Para muchos narradores británicos contemporáneos, parece irresistible situar alguna de sus ficciones en el territorio victoriano, que constituye la edad de oro de la novela inglesa, hasta el punto de que ya podemos considerarlo un género. Allí están Expiación de Ian McEwan, Arthur y George de Julian Barnes y el arranque de Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro. Y a poco que pensemos, los ejemplos se multiplican.
Aunque sus poéticas estén imbricadas en el mundo contemporáneo y sus temas queden fuera de la órbita de lo que los victorianos podían permitirse (cuestiones de clase, sexo, divorcios, problemas raciales…), ya sea para medirse o divertirse en un ámbito de referencias reconocible por los lectores, los novelistas de hoy se toman casi como un rito de paso detenerse, aunque sea una vez, en este universo.
En La impostura, Zadie Smith (Londres, 1975) elige uno de los recursos más queridos, de William Makepeace Thackeray a George Eliot, pasando por Charles Dickens: la doble trama. Y mediante la curiosidad disparada en todas direcciones de su protagonista, Eliza Touchet, explora la vida de una figura literaria de segunda fila (con el ego de un purasangre) y un embrollo legal donde nadie es quien parece.
Sobrevuela sobre la novela cierta falta de adecuación entre los materiales puestos en juego y la técnica, entre el despliegue y los propósitos del libro
Aunque en estás novelas victorianas contemporáneas reverberen las estrategias de los viejos maestros, buena parte del reto y de la diversión se inclina a comprobar de qué manera se inscriben en el texto técnicas y propósitos propios y contemporáneos, que impiden la acusación de pastiche y que enriquecen la tradición.
Narradora contemporánea
En este sentido, Smith toma dos decisiones que solo están al alcance de una narradora contemporánea. La primera afecta a las dimensiones del relato. Aunque la novela es tan larga como un volumen decimonónico, está montada mediante una serie de piezas muy cortas, como gags o píldoras informativas, condensadas por el humor, separadas por elipsis y muy elusivas.
La segunda tiene que ver con la dimensión simbólica de la novela, cuyo sentido no se resuelve solo mediante la acción: las peripecias están tan separadas en el tiempo y cuidadosamente seleccionadas y dispuestas que exigen alguna clave que permita interpretar el material. La clave gira, por supuesto, sobre la impostura que se refleja en el título y que en diversos momentos parece pensada para aplicarse sobre un personaje u otro. Este baile del significante es uno de los grandes atractivos de una obra que invita constantemente a reorganizar el sentido del material que ofrece.
Menos lograda está, a mi juicio, la decisión de condensar el relato en breves secuencias narrativas (casi viñetas). Es, desde luego, audaz, pero también se vuelve algo repetitiva y, en cuanto se echa mano de la documentación, incluso perezosa. Sobrevuela sobre la novela cierta falta de adecuación entre los materiales puestos en juego y la técnica, entre el despliegue y los propósitos del libro. No caeré en el desatino de sugerir que a la novela le sobran páginas (una licencia pretenciosa para cualquier crítico ante una escritora de esta envergadura), pero sí que la propuesta se prolonga durante páginas y cierra un poco en falso.
‘La impostura’
Zadie Smith
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
Salamandra
480 páginas. 24 euros