La misteriosa figura de una iglesia románica de Segovia cuya restauración descubrió unas pinturas murales únicas

Ubicada en las faldas donde se situaba la Sacramenia medieval, al norte de Segovia, se alza la Iglesia de Santa Marina, de estilo románico, nave rectangular y un ábside semicircular con una ventana abocinada. Construida en el siglo XIII, mantiene algunos elementos originales, ya que ha sido reformada en varias ocasiones. Entre ellos está la pila bautismal, que está en el interior del templo. 

Lo más destacado de la iglesia no se descubrió, sin embargo, hasta principios de los años 90, cuando en unas labores de restauración financiadas por la Junta de Castilla y León se encontraron, tras el retablo mayor -que ahora está en el lateral izquierdo-, unas pinturas murales de llamativos colores en el ábside. 

Vista de las pinturas murales que aparecieron en el ábside de la iglesia de Sacramenia después de su restauración. / EPE

Presididas por un pantocrátor dentro de una almendra o mandorla acompañado por un tetramorfos, como sucede también en las pinturas del ábside de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Castrillo de Duero (Valladolid), la decoración mural está fechada en 1436, dato conocido gracias a una inscripción de la propia obra, hallada concretamente en una cenefa que cruza el presbiterio.

Una restauración ‘muy buena’

“Antes no se visitaba mucho la iglesia, sino el monasterio de Santa María La Real, pero desde que aparecieron las pinturas, que están muy bien conservadas, viene mucha gente a verlas, sobre todo historiadores. Es que son unas pinturas muy visuales. La restauración que se hizo fue muy buena”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Luz María Lázaro, alcaldesa de Sacramenia, que ha hecho un esfuerzo grande en los últimos años por potenciar el turismo en la zona, en los límites con Burgos y Valladolid.  

‘Cuando aparecieron fue una sorpresa por la originalidad y lo bien conservadas que están. Uno de los dibujos parece ser el de la propia Santa Marina con un dragón [se trataría de una pasaje de la vida de la santa, cuando escapó de las fauces de un dragón con la señal de la cruz] y otro podría ser San Nicolás de Bari’, relata Juan Cuéllar, historiador, cronista oficial de la Comunidad de Villla y tierra de Fuentidueña y experto en el arte románico de la zona. ‘Aparecen también soldados y mucho vestuario de la época, de la Baja Edad Media’.  

Bajo uno de los cinco arcos de mediopunto del altar, de piedra caliza, aparece a su vez un relieve que sigue siendo un misterio, tanto su origen como su fecha de creación. Hay historiadores que sostienen que es una figura femenina, aunque otros aseguran que es masculina. La talla tiene las manos alzadas, con la izquierda abierta y la derecha cerrada, y un traje de volantes. De gesto inexpresivo, de su cuello pende un colgante esférico. Por la posición de la manos hay quien concluye que es un Cristo en una actitud de bendecir.

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‘He ido con gente a la iglesia y he preguntado mucho y cada uno te da una explicación. No sabemos si es original de la época o se hizo durante alguna restauración. Llama mucho la atención, porque no hay nada parecido en otros presbiterios ni ninguna referencia que lo describa. Hay quien dice que tiene similitudes con algo parecido que apareció en el camino de Santiago’, cuenta Cuéllar, historiador y cronista oficial de la Comunidad de Villla y tierra de Fuentidueña. 

La iglesia presenta además varios altares donde se exponen varias imágenes, como la de la santa que da nombre al templo. Destaca la imagen de Jesús Nazareno, que descansa en una vitrina de la nave lateral. También hay una cruz procesional de plata, que data del siglo XVIII.

Tal y como detalla la alcaldesa, ha sido solo últimamente cuando la iglesia de Santa Marina ha rivalizado con la iglesia del monasterio cisterciense de Santa María la Real, situada en un coto privado a las afueras de la localidad y que solo se puede visitar los miércoles. Se trata del tercer templo más grande de toda la provincia, tras la catedral de Segovia y la iglesia de Villacastín. 

Un claustro que acabó en Miami

El multimillonario William Hearst compró en 1925 parte de la abadia, que acabó en Miami. En concreto, se hizo con el claustro, el refectorio y la sala capitular. Las piedras, desmontadas una a una y numeradas, fueron trasladadas en 11.000 cajas de madera en carretas a Peñafiel y de ahí fueron transportadas hasta Valencia en tren, desde donde partirían en un barco hasta Nueva York. 

El claustro del monasterio cisterciense de Santa María La Real de Sacramenia puede visitarse en Miami. / EFE

El magnate quería el claustro para adornar un palacio que se estaba construyendo en California, pero el crack del 29 paralizó el traslado y las cajas quedaron varadas en Nueva York. Tras la muerte de Hearst, dos empresarios lo compraron para que fuera parte de una atracción turística. Costó 19 meses conseguir montar de nuevo el claustro y las otras salas, algo que la revista ‘Time’ calificó como “el mayor puzle de la historia”, ya que las cajas estaban mal numeradas: el montaje superó los 20 millones de dólares. 

En la actualidad, el claustro está visitable en Miami, donde está gestionado por la congregación de la Iglesia de Saint Bernard de Clairvaux, que le da un uso tanto religioso como turístico a la abadía, llamada ‘Ancient Spanish Monastery’. Entre otras cosas, se celebran bodas en su interior.

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