Julia Wertz, autora de novela gráfica: ‘Todo el mundo está nervioso en EEUU con las redadas. Solo los niños blancos iban al colegio de mis hijos por culpa del miedo’

Julia Wertz (área de la Bahía de San Francisco, 1982), una de las autoras de novela gráfica más destacadas de su generación, tiene publicados en español dos libros monumentales, por formato (enorme) y por contenido. Uno es Barrios, bloques y basura (Errata Naturae, 2020), donde plasma sus exploraciones por la parte menos turística y conocida, pero más querida para ella, de su Nueva York adoptiva, la ciudad donde vivió hasta que los precios de la vivienda le echaron: la historia de sus pequeñas tiendas, de sus salas de conciertos o de sus edificios de apartamentos de ricos y de pobres, cómo la urbe se ha construido en parte sobre basura y cómo ha ido cambiando a lo largo del último siglo. El otro, más reciente, es Los incorregibles (Errata Naturae, 2024), en el que narra con mucho humor su adicción al alcohol durante sus años en la Gran Manzana y cómo consiguió ir poniéndole freno mientras desarrollaba una carrera de éxito. Estos días ha estado en Madrid invitada por una Feria del Libro con una programación muy neoyorquina. Ya había estado en Barcelona, pero le cuenta a este diario que es su primera vez en la capital.

P. Como exploradora urbana que dice que es, ¿cuál es su primera impresión de Madrid?

R. Me encanta. Ayer caminé 24 kilómetros, unas cuatro horas. Me gustan mucho los escaparates de las tiendas, los escaparates antiguos. Aquí hay muchos y se puede caminar muy bien. Eso es todo lo que quiero hacer en una ciudad, caminar. Así que estoy disfrutando mucho.

P. ¿Y qué hace? ¿Fotos para futuros libros?

R. Sí. Pero fotos muy aburridas, solo tiendas para que después las pueda dibujar. Nunca voy a ver las grandes atracciones turísticas o los museos la primera vez que visito una ciudad. Eso lo hago si vuelvo una segunda vez. La primera solo camino, nada más.

P. ¿Qué le ha sorprendido de la ciudad? ¿Ha encontrado algo especial?

R. No es nada sorprendente porque ya lo sabía, pero todo el mundo en España es muy agradable, al contrario de… [se queda pensativa] Hablo un poco mal de Francia y no me siento bien por ello, pero la gente en Francia no es muy amable. Aprecio que sean muy sinceros, pero me siento un poco intimidada por la gente cuando estoy sola en una ciudad francesa. Aquí en España, siento que podría preguntarle a cualquiera.

P. Algunas de las cosas de las que habla en sus libros sobre Nueva York, la gentrificación y la subida de precios de los alquileres que sufrió allí hace 10 o 15 años, es algo que está en su momento álgido aquí. ¿Qué futuro nos espera? ¿Cómo han cambiado Nueva York esos precios disparatados?

R. Todas las ciudades pasan por esta transformación, es algo cíclico. Primero llegan los artistas y desplazan a los residentes. Y en esto voy a ser muy clara: soy consciente de que los artistas somos parte del proceso de gentrificación. Luego llega la gente más rica, que desplaza a los artistas, y estos se van cada vez más lejos hasta que ya no están siquiera en la ciudad. Pero entonces tienes una ciudad que es solo riqueza y, con una disparidad de renta tan salvaje, eso no es sostenible. Así que la economía colapsa, los alquileres se vuelven baratos otra vez, los artistas regresan y todo empieza de nuevo. Yo viví en San Francisco al final de su ciclo, cuando el pinchazo de las puntocom de los 90. Me mudé a principios de los 2000s, y todo el mundo que había sido expulsado en los 90 decía que San Francisco estaba muerto y que los artistas nunca volverían. Pero yo fui parte del nuevo grupo que llegó allí. Vi ese proceso completo.

Páginas interiores de 'Barrios, bloques y basuras', de Julie Wertz. / Errata Naturae

P. ¿Hoy en día dónde vive? ¿De nuevo en San Francisco?

R. No. Viví allí antes de mudarme a Nueva York. Ahora vivo una hora al norte de San Francisco.

P. Las protestas de estos días frente a las políticas de inmigración, ¿le tocan de cerca?

R. Vivo en un barrio donde predominan las familias mexicanas porque mi pueblo [Sonoma] es conocido por el vino, está en el Valle de Napa. Y eso significa que hay muchos inmigrantes, que son los que hacen el trabajo real y que todo funcione. Todo el mundo está muy nervioso por las redadas, y es comprensible, porque van a separar familias: la escuela de mi hijo estuvo vacía durante un tiempo, solo los niños blancos iban al colegio por culpa del miedo. Mi marido no es ciudadano americano, es residente extranjero aunque estemos casados, porque es austriaco y su país no permite la doble nacionalidad. Es un hombre blanco y creo que estará bien. Pero ahora no puede salir del país. No quiero que se vaya y que de repente Trump haga una locura tipo cerrar la frontera a todos los no ciudadanos y no pueda volver a casa. Así que sí, estas cosas están afectando a mi pueblo y a mi vida personal. Y estoy triste porque no voy a estar allí mañana [este sábado 14 de junio] para la protesta nacional, me pilla volando de vuelta. Pero mi marido y mi hijo irán en mi lugar.

P. ¿Ve posible parar todo esto?

R. No lo sé, porque es gente que nunca hemos visto gobernando en América pero que sí que ha estado en otros países donde se han establecido regímenes totalitarios. No sé qué debería hacer la gente. Pero me he sorprendido mucho que después de las elecciones no hubiera protestas inmediatamente. Era como si todo el mundo se hubiera paralizado y estuviera agotado. Es ahora cuando está cogiendo impulso.

P. Creo que su pasión por los cómics empezó cuando estuvo un tiempo enferma en su juventud.

R. Sí, a mis veintipocos me diagnosticaron un trastorno autoinmune del que me he recuperado desde entonces, aunque se supone que es para siempre. Yo había crecido leyendo Calvin y Hobbes, Tintín y los cómics de periódico tipo Garfield. Me encantaba Garfield cuando era niña. Pero no sabía nada sobre el mundo de las novelas gráficas hasta esa época. Fui a la biblioteca buscando algo fácil de leer y encontré Diario de Nueva York de Julie Doucet. Aquello lo cambió todo. Supe que era lo que quería hacer.

P. ¿Por qué eligió escribir siempre sobre sí misma? ¿La ficción no le interesa?

R. ¿Escribir sobre gente más interesante que yo…? [risas]. No soy buena con la ficción. No sé cómo inventar una historia, y si eres autora de ficción tienes que saber cómo elaborar una con su arranque, su nudo y su desenlace. En cambio, en la escritura autobiográfica no tienes que inventar nada, las cosas simplemente suceden. No hay que trabajar tan duro para escribir unas memorias. Y no es por una cuestión de pereza, solo que para mí es más fácil escribir sobre mí misma. Dejo que el mundo fabrique la historia y yo simplemente la escribo.

P. Mudarse a Nueva York y trabajar allí le permitió convertirse en la respetada autora de novelas gráficas que es hoy. ¿Ayudó también a que cayera en su adicción al alcohol la soledad que puede provocar una ciudad así?

R. No creo, habría pasado de todas formas. Aunque Nueva York juega un papel enorme en mi historia, este fue más grande una vez que me recuperé. Si hubiera vivido en cualquier otro lugar habría hecho lo mismo: conseguir un apartamento pequeño, no salir de ese apartamento y simplemente beber todo el tiempo. Estaba en mis genes. Y además ya bebía antes de llegar a Nueva York. En lo que Nueva York realmente ayudó fue en que tenía tantos tipos diferentes de reuniones y de gente que podía ir a todas partes y conocer cosas nuevas. La abundancia de opciones fue muy útil.

P. ¿Qué le llevó a la adicción?

R. La genética. Y no tener buenos mecanismos para superar los problemas y salir adelante. Tampoco entendía entonces el mecanismo fisiológico que te hace beber. Cómo, cuando tomas una copa al final de la tarde, obtienes un pequeño chute de dopamina y crees que te sientes mejor. Así que sigues bebiendo, y entonces aumenta tu estrés porque tus niveles de cortisol suben. No tenía ni idea de la ciencia que hay detrás de esto. Si lo hubiera sabido podría haber sido útil porque, más allá de mi vida emocional, habría entendido qué estaba pasando dentro de mi cuerpo… Desearía haber incluido eso en el libro, pero no lo sabía, no era parte del discurso de la rehabilitación. Ahí todo se basaba en la respuesta emocional y en aprender cómo enfrentarte a las cosas.

P. No hay ni una pizca de épica en el relato sobre su adicción ni su recuperación. Lo desmitifica completamente y lo cuenta con mucho humor.

R. Leí tantos libros de recuperación épicos mientras intentaba volver a la sobriedad… Ya sabes: un accidente de coche, pasar por prisión, interrumpir una boda, matar a alguien accidentalmente… Todas esas historias magníficas y locas en las que después van a rehabilitación y también todo es loco y agotador. Pero no es así como lo ve mucha gente que conocí en recuperación. En el alcoholismo puedes ser perfectamente funcional, mantener tu trabajo, tener una familia y un hogar y simplemente beber cada noche sin saber cómo pararlo. Son cosas muy simples que muchos relatos autobiográficos se saltan. Quería mostrarle a la gente que está bien que tu historia sea aburrida.

Páginas interiores de 'Los incorregibles'. / Errata Naturae

P. ¿’Los incorregibles’ podría ser un último capítulo de su recuperación, el cierre de ese proceso?

R. Ojalá pudiera decir que sí. Pero no sé si esto termina alguna vez. Mi hermano mayor, que había estado en rehabilitación durante diez años, recayó recientemente, aunque ahora está bien. Yo he tenido recaídas también. Y esa era otra cosa que quería mostrar en el libro, porque se puede recaer y no creo que nadie esté bien para siempre. Si lo están, genial para ellos, pero son una minoría seguro.

P. La manera en la que lidia con los dramas en su vida es siempre escribir (y dibujar) sobre ellos y hacerlo con mucho sentido del humor. También cuando le deja un novio de vacaciones o tiene un accidente de coche en Puerto Rico.

R. Sí, y eso ha hecho mi vida mucho más fácil. Porque cuando algo horrible está pasando, en el fondo pienso: ‘Esto es buen material que escribir algún día’. Y me ayuda a que la experiencia no me siente tan mal, o me hace entender que no es para tanto.

P. ¿Cuánto tiempo lleva sin vivir en Nueva York? ¿La echa de menos?

R. Casi diez años. Y sí la echo de menos. Cada día.

P. ¿Volvería a vivir allí?

R. Lo haría si no estuviera casada con un hijo y mi familia no estuviera en California. Pero no podría permitírmelo sin estar casada. Al menos he podido encontrar la forma de ir de visita dos veces al año para enseñar en alguna universidad, o dando charlas. Voy, recopilo todo mi material y me lo llevo a mi casa, que es una especie de retiro.

P. Entonces, sigue trabajando sobre Nueva York.

R. Sí, ahora mismo estoy investigando para un proyecto futuro. No lo empezaré en unos años pero eso no importa, tengo que investigarlo ahora. Así que voy con frecuencia. Pero ojalá viviera allí.

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