Standstill disfruta de su regreso con ‘justicia poética’ nueve años después

Lo dejaron allá por 2015, cuando se percataron de que aquello que los unía, “una especie de fe”, comenzó a flojear y se vieron “haciendo cosas por inercia”, confiesa Enric Montefusco. Difícilmente podían entonces imaginar que el grupo, Standstill, regresaría casi una década después por la puerta grande, acogido por escaparates de gran formato como Sonorama, Tomavistas, Vive Latino, BBK Live o Vida. Y tras la gira de festivales, llega otra de salas, que trae a este grupo troncal del rock explorador, hijo de la estética y la ética hardcore, este sábado a la sala Apolo de Barcelona. 

El regreso de la banda barcelonesa “no responde a una decisión muy racional”, hace notar Montefusco. Simplemente sus cuatro integrantes (añadamos a Ricky Falkner, Ricky Lavado y Piti Elvira) se dieron cuenta de que “los motivos por los que el grupo se separó ya no eran vigentes”. Habían hablado en aquella época del esfuerzo que comportaba “abrir camino, superar obstáculos y hacer cosas que se acabarían entendiendo pasado el tiempo”. ¿El momento de un reconocimiento transversal ha llegado, con el calor dispensado por un público ampliado y bandas que los toman como referentes? “Nunca fluyeron las cosas con Standstill, y en cambio, en esta gira, todo va solo. No habíamos hecho jamás una gira de salas como esta, ni como la de festivales, actuando en prime time. Pero yo intuía que llegaría la hora de cierta justicia poética”, cavila el cantante y guitarrista. 

La Europa ‘okupada’

Los orígenes de Standstill se sitúan en 1997 y su primera etapa tuvo que ver con poner un pie en el circuito europeo más underground, frecuentando casas okupadas y abriéndose paso de la mano del sello BCore y de otro alemán que apostó por el grupo, Defiance Records. “Girar por Europa en condiciones precarias fue de las mejores experiencias, porque nos permitió vivir de nuestro sueño”. En tiempos de The Ionic Spell (2001), Montefusco llegó a trabajar en un banco durante año y medio, pero los avances del grupo le forzaron a tomar una decisión. “Por suerte. No sé si habría aguantado allí, estaba muy deprimido”. 

Aunque su punto de partida estilístico estaba en el hardcore, Standstill siempre ansió ir más allá, haciendo aflorar ciertas contradicciones. “Nos dimos cuenta de que aquel era un mundo valioso pero cerrado. Desde el principio tuvimos claro que nuestro camino era la búsqueda, no quedarnos en un hardcore canónico”, reflexiona Montefusco. El giro más delicado fue el salto del inglés al castellano en 2004. “Me sentía impostado, como si tratara de imitar a los grupos que me gustaban. En aquel momento nadie cantaba en castellano, y en el entorno hardcore no se entendió”.

Reserva de valores

Pero, con la distancia, observa como ciertos ideales de aquella escena han expandido sus contornos. “El hardcore es como una reserva de valores y hablaba de cosas que ahora están a la orden del día: preguntarte si quien manda está al servicio del ciudadano o de las corporaciones, quién decide lo que comes y lo que lees… En los 90, solo en reductos muy acotados se hablaba de estos temas”, rememora. Standstill se aventuró en las puestas en escena con ingredientes teatrales, ahora más frecuentes. “Hace quince años, solo por llevar un telón ya te soltaban ‘¿quién te crees que eres?’”.

Montefusco se distanció de lo que percibía como “los clichés de la música anglosajona” en sus tres discos en solitario. “La música más popular y de raíz me salvó”, estima. Pero ahora, Standstill vuelve a emerger como un lugar natural. “Y viendo las cosas de manera más relajada, porque me he demostrado, a mí y a todos, que no soy solo eso”. Firma la música del montaje teatral Acto de fe, de Olga Blanco (estrenada este otoño en los Teatros del Canal, en Madrid), y sopesa si ha llegado la hora de volver a componer para Standstill. “Cuando acabe esta gira lo valoraremos. Por ahora, asimilamos la experiencia. Estamos muy ilusionados”. 

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