John Connolly, escritor: ‘La vida es dura y la literatura tiene el valor de la evasión’

Tres décadas, hace ya, desde que Charlie Parker, el protagonista de la serie de novelas de John Connolly (Dublín, 1968), se enfrentó a su primer caso. Pero, tranquilos lectores, aunque ‘sus libros están llegando a una conclusión, tienen que llegar’, en palabras de su autor, el detective privado no contempla retirarse en el futuro inmediato. Tampoco la jubilación está en el horizonte, cercano ni lejano, de su creador.

El irlandés se aburre si se toma un día libre, no se siente cómodo lejos del escritorio, tal vez porque cuando empezó a leer comenzó a escribir, fue su respuesta natural al mundo que le tocó vivir, un modo de intentar comprenderse en él. Lo confiesa, en una larga videocharla desde su ciudad natal, días antes de que llegue a las librerías españolas Los mensajeros de la oscuridad (Tusquets), el vigesimosegundo título de su saga más famosa.

Pese a la profundidad de la conversación, los temas tratados, algunos tan distantes en el tiempo como su adolescencia, el novelista no renuncia al humor, también muy presente en su literatura. Ríe o desliza sonrisas, y las provoca, al responder. Siempre esperanzado, con fe.

Los mensajeros de la oscuridad es la novela número 22 de la serie de Charlie Parker. ¿Cree que, a medida que envejecemos, nos volvemos más conscientes del sufrimiento?

Empecé a escribir la primera novela cuando tenía veintitantos años y ahora soy abuelo, imagínate. Ha pasado mucho tiempo. Ahora soy más consciente de la realidad del dolor físico y, en ese sentido, mis libros son mucho más sensibles a eso, son más cuidadosos con el uso de la violencia. Esa conciencia de la fragilidad del cuerpo está más presente, la textura de las novelas ha cambiado y eso es bueno. Mi conocimiento del mundo se ha transmitido a Parker y al resto de los personajes.

Es curioso lo que dice. La lectura puede cambiar la perspectiva del lector, al verlo desde el punto de vista de otra persona, ¿no cree?

Sí y no. Leer nos obliga a habitar la conciencia de otra persona. Es muy difícil disfrutar de la ficción si no estás dispuesto a entregarte un poco a los personajes. Una de las cosas más bonitas que hacen los libros es que a veces lees algo y piensas: siempre me he sentido así o siempre había pensado que era solo yo. Es una preciosa conexión entre el lector y el escritor, un hermoso momento de consuelo, casi como si el autor extendiera la mano y tocara suavemente la del lector.

Y la lectura genera empatía.

Sí, los libros deberían cambiar nuestra perspectiva del mundo, transformarla y permitirnos empatizar con posturas con las que no nos sentíamos cómodos. Pero no quiero que la gente simplemente se alinee con lo que percibe como correcto, porque una de las complejidades de los seres humanos, y una de las cosas aterradoras, es que podemos hacer todo tipo de cosas y justificarlas porque tenemos miedo, estamos enamorados, enfadados o sentimos que nos han engañado y de ahí pueden surgir actos de maldad atroces.

En ese sentido, ¿cómo entiende la relación entre vida y escritura?

La realidad es un lugar agradable para visitar, pero no quiero vivir allí [ríe]. La vida es dura, a menudo aburrida, es difícil y dolorosa. Pasé muchos años trabajando con presos en Dublín y una de las cosas que aprendí es el valor de la literatura como evasión, que una novela te transporte a otro mundo es maravilloso. Creo que eso es lo mínimo que mis libros ofrecen. Intento encontrar un equilibrio para que la gente disfrute y, si por el camino consigo colar alguna cosa sobre moralidad o lo que sea, genial. Pero no quiero que, cuando me lee, la gente sienta que tiene que hacer deberes. Sobre todo si escribes literatura de género, literatura popular, hay una expectativa de entretenimiento. Quizá la ficción literaria no tenga que hacer lo mismo, y no me importa.

Ahora que menciona la literatura de género, la crítica solía desestimarla, no valorarla, sobre todo cuando usted empezó a escribir.

Sí, a veces podemos ser muy desdeñosos con un libro que alguien simplemente termina con placer y piensa: «Bueno, ha sido una forma encantadora de pasar unas horas».

Totalmente.

No quiero que mis lectores piensen que al elegir mis libros tiene que ponerse un abrigo negro y apagar las luces, que será una experiencia difícil, eso sería terrible. Pero creo que el libro debería contener verdades esenciales, al menos lo que yo percibo como verdades, explorarlas.

Además, de disciplina en la escritura, el periodismo me enseñó que toda vida es interesante si se examina con atención, todas las personas tienen una historia

Hablando de verdades, ¿cómo influyó su trabajo como periodista en su obra literaria, en su escritura?

Lo primero que hace el periodismo es quitarte cualquier artificio, simplemente tienes que escribir lo mejor posible, y esa es una disciplina muy útil. Además, el periodismo me enseñó que toda vida es interesante si se examina con atención, todas las personas tienen una historia. Entonces, el periodismo me enseñó mucho sobre la disciplina de la escritura, pero me alegro de no haberme quedado más tiempo. Y creo que hay una diferencia entre ser un buen periodista y ser un buen escritor, son dos cosas diferentes, y yo no era un periodista muy bueno-

Y, una vez escogió la ficción, ¿cuáles fueron sus influencias?

James Lee Burke y Ross Macdonald. Burke, porque para él no había diferencias entre escribir ficción popular y literaria, no veía ninguna razón por la que la literatura de género no debiera formar parte de la condición artística. Era hijo de Faulkner y en todo lo que escribía había belleza. Y pensé: yo también puedo hacer eso, escribir una prosa que se deleita con las palabras.

El escritor irlandés John Connolly. / Ivan Giménez

¿Qué hay de Macdonald?

Es el primer gran novelista psicológico que dio el género. Cuando me senté, me pareció bastante natural crear un híbrido entre ambos, usar la novela de misterio y combinarla con otra forma literaria. No me di cuenta de que eso se consideraba romper las reglas, reglas que se formularon a principios del siglo pasado, no me di cuenta de que la novela negra era tan prescriptiva y tenía una antítesis muy particular con lo sobrenatural. Había dueños de librerías de misterio que no estaban convencidos de vender mis libros, creían que se adentraban demasiado en otro género.

¿Y eso ha cambiado en los últimos 20 años, igual que la ficción?

Se trata de experimentar, ya sea en música, pintura o escritura, y, si funciona, con el tiempo se vuelve mainstream. Así, la corriente dominante cambia y el género evoluciona. Sería muy aburrido si siguiéramos escribiendo libros que se quedaran estancados. Cuando empecé, la literatura fantástica eran dragones, elfos o magos y en la novela negra había un detective, un misterio, una investigación y una solución. Ahora todo es mucho más dispar, ha surgido una generación de escritores jóvenes que se inspiran en todo tipo de ámbitos y no ven ninguna dificultad en la hibridación, no les interesan las reglas. Y tienen razón. Soy muy escéptico con la gente que cree que la escritura tiene reglas.

Su generación creció en la Irlanda de los 80, un lugar bastante sombrío. ¿Fue la ficción, la escritura, una vía de escape para usted?

Tienes razón, Irlanda siempre me pareció sombría, tanto física como psicológicamente. Quizá soñaba con ser escritor de joven, pero nunca pensé que fuera a serlo. No me interesaba la ficción irlandesa, quería un lienzo más grande. La literatura fue sin duda una forma de escapar. Aunque, puedes intentar escapar de tus raíces, pero las llevas contigo. Eso hice y, de hecho, no fue malo, porque, si no, hubiera terminado escribiendo novelas policiacas estadounidenses de imitación. El tipo de libros que escribo no son los que escribiría un estadounidense, porque ellos carecen de esa fascinación por el folclore y los cuentos de hadas y no se sienten cómodos con lo sobrenatural. Así que las cosas que consideraba una carga y de las que intentaba escapar fueron las que acabaron diferenciándome de la tradición estadounidense.

Los ciclos se acaban y personas con más información, empatía y compasión llegan al poder y todo se reequilibra

Pero, ¿no cree que el racionalismo es una forma estrecha de ver el mundo, sobre todo si eres escritor?

Los humanos somos más complejos de lo que permite el racionalismo. Somos principalmente seres emocionales, casi nunca somos racionales. Por eso, cuando me preguntan qué escribo suelo decir novelas de misterio, porque en el misterio hay una revelación de lo divino o del más allá que el razonamiento humano no puede comprender. Y me gusta aplicar eso a mi trabajo.

Y ha creado un mundo donde los muertos se comunican con los vivos de maneras misteriosas. ¿Cuál es su relación con la muerte?

Intento no pensar en ello, pero espero que llegue sin dolor. Parker ha pasado por lo más terrible para un padre: perder a un hijo. Es algo que la mayoría ni siquiera queremos plantearnos, porque tenemos un miedo terrible a que con solo imaginarlo suceda el desastre. Cuando se trata de nuestros hijos, el racionalismo no cuenta. La idea de perder a alguien y que no sea el fin, que de alguna manera puedas reencontrarte con esa persona o formar parte de algo más grande con ella es increíblemente reconfortante. La fe y la esperanza son… A menudo pienso que son términos intercambiables.

El escritor Edmund Burke dijo que ‘para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada’. Viendo el mundo actual, es posible que tenga bastante razón… ¿Qué opina usted?

Parker es un tipo que se adhiere a esa filosofía de que no puedes quedarte de brazos cruzados porque te conviertes en cómplice de lo que sucede. Y, aunque esto sea así, a veces nos sentimos impotentes. El libro que estoy escribiendo, que se publicará en España en 2027, no es de la serie de Parker. Se ambienta en las audiencias del Watergate de 1973. Veo una conexión entre los EEUU de los 70 y los de hoy. Muchas de las cosas que están sucediendo y de las estrategias que usa el Gobierno actual se inventaron durante la Administración Nixon. Es un libro sobre qué sucede si esas personas que se sienten impotentes se unen, qué pasa cuando hablan con una sola voz. Porque yo solo no puedo oponerme al Gobierno de EEUU pero si suficientes personas lo hacen se logra cierto cambio. Y, de nuevo, volvemos a la noción de esperanza. Si has vivido lo suficiente te das cuenta de que el mundo siempre está a punto de irse al infierno. Cuando era adolescente íbamos a ser destruidos en la guerra nuclear. Siempre hay algo de qué preocuparse, siempre es terrible. Y sin embargo encontramos la manera de salir adelante, los ciclos se acaban y personas con más información, empatía y compasión llegan al poder y conseguimos que todo se reequilibre. Por eso escribo la serie de Parker, porque está sujeto a las nociones de justicia, incluida la social, es algo inherente al género.

Los mensajeros de la oscuridad

John Connolly

Traducción de Vicente Campos González

Tusquets 

528 páginas. 21,90 euros

A la venta el 4 de junio

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