La carrera arranca con el marcador igualado. Asumido ya entre todos los candidatos que el nacionalismo en alguna de sus formas ganará previsiblemente las elecciones que se celebran el 21 de abril en el País Vasco, los dos partidos en liza buscan diferenciarse uno del otro en un eje clásico que confronta ‘estabilidad’ con ‘incertidumbre’ y estancamiento con ambición. El independentismo de ambos se da por hecho aunque también que esa es una batalla aparcada para tiempos mejores. Queda claro que se han invertido los papeles y que las elecciones vascas se encuentran en las antípodas de las catalanes, donde ERC ha planteado ya una pregunta para un hipotético referéndum y Carles Puigdemont pide un estado propio de forma inmediata.