Hace unos días regresaba al Real Monasterio de Santa Isabel Cristo y la samaritana, una pintura de Luca Giordano a la que se le había perdido la pista hace casi un siglo, en los agitados años 30 que desembocaron en la Guerra Civil, y que volvió a ser localizado en una subasta en Lisboa en 2020. Desde entonces, la obra había dado varios saltos a través de galerías y casas de subastas hasta que ahora ha vuelto a su ubicación originaria en el centro de Madrid, sin que se sepa todavía dónde pasó esos años en los que permaneció desaparecida.
Aunque no se trata de una obra especialmente relevante, el regreso de Cristo y la samaritana a la que fue su casa durante siglos debería ser una ‘gran noticia’ para los amantes del patrimonio artístico, como explica Miguel Hermoso, experto en la figura del pintor napolitano. ‘La figura de Giordano es importantísima. Está muy vinculada con la Corona porque era un pintor famoso en toda Europa, y un poco el cabeza de la escuela napolitana de su época. Era capaz de variar de estilo a voluntad: cuando quería podía pintar como Tiziano, cuando quería como Rafael, cuando quería como Tintoretto. Por eso, algunos lo acusaban de no tener estilo, mientras otros decían que tenía todos los estilos en él’.
Giordano estuvo diez años en España, a donde vino llamado por el rey Carlos II para pintar, sobre todo, al fresco. De hecho, recuerda Hermoso, hay bastantes frescos suyos en el Monasterio de El Escorial, en la sacristía de la Catedral de Toledo y en el Casón del Buen Retiro. ‘Hizo más, pero se han perdido con el tiempo por culpa de incendios, destrucciones, robos…’
A pesar de esas pérdidas, que no dejan de ser solo una parte en la obra de un creador muy prolífico al que se le atribuyen más de un millar de piezas, Giordano fue, en opinión de Hermoso, ‘un pintor fundamental para la historia del arte español. Por una parte, mantuvo el interés de la corona por contratar a buenos fresquistas italianos: después de él vendrían Guaquinto, Tiepolo o Mengs. Por otra, la enorme facilidad que tenía a la hora de pintar hizo que se le considerara en ocasiones también como un recuerdo de Velázquez, como si tuviera su técnica aplicada al fresco, y llega a influir incluso en el propio Goya. Así que recuperar para un enclave de Patrimonio Nacional una obra de un pintor del rey, un pintor de corte de Carlos II, que además sabemos que procede del propio convento, es algo realmente importante’.
El cuadro de Luca Giordano 'Cristo y la samaritana'. / J.P. Gandul – EFE
No todo son excelentes noticias, sin embargo. El profesor titular de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, que hizo su tesis sobre el artista, al que ha dedicado años de trabajo, lamenta el lugar escogido para colocarlo en el convento. Se sabe que en su momento, cuando la pintura estaba todavía allí en los años 20 del siglo pasado, su ubicación era la sala de la Tribuna del Rey, pero esta fue destruida en la Guerra Civil. Ahora, el enclave elegido es encima del coro. ‘Es una pena, porque no se va a poder ver cuando uno entra en el monasterio, porque lo único que se puede visitar es la iglesia’, señala. El coro está en una parte del edificio separada de la iglesia por una reja, así que, para el público en general, solo será visible a lo lejos y barras mediante. Por otra parte, dice el profesor, ‘el convento sufrió muchísimo en la guerra. Fue incendiado, destruido en parte y se perdieron obras importantísimas. Así que, por lo menos, aunque sea una gota en el océano, está bien tenerlo ahí de nuevo, recuperar parte de ese patrimonio’.
Una pintura dando tumbos
La historia que se ha conocido estos días es la de muchas obras de arte que se han perdido a lo largo de la historia, y solo a veces vuelto a recuperar, por circunstancias diversas relacionadas con conflictos, catástrofes o episodios más turbios incluso. Fue un experto de Patrimonio Nacional, Roberto Muñoz, quien localizó el Cristo y la samaritana de Giordano en su momento, cuando lo vió en el catálogo de una subasta que se iba a celebrar en Lisboa, y quien lo siguió en su periplo hasta conseguir reconducirlo al lugar del que salió en su día. El cuadro no pertenece a Patrimonio Nacional, pero Muñoz es, además del responsable de la colección de tapices dentro de la institución, quien se ocupa de la conservación de los reales monasterios de la Encarnación y de Santa Isabel en Madrid.
Según contaba a EFE, la primera referencia documental de esta obra de Giordano es de 1926, cuando participó en la exposición Madrid Antiguo en el Real Hospicio de San Fernando, en lo que es el actual Museo de Historia de la capital. Se sabe que es la obra que estaba en el convento porque hay fotografías de la época que lo ubican allí. En opinión de Miguel Hermoso, la pieza podía llevar en la institución monástica unos dos siglos, aunque duda de que fuera pintada ex profeso para esta allí, porque si no habría estado en la iglesia o presidiendo algún lugar más visible del que estaba. ‘Lo más probable es que fuera una donación, un regalo realizado por alguna de las monjas cuando profesaban en el mismo, o por algún noble que tuviera alguna hija monja en el convento’.
La desaparición del lienzo se sitúa entre 1930 y 1936, y a partir de ahí, no se sabe qué pudo suceder, aunque se ha especulado con que podría haber estado en la casa de alguna familia importante con residencias tanto en España como en Portugal, donde emergió a la luz pública de nuevo hace cinco años. Cómo habría llegado a esas manos, tampoco se conoce. ‘¿Fue vendida la obra por las propias monjas para sufragar obras de reconstrucción de convento? ¿Fue sustraído el cuadro o dañado en los albores de la Guerra Civil? Todo son conjeturas’, aseguraba el experto de Patrimonio Nacional.
Lo que sí se sabe es que en Lisboa fue adquirido por la galería madrileña Caylus, que lo trasladó a la capital española para estudiarlo y restaurarlo, consiguiendo recuperar “todo su esplendor” según decía su codirector, José Antonio de Urbina, también a EFE. De allí pasó a Subastas Alcalá, donde intentaron subastarlo sin éxito, y así acabó volviendo a la galería, que es donde finalmente han podido adquirirlo las monjas del convento de clausura vecino del Museo Reina Sofía.
Miguel Hermoso no es capaz de aventurar la cifra, oficialmente desconocida, que se pueda haber pagado. En las informaciones publicadas, se asegura que se vendió a precio de coste, al que habría pagado la galería pero sin que este fuera subastado de nuevo. ‘No suele ser un pintor excesivamente caro, porque tiene una obra muy abundante. No es un Caravaggio o similar’, explica Miguel Hermoso, que se alegra de que este episodio sirva para que Giordano tenga ‘más relevancia en el imaginario popular madrileño de la que tiene’.
El Prado tan solo tiene en sus salas principales, dice, dos o tres obras suyas de pequeño formato, aunque en sus fondos hay muchas de gran tamaño, algunas colgadas en su biblioteca. Pero por todo el centro de Madrid se pueden encontrar obras suyas muy destacadas: en el Palacio Real hay varios, están los frescos de San Antonio de los Alemanes, una Anunciación ‘extraordinaria’ en San Ginés, el lienzo del altar mayor del Convento de las Comendadoras de Santiago o el San Fernando ante la Virgen que está en la capilla del que es ahora el Museo de Historia de Madrid.
¿Hay todavía muchos Luca Giordanos perdidos? ‘Sí. Hay obras que las conocemos por fotografías en blanco y negro -apunta Hermoso-. En el mercado han aparecido en los últimos diez años bastante obras inéditas que no sabíamos que existían y sin embargo son de alta calidad. No cabe duda de que son suyas, y siempre guardan alguna sorpresa agradable’.