Mear en el patio trasero

El objetivo de la política en las sociedades democráticas maduras debería ser el aburrimiento. Pasar de la épica del heroísmo transformador a la gestión eficaz y cotidiana de reformas en beneficio de los intereses generales, del desarrollo económico y de la cohesión social. Por desgracia esa evolución se ha interrumpido. En la era de la polarización y de la deslegitimación progresiva de las instituciones y procedimientos democráticos, la política solo sabe crecer alimentando sus propios intereses. La sorpresa de Michel Ignatieff cuando se metió en campañas electorales estuvo en el descubrimiento de que la política tenía vida propia y forjaba y destruía incesantemente sus propias reglas. Lo hacía básicamente a través del lenguaje. Y todo el mundo sabe recitar la cita más conocida de George Orwell: “El lenguaje político está diseñado para lograr que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable y para dar una apariencia de solidez al mero viento”.

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