Lo primero que agradeció en su vida fue que una maestra le enseñara a lavarse sus partes íntimas en el baño de la escuela y le regalara cinco bragas, cada una estampada con el nombre del día de la semana escolar, que luego la profe traía limpias todos los lunes. Katriona O´Sullivan (Conventry, Inglaterra, 1978) era la mayor de cinco criaturas de un matrimonio adicto a la heroína y el alcohol que sobrevivía del trapicheo y la beneficencia. Llegaba meada y sucia a la escuela y los niños le escapaban: el hedor ocultaba su agudeza mental y su habilidad con las letras, que devoraba allí y cómo podía. A los 7 años fue violada en su propia casa y fue madre con apenas 15, y después de esto, también ella vivió una prematura juventud impregnada de drogas y delincuencia: se rindió al destino y cejó en su lucha por saber. Mientras vivía acogida con su hijo por los servicios sociales de una Irlanda próspera, a donde emigró en el 98, y se ganaba el pan fregando váteres o lo que fuera, accedió al programa de inclusión del Trinity College de Dublín. Hoy es doctora en Psicología por la misma universidad, una de las más prestigiosas de Europa, y activista por la inclusión educativa, y ha sido ponente en foros como la ONU. Katriona agradece casi todo en la vida, tal es su ejercicio de superación. Ha escrito la memoria de aquellos negros tiempos en un libro que no ahorra ni un detalle escabroso y con el que pretende seguir luchando por los demás, dando ejemplo de superación y de la excelencia que cada uno llevamos dentro. Pobre (Plantea) ha sido libro del año en Irlanda.
¿Cómo es posible que se considere una privilegiada por haber vivido su infancia y adolescencia en el infierno?
Soy una de las pocas personas que conozco que no sólo han sobrevivido a la pobreza sino que han sabido sacarle partido. Me siento una privilegiada por haber vivido en condiciones tan duras y ser capaz de compartir mi historia con la esperanza de ayudar a otros. Y me siento privilegiada por la formación que recibí, por haber vivido en un tiempo en el que hubo gente que me permitió escapar al destino, porque la pobreza es un destino, como también lo es la prosperidad.
¿Se siente agradecida en primer lugar a los libros y la literatura que consiguió arañar de niña?
Los libros, sí, me salvaron siendo niña, me procuraron un lugar donde escapar, y sueños y esperanza. Y la literatura me dio la habilidad de ser curiosa y crítica, y me permitió perdonarme a mí misma y aprender lo errónea que es la meritocracia. Pero no creas, no siempre me siento agradecida, lo trabajo bastante: es un regalo que me hago a mí misma.
La adición está diagnosticada como un desorden emocional. No se trata de una cuestión moral como siempre nos han hecho creer
Agradecida también a la compasión de los otros, lo que denota mucha generosidad. ¿No siente rencor alguno por lo que le tocó vivir?
A veces siento mucho enfado, y también me siento muy herida. Todos estos sentimientos pueden convivir al mismo tiempo en uno mismo. Ser compasiva, no sólo agradecida a la compasión, es también un regalo que me hago a mí misma. Quiero vivir en paz y para ello necesito comprender y perdonar. Demasiada dureza he tenido que soportar en la vida como para estar enfadada, lo que añadiría más dureza a mi existencia.
Se liberó de sus malos hábitos de vida e incluso de sus adiciones gracias a la política social del gobierno de Irlanda. ¿La aplaude sin crítica alguna?
Doy las gracias por haber podido acceder de forma gratuita a los servicios de salud mental y por haber tenido la oportunidad de tratar mis adiciones y haberlas superado, pero me entristece mucho que estas ayudas ya no estén disponibles y no para todo el mundo. Claro que soy muy crítica con el trato que se le da especialmente a las mujeres pobres y adictas, que habitualmente son juzgadas y humilladas, lo que impide su recuperación. Necesitamos hacer más y mejor para que todos podamos demostrar al mundo nuestra excelencia, como me ha sucedido a mí.
Katriona, la creencia de que los niños de procedencia pobre no desarrollan la misma capacidad intelectual que aquellos crecidos en ambientes acomodados, ¿todavía opera?
Sí, y lo peor es que la realidad le está dando la razón, porque la distancia entre pobres y ricos en términos de resultados educativos no para de crecer. Si examinas demográficamente el abandono y el fracaso escolar, o la población carcelaria, compruebas que el común denominador es siempre la pobreza. Todos tenemos el mismo potencial, pero no las mismas oportunidades reales.
¿La gente, y más importante, los gobiernos, son conscientes de la enorme influencia que los profesores y maestros tienen en el futuro de cualquier niño?
Todos recordamos a aquel buen profesor que tuvimos, y todos podemos también recordar a uno malo. Desgraciadamente, nuestros políticos suelen venir de familias con medios para reforzar la educación de sus vástagos, y por tanto difícilmente se percatan del coste que tienen los malos profesores. Y sobre todo, no entienden la importancia de dotar de buenos profesores a las comunidades pobres, profesores como los que a mí me salvaron la vida y que menciono en el libro. Si lo entendieran, le pondrían remedio porque el coste social de esta carencia es muy alto.
¿Y los profesores, son conscientes de ello? Porque a veces pueden llegar a ser muy crueles con sus alumnos, ¿no cree?
Sí, estoy de acuerdo. En una comunidad pobre no debieran permitirse este tipo de profesores, porque los niños que luchan por salir adelante en circunstancias vitales adversas no debieran sufrir situaciones de dureza en las aulas, bajo ningún concepto. Debiéramos seguir el ejemplo de Finlandia, donde antes de permitir que un profesor ejerza se aseguran de que sus valores humanos sean sanos y positivos. El principio fundamental para ser maestro ha de ser el cariño hacia los niños.
La brecha entre ricos y pobres crece globalmente y sobre todo en los países más desarrollados como son los Estados Unidos. ¿Qué se necesita para revertir esta tendencia fatal?
En mi opinión, lo primero sería erradicar la educación privada, reducir el ratio de alumnos por aula y convertir las escuelas en espacios amables, dar cariño a los niños y acogimiento a las familias.
Si examinas demográficamente el abandono y el fracaso escolar, o la población carcelaria, compruebas que el común denominador es siempre la pobreza
¿Está de acuerdo conmigo en que hoy, más que la raza, es la aporofobia lo que determina la exclusión social en lugares como Reino Unido, Europa y sobre todo EE.UU.?
El género, la raza y la clase social son los grandes predictores del resultado social. Las mujeres pobres y de color ocupan el lugar de mayor riesgo en la escala. Pero resulta que nos negamos a hablar y discutir sobre las clases sociales, enfocamos mal los debates. Y no me refiero en absoluto a la caridad, sino en dar a la gente la oportunidad de demostrar sus valores, la misma oportunidad que yo tuve. Impulsar la excelencia en todos los ámbitos de la sociedad.
Katriona, ¿la adición es en primer lugar una enfermedad mental?
Sí, y te respondo como psicóloga: la adición está diagnosticada como un desorden emocional, y hay indicadores muy claros que definen lo que es y lo que no es una conducta adictiva. No, no se trata de una cuestión moral como siempre nos han hecho creer.
Sin embargo tiene un fuerte componente genético, no es sólo un hecho sociocultural. Usted que es hija de dos adictos, ¿cómo demonios consiguió curarse?
No, no hay una evidencia científica que demuestre la existencia de un gen de la adición. Sí tenemos evidencia de una tendencia o probabilidad familiar a desarrollar ciertas conductas, pero no podemos aislar entorno y genes: estamos muy lejos de afirmar que la adición es una condición biológica. Y de lo que sí estoy segura es que si erradicáramos la pobreza, los índices de adición se reducirían drásticamente. Yo me salvé gracias a los servicios públicos de salud mental y a todo lo que estamos hablando: las ganas de aprender, básicamente.
¿Puede también el conocimiento ser algo adictivo?
Creo que sí, yo por ejemplo tengo una tendencia a obsesionarme con los objetivos académicos que me marco, y sí, alguna vez fue adictiva mi necesidad de aprender, fue en concreto lo que me impulsó a conseguir mi doctorado. Mira, todo el mundo puede llegar a ser adicto, pero es más probable que suceda en determinados grupos: las personas en situación de pobreza y las que hayan sufrido algún trauma son más propensas. Y es más probable que un adicto procedente de una clase acomodada lo supere, porque tiene los medios y el dinero para logarlo.
En su caso, ¿la autodestrucción funcionaba como una especie de liberación de su pertinaz esfuerzo?
Absolutamente. A veces, cuando vivía de la asistencia social, tomar drogas me permitía abandonar la lucha: fue un tiempo muy oscuro, un lugar sin esperanza. Nadie quiere vivir en esas condiciones. Las drogas eran un espejismo de alivio de mi situación. Aferrarme a mi destino era sencillo: la autodestrucción era lo que mejor conocía, de modo que era fácil dejarme ir. Pero duró poco tiempo, porque la culpabilidad por arrastrar a mi hijo a esa vida, como a mí me había sucedido, resultó ser devastadora.
Dígame, ¿ni quiera pensó en la posibilidad de abortar cuando se quedó embarazada con 15 años? ¿Era acaso algo impensable en la tradición católica de su familia irlandesa?
No, no, mi padre sí quiso que yo abortara, pero yo ni siquiera consideré la opción. No tengo ni idea de por qué fue así, porque probablemente todo hubiera sido más fácil, pero mira, mi hijo, que ya es un hombre, es un ser maravilloso: estaba destinado a estar aquí y en mi vida.
Debiéramos seguir el ejemplo de Finlandia, donde antes de permitir que un profesor ejerza se aseguran de que sus valores humanos sean sanos y positivos. El principio fundamental para ser maestro ha de ser el cariño hacia los niños
¿Considera hipócrita la postura de la Iglesia Católica ante la maternidad adolescente?
El trato que la Iglesia Católica da a las mujeres es imperdonable. Nosotras somos dueñas de nuestro cuerpo y la decisión es nuestra. Yo he abortado cuando lo necesité.
Dice en su libro que ser una madre soltera fue como una batalla contra el tiempo, ¿sólo contra el tiempo?
Ser madre soltera es muy duro, todo el mundo te juzga y te hace sentir que has fallado, a tu propio hijo y a la sociedad. Debiéramos apoyar a las madres solteras a cambiar el futuro de sus familias, en lugar de vilipendiarlas. Este asunto todavía hace que me ponga triste, por mí misma y por otras madres jóvenes.
Doctora, ¿cómo logró deshacerse del profundo sentimiento de exclusión que le acompañó desde sus primeros años hasta la universidad?
No lo he logrado: a veces sigo sintiéndome excluida. Soy muy afortunada, me he casado con un hombre maravilloso con el que siento una conexión total, esto hace que ya no me importe tanto si pertenezco o no al mundo en el que vivo. He encontrado gente en la universidad (hoy ejerce en el departamento de Psicología de la Maynooth, después de haberlo hecho en el Trinity) con la que me siento integrada, tengo amigos entre el personal de limpieza y de seguridad, y también he hecho amistad con algunos alumnos. En aquel entonces, cuando estudiaba en el Trinity College, tenía un lema: “No estoy aquí para hacer amigos, sino para formarme”, y eso me ayudó mucho.
¿Puede entonces decirse que ha encontrado su lugar en el mundo, contra todo destino y marea?
Sí, y ese lugar es mi casa, mi hogar: tengo amor, y eso es todo lo que siempre quise tener. Tengo unos hijos felices, mi esposo me ama y yo también soy capaz de amar. Este es mi mayor logro hasta la fecha.