El pollo es una de las carnes más comunes en las cocinas españolas, cumpliendo las máximas siempre buscadas de calidad y precio. Y es que es un alimento rico en proteínas y que queda bien en todo tipo de recetas y formatos. Pero también es responsable de numerosas intoxicaciones alimentarias, fruto de su deficiente conservación. Aquí traemos algunos consejos cruciales para que cuides tu salud y evites que se te eche a perder la comida en el frigorífico.
Cómo conservar el pollo en la nevera
A pesar de los numerosos beneficios del pollo, también estamos ante un alimento delicado y que debe ser conservado con atención y cuidado. Si rompemos la cadena de frío o lo exponemos a la temperatura ambiente durante plazos de tiempo excesivos nos arriesgamos a que las bacterias proliferen y nos enfermen, padeciendo de náuseas, vómitos, dolores en el estómago e incluso fiebre.
Lo primero que debemos tener en cuenta es el momento en el que lo compramos. La OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) recomienda que lo compramos lo último, justo antes de pagar e irnos de la tienda, y que tengamos en cuenta el tiempo que va a permanecer fuera del frigorífico hasta llegar a nuestra cocina. Con las altas temperaturas de estos días nos podemos estar arriesgando innecesariamente. En ese proceso de transporte lo ideal es guardarlo en una bolsa térmica.
Una vez lleguemos a nuestra casa, el pollo debe ser conservador a entre 5º C y 4º C. Por ello lo mejor será que lo guardemos en la parte más fría de la nevera. Allí es importante que la pieza no entre en contacto con otros alimentos, para que en caso de que proliferen las bacterias no se produzca un contagio. Por ello un recipiente hermético es lo mejor. Si creemos que hemos corrido un riesgo, sería recomendable congelarlo por debajo de los 15 grados.
Una vez cocinado el pollo aguanta hasta dos días en la nevera, pero es fundamental que lo calentemos bien, además de habernos asegurado de haberlo cocinado adecuadamente en todas sus partes. En estado crudo, su mal estado se podrá reconocer por un color grisáceo, en comparación con el rosa normal, e incluso por un intenso mal olor si el proceso de degradación es avanzado.
Y un apunte importante, lavarlo no ayuda en nada y puede esparcir las bacterias.