‘Atusparia’, de Gabriela Wiener: caminando sobre muertos

En 1981, Julio Ramón Ribeyro narró en la obra de teatro Atusparia la revuelta indígena ocurrida en Huaráz en 1885 liderada por Pedro Pablo Atusparia, el líder peruano descrito en la novela de Gabriela Wiener (Lima, Perú, 1975) con una fuerza imaginaria inusual: ‘Yo, Pedro Pablo Atusparia, nací sin nombre en 1840, en una ciudad de la sierra central del Perú. No conocí a mi padre. Mi madre era empleada del hogar. […] Era analfabeto pero llegué a ser alcalde de mi pedanía. En 1885, junto a otras autoridades quechuas, demandé al prefecto la exoneración del tributo indígena y del impuesto de la República. […] Encabecé una rebelión y el ejército del Perú nos arrasó a miles, nos mataron a todos. Estoy muerto’.

Manuel Scorza es otra de las figuras tutelares del libro de Wiener a través de su sentencia de Cantar de Agapito Robles (‘En los Andes las masacres se suceden con el ritmo de las estaciones. En el mundo hay cuatro. En los Andes cinco: primavera, verano, otoño, invierno y masacre’), que indica el lugar en el que se sitúa una novela que es tanto una mirada crítica al pasado cuanto una búsqueda afanosa por salir del laberinto en el que se ha situado hoy el crisol de izquierdas. Incluso con algún tinte distópico. 

Este líder peruano da nombre a una novela que Wiener ha querido que sea también un texto inusual en su trayectoria. Lo escrito hasta aquí estaba vehiculado a una primera persona pergeñada por una potente carga de autoficción, pero ahora muta hacia perspectivas y estrategias discursivas muy distintas: de un narrador omnisciente a una entrevista, de una columna periodística a un informe político, de un cameo de Wiener a un cuento en el que habla una alpaca.

Contar la épica

La pretensión es contar la épica de Atusparia y Asunción Grass en el huracán de una revolución que nació en el colegio que toma nombre de aquel líder. Como él, ambas están situadas en una encrucijada fatal: ‘persistir en una actitud moderada o ceder ante la radicalidad violenta de su lugarteniente’. Y luchan por hacerse con las bases del movimiento revolucionario que quería ’hacer política para los márgenes’ pese a saber que están ‘caminando sobre muertos’. Y sí. Se trata de hallar el punto de anclaje del que partió todo.

Porque la mujer sin nombre real que toma el nombre del líder peruano, Atusparia, y la profesora del colegio que ya sabía que estaba frente a una revolucionaria, Asunción Grass, son el haz y el envés de una misma moneda. Se debaten en lo mismo: ‘¿Partido de cuadros o de masas? ¿Guerra popular prolongada o aparato militar?’ ¿Memoria histórica o lucha indigenista?

Lo que consigue Wiener no es baladí: mostrar el vórtice revolucionario que no fue (no es y no será) cuestión sintética o analítica, no dependerá de este o aquel movimiento político. No será el asunto occidentalizarse, asimilarse o radicalizarse. No. La fuerza centrípeta vendrá de convertir la historia en mito: ‘No es la civilización, no es el alfabeto del blanco ni del hombre lo que levantará nuestra alma. Es el mito’. Un mito que Wiener sitúa en la revolución rusa que ‘es lo más cerca que el mundo ha estado en su proyecto de amalgamar el pragmatismo a la ilusión, el pan a la utopía, la política al mito’.

‘Atusparia’

Gabriela Wiener

Random House 

240 páginas. 18,90 euros

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