El periodista golpea curioso la columna: está muy dura y la superficie arenosa deja unos pequeños arañazos en los nudillos. No es piedra, pero se parece mucho: en realidad, se trata de ferralla recubierta de una gruesa capa de hormigón, que luego se trata para que parezca granito. Los pilares sostienen toda una arquitectura gótica en la que no faltan las arquerías apuntadas, las nervaduras en las bóvedas, unas vidrieras muy coloridas y hasta las imprescindibles gárgolas. Entre estas, hay una con forma de Darth Vader y otra de Krusty, el payaso de los Simpson. Harry Potter vuela en su escoba en uno de los vitrales.
El lugar se llama ‘la catedral’, pero aquí no se ofician ritos religiosos. Es una de las zonas en las que se divide Akira Cómics, la que según los premios Eisner, los más importantes en el universo de la viñeta, es la mejor librería de tebeos del mundo. Y esa ‘catedral’ es su sección consagrada al cómic europeo, solo una pequeña parte de los 1.080 m² de un negocio dedicado al noveno arte pero que encierra también un pequeño parque temático, un espacio expositivo, un rincón infantil en el que se puede jugar -además de elegir libros- y unas cuantas sorpresas más. Aquí, lo de la importancia de la experiencia, ese mandamiento que ha redefinido el comercio y el consumo global, se lo toman muy en serio.
Las gárgolas de 'la catedral' de Akira Cómics. / Alba Vigaray
“Seguimos la estela de lo que hizo Ferran Adrià con El Bulli”, explica Jesús Marugán, uno de los fundadores de la tienda y el principal motor creativo de un proyecto en el que están implicados varios miembros de su familia. “Tenemos un departamento de I+D+I en el que invertimos una parte de nuestros beneficios anuales para ir planificando, a varios años vista, las mejoras que luego se van viendo en la tienda’. Lo de inventarse ‘la catedral’ fue una de ellas. Otra, montar un espacio expositivo con originales de páginas de cómic al que han llamado ‘el museo’. En ese laboratorio también se han estudiado en detalle ejemplos como el de Ikea y cómo transformó la experiencia de comprar muebles, o el de los sex shops, antes sórdidos y hoy convertidos en ‘tiendas eróticas’ en las que cualquiera se siente cómodo.
Luego están las ideas con las que sus dueños se topan en sus viajes por el mundo. La sección de la planta baja en la que se vende el manga, el hoy en día archipopular cómic nipón, reproduce la estética funcional y sin florituras que tienen este tipo de tiendas en Japón. Las estanterías de madera son idénticas, y los libros, como allí, se agrupan por diferentes tipologías: hay una sección de manga shonen, el orientado al público adolescente; otra de manga seinen, más adulto; también hay otra consagrada al manga shojo, el de temática más romántica y público esencialmente femenino. Marugán suena de repente como un sociólogo: “Para los japoneses, las demografías lo son todo, también en el cómic”.
Figuras en la sección de manga de Akira Cómics. / Alba Vigaray
Identidad de barrio
Todavía sorprende a muchos que la mejor librería de cómics del mundo esté en el Barrio del Pilar, y no en el centro de la Madrid, donde se ubica casi toda su competencia. Sus fundadores siempre tuvieron claro que lo que querían era abastecer de tebeos a sus vecinos del gigantesco distrito de Fuencarral-El Pardo, donde apenas había competencia. “Con todos los respetos para mis compañeros de gremio, me parece una mala idea apiñarse en el centro con la de distritos que tiene Madrid sin este tipo de librerías. Es como meter en una maceta tres semillas: ¡hombre, sepáralas en diferentes macetas!’, dice Marugán.
Su familia llegó al barrio en 1979, cuando Jesús y sus hermanos eran todavía muy pequeños. Allí se criaron y allí se convirtieron en apasionados del tebeo, una afición heredada de su padre, un informático con una importante afición lectora. Jesús se educó, como casi todo el mundo en este país, con Mortadelo y con los cómics de Bruguera. Pero las películas de Superman y Star Wars le condujeron muy pronto a los superhéroes y la ciencia ficción, a los tebeos de Marvel que por entonces empezaba a publicar precisamente Bruguera, o a los ya había ido editando Vértice.
La casita del Hobbit y la zona de cómic americano de la planta baja. / Alba Vigaray
El flechazo definitivo llegó cuando Fórum editó Los Nuevos Mutantes, la serie favorita de los hermanos. Pero Jesús ya leía de todo, también Candy Candy a escondidas, porque en los 80, dice, no estaba muy bien visto lo de que un niño leyese cómics teóricamente de niñas. ‘Parecía que estabas traficando con droga’, bromea. Ese fue su primer contacto con el manga, que luego explotó cuando se estrenaron Bola de Dragón y Akira en España y llegaron sus respectivos tebeos a finales de los 80. Su sombra sería tan alargada que esta última acabaría por poner nombre al negocio de su vida, en el que el manga fue crucial desde el primer momento.
Con el tiempo, Marugán se matriculó en ingeniería de telecomunicaciones, pero no duró mucho. Lo de los cómics había pasado de afición a vocación. Él dibujaba, de hecho es quien firma los bocetos milimétricos de buena parte de la ambientación de la tienda, pero entendió que lo suyo no era escribir cómics, sino “lo siguiente más bonito: venderlos”.
Entre tienda y parque temático
En 1993 abrió la primera tienda Akira a unas cuantas manzanas de donde está la actual, en una plaza cercana al metro Barrio del Pilar. Tenía, como esta, dos pisos, pero solamente 25 m² por planta. Arriba, la tienda diminuta. Abajo, el almacén. La cosa funcionó, se consolidaron y en 2004 se trasladaron al local actual, aunque entonces era la mitad de lo que es ahora. Cuando se quedó libre el espacio contiguo, pudieron expandirse.
En la segunda Akira, las obras y la aparición de nuevos elementos decorativos han sido constantes. En la planta de arriba, además de ‘la catedral’, hay un rocódromo, la entrada a escala real del 221b de Baker Street en el que vivía Sherlock Holmes y varios elementos del mundo de Tolkien: dos imponentes Argonath de más de dos metros de altura y que también parecen esculpidos en piedra (aunque en este caso se nota, al tacto, que es poliestireno) y los árboles luminosos de Valinor, para que tampoco falte el espectáculo lumínico.
Los Argonaths de El Señor de los Anillos dan paso a la parte de libros 'convencinales' de la libería. Al fondo, la entrada del 221 b de Baker Street. / Alba Vigaray
En el mismo piso hay otro espacio, enorme, dedicado a libros ‘convencionales’ de narrativa o ensayo. Manda, por supuesto, la ciencia ficción, y hay secciones especiales como la de historia militar. Pero también están los libros de María Dueñas o las últimas novedades de Anagrama. Un rincón amplio está dedicado a la literatura infantil y juvenil. Allí, además de cuentos, libros ilustrados y mucha saga de fantasía romántica, hay también unas pegatinas en el suelo para que se entretengan los más pequeños. Un camino de losas en el que a veces se juega a la rayuela y a veces al Twister, explica Marugán.
Los hermanos Iván (izda.) y Jesús Marugán, con el premio Eisner recién conseguido. / Alba Vigaray
En la planta de abajo, con un aspecto de librería más tradicional, entre la sección de manga y la de cómic americano (ahí dominan de manera aplastante los superhéroes) plantaron una casita del Hobbit que ahora es un pequeño almacén. Hay un R2D2 de tamaño real, y una gran S de Superman preside la zona de caja. Una vitrina guarda los premios conseguidos y se pueden ver un montón de fotos de ‘amigos’ de la tienda que han pasado por esta o con los que se han encontrado en las citas internacionales: desde el director Álex de la Iglesia al cantante David Muñoz (mitad de Estopa) o a John Romita, mítico dibujante de Spiderman. Pero el verdadero tesoro se esconde, literalmente, tras las estanterías: el ‘museo’ es una sala de exposición que también hace de espacio multiusos para eventos o proyecciones.
En esa sala semisecreta, los protagonistas son los originales de cómics míticos que Jesús y compañía han ido comprando a lo largo de los años. La joya de la corona es una página original de Watchmen que, según él, es “nuestra Gioconda, porque páginas de Watchmen como esa en el mundo hay… 24 por 12”, dice en referencia a las 12 entregas mensuales de 24 páginas que conformaron la primera edición. Comprarla fue un esfuerzo económico muy importante (hoy en día podría llegar a alcanzar los 50.000 euros en el mercado, asegura), pero hay gente que llega desde otros países solo para verla. “Antes de la guerra de Ucrania venían muchos rusos”, cuenta. Además de los originales, hay también una vitrina llena de muñecos, con mucho ‘clic’ de Playmobil de series oficiales especiales pero también muchos hechos ex profeso para ellos: los Beatles cruzando Abbey Road, por ejemplo. Y una máquina de arcade customizada con elementos de Star Wars.
Innovación y trabajo
A lo largo de la conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, Marugán insistirá en cuáles son las claves del éxito de Akira Comics, las que les han permitido conseguir el Eisner y tener un espacio tan imponente como este del que, con la ayuda de su web y app de compra online, viven en total 13 personas: “Ser innovadores y trabajar más que los demás”. Habla mucho de pasión por la viñeta, pero también por la lectura en general, y describe con orgullo otro elemento que diferencia a su negocio de otras librerías de cómics: cómo cuidan a los jóvenes lectores.
“No creo que ninguna otra librería, y no solo de cómics, tenga una planificación como la nuestra para formar a nuevos lectores. Empezamos en 2011 con los cuentacuentos, y ahora ese público es casi adulto. Ya son lectores-clientes”. Dice que muchos compañeros se quejan de que la clientela envejece. “Y yo les digo: claro, pero es que tú no haces nada por conservarla”. Si se bucea en su web, más bien una ambiciosa plataforma en la que se mezcla la venta online con el entretenimiento y la divulgación, se pueden ver los talleres, clases o grupos de lectura que tienen para jóvenes de diferentes edades, a los que Marugán distingue como en las categorías inferiores de los clubes deportivos: alevines, cadetes…
Uno de los árboles de Valnior en la zona de literatura 'convencional' de la tienda. / Alba Vigaray
Todo ese tejido permite que Akira lleve años funcionando muy bien. Tanto, que Marugán dice no temer la competencia de gigantes como Amazon. Más bien al contrario. ‘A mí Amazon me da clientes, porque llega a sitios donde yo no llego. Una persona que conozca los cómics por Amazon, si le gustan, va a buscar en internet y va a encontrar mi web. Y si entra, te la ganas como cliente’. Lo que hacen ellos, explica, es dar a quienes les compran un valor añadido, desde un trato más personalizado hasta un embalaje que no tiene nada que ver con lo espartano del gigante del comercio electrónico.
Su segundo Eisner
Fue en 2012 cuando Akira Cómics ganó por primera vez el Will Eisner Spirit of Comics Retailer Award, el premio que reconoce a la mejor librería de tebeos del mundo. Entonces, la tienda no era exactamente lo que es ahora, pero ya se reconoció el compromiso y la creatividad de sus dueños. En teoría, el mismo negocio no podía presentarse otra vez al premio, pero las bases cambiaron hace unos años y, si este era capaz de demostrar que había experimentado algún cambio notorio, podía volver a hacerlo. Para entonces, Akira ya se había convertido en la especie de parque de atracciones que es ahora, y los Marugán no dudaron presentarse.
Un rosetón muy particular preside, en 'la catedral', la zona de cómics infantiles y juveniles. / Alba Vigaray
El año pasado hubo un primer intento, pero quedaron finalistas. ‘Yo iba muy ilusionado y fue un golpe muy duro’, recuerda Jesús. Cuando el pasado 26 de julio se celebró la nueva edición, no quería animarse demasiado para no estrellarse de nuevo. Por eso, cuenta, cuando iban a anunciar el premio ‘yo estaba mirando al suelo, y en el momento de decir mi nombre, no supe cómo reaccionar’. Recuerda las lágrimas de emoción de su buena amiga Jennifer Haines, la propietaria de The Dragon, una librería especializada canadiense, regentada solo por mujeres, que ganó el premio ex-aequo con Akira en 2012.
A pesar de todo, Jesús Marugán reconoce que, si no hubieran ganado, tampoco habría sido tan grave. Al fin y al cabo, el viaje a la Comic Con, la feria de San Diego en la que se entregan, con sus contactos y sus charlas, ya le sirve para lo que realmente le importa, que es seguir avanzando en su negocio. ‘Lo dije al recoger el premio: tengo que daros las gracias porque parte de culpa de este premio es vuestra, porque venir aquí en varias ocasiones me ha dado ideas que en mi país ni se te pasan por la cabeza’. Se diría que Akira Comics, más que una libería, es un brainstorming constante. Un laboratorio con sede en un rincón a priori tan insospechado de Madrid como el Barrio del Pilar.