Estamos ante la DANA, o gota fría, más devastadora del siglo y también la más catastrófica, y persistente. ¿Qué ha sucedido, qué elementos meteorológicos se han unido para este trágico fenómeno?
Desgraciadamente así ha sido, como consecuencia de unas precipitaciones de excepcional intensidad (761 l/m²) y drenaje de caudales con 2.229 m³/s en la rambla del Poyo, lo que supone cinco veces el caudal normal del río Ebro en Tortosa. Unos registros que ya nos evocan la trascendencia que los procesos meteorológicos han tenido para desencadenar esa catástrofe en vidas humanas y desolación territorial y social. El detonante ha sido la génesis de una intensa y persistente gota fría que recorrió la Península como columna aérea de aire polar descendente que aspiraba los flujos marítimos húmedos del Mediterráneo para ir rellenándose y tomando cuerpo con una superficie marina 5 o 6 grados más cálida (23-26º) que la masa aérea fría suprayacente, que explotó.
Y quince días después de la primera DANA, hay un segundo episodio… ¿Qué está pasando?
Sin duda, lo que pasa es que persisten, al menos parcialmente, las condiciones que generaron o potenciaron la dinámica atmosférica de la primera DANA de finales de octubre. En este orden de procesos, entre otros, debemos situar las elevadas temperaturas superficiales del Mediterráneo, con 2 o 3 grados sobre los valores de 19-20º de media frente a las costas de Castellón. Es una gran anomalía. No cabe duda de que la causa directa de estas grandes ciclogénesis reside en las grandes anomalías registradas en la distribución hemisférica de la energía. Y que se han ido acumulando. En este orden de procesos, la atmósfera se comporta como un gigantesco condensador que descarga bien con erupciones de aire frío o bien con dorsales cálidas, que son como grandes montañas en el océano con temperaturas más altas que pueden influir en el clima y en cómo se mueven las corrientes de aire y agua, que son las que bloquean y rompen la circulación zonal. Estas anomalías pueden ser más intensas en el marco del actual proceso de cambio climático.
Habrá más gotas frías a medida que suba la temperatura del Mediterráneo
¿Por qué ha sido tan intensa, por qué se ha cebado con el norte de la provincia de Castellón y sobre todo en la zona cero de Valencia?
Esta es precisamente una de las interrogantes que mejor define las especiales dificultades que se presentan en el análisis del clima mediterráneo. Un rincón endiabladamente autárquico, en el que juegan un importante papel los factores geográficos interaccionando con los atmosféricos. Una interacción que es clave en las situaciones de gran inestabilidad como las sobrevenidas sobre la Comunitat. Y es que, aquí, los flujos aéreos determinados para su relleno por la aspiración de la columna depresionaria de la gota fría llegan con una gran carga húmeda. Y ésta se encuentra con los relieves ibéricos y béticos que cierran a poniente el llano litoral y que potencian la inestabilidad, determinando violentas subidas de la masa aérea, de acuerdo a la dirección y fuerza de unos flujos marinos extraordinariamente variables. Y estas ascendencias son clave en la intensificación de las precipitaciones. Por eso, es en las zonas altas cortan el paso al viento más transversalmente donde está el origen de las precipitaciones más intensas. Así ha sido ahora en Els Ports y, mayormente, en la zona sur de Valencia, que es la antesala húmeda de la Comunitat, con más de 1.000 mm de precipitación media anual, y que cierra sobre los relieves béticos de Enguera, Mariola, Aitana y Montgó, en su salida a los cabos de San Antonio y de la Nao, provocan sobre los vientos de gregal. Como se suele afirmar, la atmósfera dice el cuándo y la orografía del territorio dónde y cuánto va a llover.
Doble cuestión: ¿Nos esperan más fenómenos meteorológicos como este? ¿se van a extremar?
Como hemos afirmado, la causa directa de estas grandes ciclogénesis reside en las grandes anomalías registradas en la distribución hemisférica de la energía. Esta ha sido la situación detonante ahora, con unas anomalías que podrán ser más frecuentes con un Mediterráneo más cálido, como consecuencia del proceso de un cambio climático. Especialmente en otoño e invierno, el Mediterráneo es un manantial caliente para la masa atmosférica, mientras que en verano, su función refrigeradora baja. El campo térmico va a ser decisivo para unos intercambios energéticos atmósfera-mar claves en el clima mediterráneo. En efecto, no es un puro efecto del azar que el 70% de las lluvias de más de 60 mm en 24 horas se concentre entre septiembre y noviembre, de noche o madrugada.
¿Es esto una consecuencia directa del cambio climático?
Sí. Si bien dentro de una extrema prudencia sobre el proceso de cambio climático. En el eje de este proceso se halla el aumento de la temperatura media en la región mediterránea (Comunitat y Murcia). Esta temperatura ha aumentado 1,5º durante los últimos 40 años. Un calentamiento dramático, verificado satelitalmente y que, de este modo, podría potenciar la irrupción de ciclogénesis intensas, gotas frías o DANA. Potencialmente, esta enorme anomalía de temperatura acumulada en el seno de las aguas mediterráneas podría ser un factor favorable para estos procesos, especialmente en una superficie marina notablemente cálida, con 29-30 grados, que supone un gran desequilibrio energético. Y esto ocurre, en escalas de tiempo y espacio que, lamentablemente, todavía la ciencia meteorológica no es capaz de precisar, y que serán cada vez más imprevisibles.
En las ciclogénesis, la atmósfera dice cuándo y la orografía dónde y cuánto cae
¿Cómo funciona ese choque de masas de aire frío y caliente?
Le explico: nuestro sistema climático viene activado por la gigantesca máquina térmica que funciona con dos fluidos atmosféricos, frío al norte y cálido al sur, cuya compleja dinámica interactiva determina las variaciones del tiempo. Y es la dilatación hacia el norte de la masa de aire tropical puede ser la principal manifestación del proceso de cambio climático. Una masa cálido especialmente intensa en verano y otoño, coincidiendo con la mayor verticalidad de los rayos solares y la contracción de la masa de aire frío por la reducción de masa de hielo polar, manantial del aire frío. Una dinámica simple que explica el constante cubrimiento que la masa de aire africana ha tenido durante estos meses sobre la Península y Europa, alimentando las olas de calor sobrevenidas, y que podría colapsar la irrupción necesaria de drenajes de aire polar.
¿Estamos en Castellón preparados para estos fenómenos tan erráticos con el cambio climático?
Lamentablemente, las evidencias han mostrado la gran falta de preparación que tenemos. Por ello, los protocolos de mitigación y adaptación son ya urgentes, con políticas de gestión y transferencias del agua, así como la prevención de avenidas mediante una ordenación territorial adecuada. Sin duda que la mejor política será la de mitigación y adaptación a esos procesos climáticos extremos. Procesos que podrían acentuarse en un cambio climático. Por ello, junto a la actividad preventiva de Aemet y la eficaz codificación de sus señales de alerta para organismos públicos y sociedad, es de urgencia la gestión y ordenamiento de los cauces y especialmente de las salidas de la escorrentía, así como la regulación hidráulica en la red de embalses.