La Feria del Disco de Ibiza: el paraíso terrenal para los amantes del vinilo

Si usted alguna vez compró vinilos originales de rock de la década de los sesenta y durante décadas los ha guardado celosamente como oro en paño, convencido que con el paso del tiempo se revalorizarían y multiplicarían su precio, lamento decirle que le ha salido el tiro por la culata. Àngel Querol, propietario de Firadisc, me alarga una obra maestra: se trata de la edición original española, de junio de 1967, del ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ de los Beatles. La portada original está en perfecto estado y, en el interior, se conserva la cartulina con el recortable con el que el comprador se podía hacer su propia orquesta de cartón. Increíblemente, este disco cuesta solo 25 euros.

Querol me alarga otro ejemplar y, cuando lo sostengo, me tiembla el pulso: es el ‘Throught the past, darkly’, el grandes éxitos que los Rolling Stones publicaron en 1969 y que recoge algunos temas que solo publicaron en formato single y otros de su breve etapa psicodélica. Además es una edición extraña, con la funda del vinilo recortada en forma de octágono. ¿Qué millonada puede llegar a costar esta maravilla? El vendedor me señala el precio. Unos ridículos 15 euros.

‘El rock de los 60 y 70 ha bajado mucho el precio porque se hicieron ediciones muy grandes y son ejemplares fáciles de encontrar. En cambio, hay otros que están por las nubes’, me comenta el vendedor, ‘¿sabes lo que es carísimo? El rock y el indie de los 90 y los 2000. En esa época se decía que el vinilo desaparecería, todo salía en cedé, y las tiradas en vinilo eran muy cortas. Ahora, estas ediciones originales valen su precio en oro. Por uno original de Alice in Chains, por ejemplo, te pueden pedir 150 o 180 euros’.

Locos por la música

Àngel Querol es uno de los participantes de la Feria del Disco de Sant Antoni. Se ha traído de Barcelona entre 3.000 y 4.000 vinilos y otro millar de cedés. En su anterior vida fue jefe de escaparates de la empresa catalana de moda Mango, hasta que hace veinte años decidió dar un volantazo a su vida: ‘Siempre me ha gustado mucho la música y he logrado que se convirtiera en mi forma de vida. Soy una persona afortunada porque trabajo en lo que me hace feliz’, y este fin de semana está doblemente feliz porque para él es un placer venir a Sant Antoni: ‘Se hacen buenas ventas, el público es agradecido y los organizadores nos tratan muy bien. Y creo que si esta feria se hiciera en verano, sería un exitazo’.

Luciano García todavía no ha podido profesionalizarse. Él es técnico de mantenimiento y la música sigue siendo un hobby. Explica que a los once años, con la paga semanal que le daban sus padres para que se compra dulces o un tebeo, se compró su primer vinilo: ‘Fue uno de Raffaella Carrá’, recuerda. Ahora acumula en casa unos 2.500 vinilos ‘de los que solo escucho unos quinientos’, y los discos que tiene repetidos o que ya no escucha, los vende o los cambia: ‘Esto lo hago por hobby, soy vendedor amateur’. En su puesto encontramos mucho rock clásico, pop, jazz y música electrónica, especialmente house de la década de los noventa: ‘Cada vez viene más gente joven. El vinilo tiene muchísima demanda’.

Lo confirma Pere Terrassa, propietario del sello Runaway, santo y seña del punk en Mallorca desde hace más de tres décadas, e impulsor de la Fira del Disc de Palma. ‘Hay un boom de gente joven que demanda vinilos. ¿Los motivos? Cada uno tiene su teoría. La mía es que durante el encierro de la pandemia, muchos chavales descubrieron los vinilos que sus padres guardaban en casa. Además, ahora como que el vinilo mola. En las películas o en la publicidad, cuando aparece un personaje que es el guay, lo ponen con un tocadiscos y un vinilo en su casa’.

Azul López y Nekane Trives, felices con su disco de Soda Stereo. / D.V.

Terrassa ha llegado a Sant Antoni con 5.000 vinilos y otros 1.500 cedés. Viene con el material marca de la casa y también con producto que sabe que en Ibiza se venderá: ‘Nosotros traemos punk, metal, indie y clásicos del rock. Cuando vengo aquí también traigo mucho reggae porque es un género que en Ibiza tiene mucha demanda, conjuntamente con la música electrónica’.

El arqueólogo de discotecas

Hay vendedores de todo tipo, y uno de los más singulares es Héctor Segovia. En su puesto lo que encontramos, además de cedés de música electrónica, son carteles, flyers, pegatinas, publicidad y memorabilia diversa de las discotecas de Ibiza. ‘Aquí tenemos un cartel original de la discoteca Ku del 1994. Aquí hay otros de El Divino de los años ochenta. Este es de una fiesta de Pachá del año 1995’, me enumera. Según su tamaño, los pósters se venden entre 10 y 30 euros, pero los más caros son los de la discoteca Ku: ‘Son los más cotizados porque son los que tienen mayor calidad. Los mejores los hizo el diseñador francés Yves Uro durante la década de los ochenta. Son obras de arte’.

Segovia es un auténtico sabueso a la búsqueda del fetiche deseado: ‘Lo que tengo de El Divino lo encontré en un almacén y lo adquirí todo. Lo de Pachá se lo compré a uno que trabajaba en Gráficas Pitiusas y que tenía mucho material en casa. Y lo de Privilege he ido ahora, que estaban haciendo las obras, antes de que lo destruyeran todo, fui y rescaté muchos tesoros, como esta caja con banderolas. Es que en muchos casos esto no se valora’. La espinita que tiene clavada es que no pudo rescatar nada de la antigua discoteca Space: ‘Llegué tarde’, se lamenta.

Pero esta feria no tendría sentido sin los compradores, estas personas con las yemas de los dedos parduzcas de tanto pasar vinilos, que observan, tocan, acarician y analizan hasta que un brinco en el corazón les indica de que sí, de que este es el disco que deben llevarse a casa. Sonia Fernández y José Antonio Ramon se han acercado a pescar algo. La música les apasiona: ‘Busco algo de jazz, soul, disco de los ochenta’, comenta Sonia. Comentan que se han aficionado a los vinilos desde que consiguieron un buen equipo de sonido. ¿Y cómo lograron el equipo?

En busca del sonido perfecto

‘Los encontramos en la basura’, dice José Antonio Ramon: ‘Es la única manera que encontrar un tocadiscos de verdad. Los aparatos chinos de ahora tienen una aguja que te destroza los discos y que a las 25 reproducciones ya no te sirve’. Para él los mejores tocadiscos eran los Thomson y Ocnoson, y los antiguos altavoces Vieta: ‘Ya no se hacen máquinas como esas. Estaban hechas para durar, no existía la obsolescencia programada. Yo ya he recuperado dos que encontré de la basura. Si quieres que un tocadiscos suene de verdad, tienes que buscar los de antes’.

Nekane Trives y Azul López son dos mujeres jóvenes apasionadas de la música y visten una mezcla de estética emo y punk. ‘Me he criado rodeada de vinilos ya que mi padre es músico’, comenta Trives. Explican que se han comprado un reproductor y que lo que les gusta es el punk y el rock alternativo. Azul comenta que está buscando vinilos del grupo argentino Soda Stereo. ‘Por allá hay un puesto que tiene rock argentino’, le comenta uno de los vendedores. Al rato, la encontramos radiante, ya que en sus manos atesora una edición original del primer elepé de la banda liderada por Gustavo Cerati, y que se publicó en 1984. En España, las inquietudes musicales son cosa de minorías y, por este motivo, cuando un alma adolescente encuentra a alguien de gustos parecidos, la conexión es inmediata: ‘Es el vínculo de la música’, dicen sonrientes.

‘Es que cuando escuchas en vinilo con un buen equipo de música, es incomparable. Ya no puedes escuchar otra cosa’, comenta Álex Berlanga, otro de los melómanos que ha acudido a la feria. Explica que está buscando rock clásico y música de los 90 y los dos mil, la música que escuchaba durante su adolescencia, y que finalmente se ha decantado por el segundo disco de Linkin Park -‘Meteora’- y el último -‘Ground zero’-. ‘Con el vinilo llevamos desde el 2019, que nos dio la vena y empezamos a comprar ya solo en este formato. Nos pasó que entonces teníamos un tocadiscos barato y no le sacábamos todo el partido. Pero cuando finalmente nos pudimos pillar uno de calidad y con buenos altavoces, la diferencia es brutal’.

Fernando Franco está en la feria como vendedor y también como comprador. En una humilde cubeta de plástico ofrece los discos que tiene repetidos o que ya no escucha. Pero, a la que puede, se escapa al puesto de Firadisc -que está justo enfrente del suyo- para echar un vistazo. Estudia los ejemplares que encuentra en la sección de jazz y después se lanza a por los oldies, hasta que su radar detecta una oferta: ‘Mira, es el pianista Sam Price. Un tipo que hacía honky tonk, boogie, blues. Son canciones de los cincuenta, pero como es un reedición del 1979 va a solo ocho pavos. Venga, me lo llevo’.

Quien se lo vende es Àngel Querol, la primera persona que ha aparecido en este reportaje y con él cerramos el círculo: ‘La tecnología que te permitía escuchar los cedés ha desaparecido. Hay gente que solo podía escuchar cedés en la radio del coche, pero cuando se cambiaron de coche, dejaron de escuchar música en este formato. Por eso, más allá de Spotify o del mp3, la gente que valora escuchar música con calidad vuelve al vinilo. Y además, sigue teniendo precios razonables. El vinilo vivirá, sin duda’.

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