la Prensa. / David Expósito

‘Madrid es, durante el primer tercio del siglo XX, una ciudad sin proyecto’, comenta el arquitecto y urbanista José María Ezquiaga en el prólogo a Utopías urbanísticas. Este hecho jugó en contra de muchas de estas colonias, edificadas originalmente en zonas alejadas del núcleo urbano que, con el paso del tiempo, fueron absorbidas por una ciudad que ya no era ni tan utópica, ni tan racionalista ni tan humana. De hecho, las colonias llegaron a ser en ocasiones una incomodidad tanto para las autoridades municipales —que las veían como un impedimento para los nuevos planes urbanísticos— como para los moradores— que veían cómo la protección a la que estaban sometidas sus casas impedía obras de mejora o ampliación—.

‘La gente que vivía en las colonias no quería irse a vivir a edificios en altura. Sin embargo también era verdad que las personas que compraron sus casas en los años 20 y 30, en los años 70 y 80 tenían otras necesidades. Por ejemplo, ampliar las casas, que no son tan grandes como pudiera parecer, porque tuvieron más hijos. Los vecinos se organizaron y llegaron a un acuerdo con el ayuntamiento: ellos mantenían la esencia de la colonia respetando la arquitectura, los detalles, los muros o las puertas y el ayuntamiento les permitía ganar el bajo cubierta o hacer un sótano para que el conjunto fuera más habitable. Fue una colaboración entre ciudadanía y administraciones perfecta y, aunque supongo que siempre habría alguien que haría alguna trampa, como ampliar el sótano más de lo que se le permitía, el conjunto se conservó’, relata Zuazua que, antes de acabar, propone tres rutas por esas colonias madrileñas en las que acceder a sus calles es como entrar en otra dimensión.

‘Lo que más llama la atención es la diferencia del tempo, del ritmo. En la Colonia la Regalada, por ejemplo, pasas de Conde de Casal, con el ruido de los coches y las motos por cada lado de la rotonda y, de repente, sales a la derecha y es otro mundo. No hay coches, hay una tranquilidad tremenda, hay chalets que parecen palacetes. Recuerdo también cómo en la colonia Buenavista Primo de Rivera había unos niños con monopatines, con patinetes y con balones, jugando y, en todo el tiempo que estuvimos allí, solo pasaron tres o cuatro coches. Vivir en las colonias es como estar en un pequeño pueblo’.

A continuación, Pedro Zuazua nos propone tres de las rutas por las colonias de Madrid que recoge su libro.

Ruta 1

‘La primera ruta que recomendaría sería la que hice originalmente en su día. Además, como es un poco larga, propongo hacerla en bicicleta. Empezaría en la Colonia Manzanares, al final de Madrid Río. Es una colonia muy bonita, separada por la autovía y cuyas calles tienen nombre de accidentes geográficos. Fue frente de guerra y, de hecho, hay alguna verja que todavía tiene impactos de bala. De ahí saldría con la bici para para la colonia Moscardó. Allí me daría una vuelta por el barrio, vería los relojes de sol y terminaría en la colonia de la Prensa en la que hay unos palacios de estilo regionalista que son una locura.

Una casa con patio andaluz en la colonia de la Prensa. / David Expósito

Ruta 2

La segunda ruta que propondría sería la de perderme por Chamartín. Es el distrito con más colonias. Nada menos que diecisiete, como la de Albéniz, Ciudad Jardín, Primo de Rivera, la colonia Municipal… Por la zona de la Avenida de Alfonso XIII hay varias colonias que están separadas unas de otras tan solo doscientos metros entre sí.

Un joven camina por la Colonia parque Metropolitano. / David Expósito

Ruta 3

La última ruta, pensada para los más expertos en colonias, es la del entorno de Cuatro Caminos. Hay un contraste muy grande. Ahí se encuentra la colonia Parque Metropolitano, fundada por los trabajadores del Metro. Allí también estuvo el estadio Metropolitano y había casas de la burguesía económica e industrial que ahora son hospitales, universidades u organizaciones religiosas, a pesar de lo cual todavía se percibe el peso de la historia. En esa zona incluso hay una alcantarilla del agua de Lozoya, porque era un barrio tan elitista que el agua se la traían desde allí. Además, esa zona fue frente de guerra y fue ahí donde Buenaventura Durruti recibió el tiro que acabará costándole la vida. Luego, muy cerca de ese lugar, dando un paseo, hay otra colonia que no tiene absolutamente nada que ver pero que resiste muy bien el paso del tiempo. Se trata de la Colonia Ciudad Jardín del Norte. Está en Tetuán, son solo dos calles pero son casas pequeñitas que tienen mucho encanto.

Salir de la versión móvil