El grito desesperado del sector sanitario durante la pandemia parece haberse quedado en el olvido, como todo lo que aseguramos que habíamos aprendido con ella, pero Carlos Montero, creador de series como Física o Química y Elite se rebeló de esa situación y, despojándola de esa cuarentena que no queremos recordar, decidió convertir esa justa reivindicación en un drama hospitalario, con un elenco de lujo, que recreara la situación insostenible que aún viven. Y nada mejor que plantear que el personal del Hospital Joaquin Sorolla acabara convocando una huelga. Una huelga salvaje, sin servicios mínimos. Algo en la realidad impensable, imposible, ilegal, pero para eso está la ficción. Para plantearnos situaciones límites y hacernos reflexionar. Que es precisamente lo que consigue Respira, la serie que estrena Netflix este viernes, 30.
“Somos supervivientes de la pandemia. Necesitamos pasar página, pero hemos pasado página de demasiados cosas, pero dieron la vida por nosotros y es una pena que los olvidemos”, argumenta Montero. Por eso no aparece la pandemia por ningún lado, pero sí la lucha diaria en los hospitales públicos. “Respira responde a mi necesidad de aportar un granito de arena, porque soy un ferviente defensor de la sanidad pública. Aunque tampoco quería hacer un panfleto, porque entiendo perfectamente las políticas de derechas, ya que ellos, a su manera, también están intentando suplir la falta de recursos. Para mí, de una manera equivocada, pero la entiendo”, dice, ponderado.
Una huelga salvaje
Esas dos ideas son las que se plasman en esta historia en la que, además del trabajo frenético del equipo de urgencias, se habla de las emociones, deseos y cómo afecta esa implicación a las relaciones personales de unos médicos y personal sanitario que se enfrentarán a situaciones muy límite. Y esa huelga convocada en el hospital les plantea un dilema moral que les lleva a posicionarse. Al frente de esa postura radical se encuentra Néstor (Borja Luna), un brillante oncólogo de espíritu inconformista, al que secundarán o no Pilar (Aitana Sánchez Gijón), una cirujana que triunfa en su trabajo, pero no tanto en su vida privada; Jésica (Blanca Suárez), una doctora que practica su profesión con eficiencia y frialdad, a la que una tragedia le hará quebrarse, y Biel (Manu Ríos), un residente sensato y responsable que deberá decidir a qué bando se apunta, pese a su frágil lugar en el hospital.
“Yo entendía muy bien las dos posturas y me apetecía mucho explorarlas”, dice el creador, consciente de que la serie no dejará indiferente. “Si consigo generar un poquito de debate, que dé que hablar, será fantástico”, confiesa. Por su parte, Lluís (Alfonso Bassave), el flamante director del centro, tiene claro cuál es su deber. Su nuevo puesto le aleja de sus antiguos compañeros y le hace estar en contacto directo con el poder, que en la serie representa Patricia Segura (Najwa Nimri). La presidenta de la Comunitat Valenciana acude al hospital por casualidad y acabará conociendo muy de cerca esa sanidad pública que ella quiere finiquitar para implantar la privatización. Más política que mujer, aunque acabará mostrando a ratos su vulnerabilidad, recuerda a algunas de las dirigentes que aparecen en los telediarios. “Tiene un poco de todas. Algo de Ayuso, pero también de Esperanza Aguirre. La única actriz en la que pensé para interpretarla era en Najwa Nimri’ asegura Montero. Y así fue.
Un hospital casi real
Para recrear ese hospital público se montó, en los estudios que tiene Netflix en Tres Cantos, un centro de dos plantas en el que se ha recreado hasta el mínimo detalle. Incluso los carteles que cuelgan en las paredes con consejos médicos llevan el nombre del hospital. “Lo único que lo diferencia de uno real es que no tiene olor a lejía, a desinfectante”, señala el creador, mientras explica que era imprescindible crear ese plató. “Con los pocos hospitales que hay, no podíamos ir a fastidiar”, sostiene. Como no podía ser de otra manera, también se ha buscado el máximo realismo en los protocolos, lenguaje y modos de proceder del personal. “Como guionistas hemos tenido asesoramiento. Y médicos siempre en el plató. Porque si un actor no sabe cómo coger un bisturí… David Pinillos y Marta Font, los directores, se han encargado de que todo fuera muy realista”, desvela.
Pese a que en Respira se presenta a eso profesionales como héroes, el hecho de mostrar esa faceta humana que les hace muy mortales, demasiado, a veces, podría provocar la queja de una parte del sector. Aunque eso a ellos no les preocupa. “Siempre intento que mis personajes sean humanos, que no sean perfectos. Y, aunque claramente es un homenaje a los médicos y a los enfermeros, , sé que estoy tratando con material humano y los médicos también se equivocan. Y se van de juerga y tienen resaca. Cuando estás vivo te equivocas. Es inevitable. Y eso a nivel narrativo y dramático, es muy rico y me apetecía explorarlo”, detalla.
Curas y golfos
Montero asegura, no obstante, que tiene amigos médicos y se admira deesa vocación, de esa pureza. ‘Parecen más curas que médicos, porque se toman la profesión muy en serio. Pero les hemos obligado a ser héroes en lugar de profesionales por culpa de las carencias”, insiste. En la serie aparece también ese uso lúdico que se le da a los camastros de las salas de guardia. “Mis amigos me dicen que eso es verdad. Los entiendes, porque pasan muchas horas ahí y hay esa adrenalina de estar siempre entre la vida y la muerte’, admite. ‘Cuando salen de una operación de estas dificilísimas de seis o siete horas, sales con una caraga que se parece a la de los actores cuando acaban de hacer una función de teatro. Sabes que están ahí con todo a flor de piel y necesitan descargarse bebiendo o follando”, desvela.
El octavo capítulo, el último, deja a varios de sus personajes en situaciones muy pero que muy complicadas. Eso hace pensar que ya se planea una segunda temporada, en la que conoceríamos qué les ocurre a los principales, pero también a los que dan vida Xoán Fórneas, Abril Zamora, Marwa Makhat, Macarena de Rueda, Blanca Martínez, Victor Sáinz y Ana Rayo. Montero ni confirma ni niega esa posibilidad. ‘Depende del público’, arguye. Aunque confiesa: “Siempre me encanta dejar los finales abiertos, cuando yo quiero seguir”. Incluso ya sabe por dónde tirarían las tramas. “Seguiría con el rollo social y la privatización o no del hospital. Hay una línea muy clara a seguir”, concluye. El Hospital Joaquín Sorolla no ve cercano su cierre.