Llevamos días de manifestaciones rematadas con enfrentamientos con la policía y cargas de los antidisturbios a las puertas de la sede del partido socialista en la calle de Ferraz. Unos días en los que hemos visto también un fracasado intento de condicionar desde el exterior las sesiones parlamentarias del debate de investidura de Pedro Sánchez. La tensión en las Cámaras y ante las cámaras, con desplantes, descalificaciones y acusaciones de golpismo y ruptura de la legalidad democrática, se ha trasladado a las calles (y a la plaza pública que son las redes sociales, en un fenómeno de retroalimentación de lo virtual y lo presencial). Literalmente en algún caso, como cuando los diputados de Vox dejaron el salón de plenos para alentar a quienes se manifestaban frente al Congreso en lugar de escuchar a quienes les replicaban. Las voces más desaforadas de la extrema derecha han hecho que de las concentraciones contra la amnistía de las últimas semanas se haya pasado a un diario aquelarre nocturno.