Jonás Trueba, cineasta y escritor: ‘El cine es una manera de estar en el mundo que a mí me ayuda mucho’

Para ese cinéfilo llamado Jonás Trueba (Madrid, 1981), que además es cineasta, productor y escritor, el cine dialoga de manera íntima con el resto de las artes y mantiene una estrecha relación con la vida. Así lo entiende él, y eso trata de reflejar en sus películas, prolongación de esa realidad que a veces resulta imposible habitar sin ayuda de la ficción. Por eso recurre a sus grandes maestros, a Truffaut, a Rohmer y a Kiarostami, pero también al cancelado Woody Allen y, por supuesto, a su admirado tocayo Jonas Mekas, para filmar la vida y, sobre todo, para aprender a vivirla.

De ellos, modelos éticos y estéticos, y de lo que para él significa el celuloide, lo que le inspira y le hace sentir, escribió hace ya unos cuantos años, antes de que estrenara su primer filme, Todas las canciones hablan de mí (2010), y de que montara su propia productora, Los ilusos, junto con Javier Lafuente.

Unos textos a los que, ahora que el éxito, como sostenía Churchill, consiste en ir de error en error sin perder el entusiasmo, ha regresado para hacer memoria, aunque sin miedo al olvido. El montaje resultante es un libro inspirador, El viento sopla donde quiere (Athenaica Ediciones), que motivó una charla en Madrid cerca de su Arcadia particular.

Dice que este libro que ha montado es un arco emocional, no cronológico. ¿También la vida?

Yo creo que sí. Estamos demasiado acartonados con una idea de lo cronológico a muchos niveles, en nuestra propia vida, cuando pensamos la historia de la Historia, la historia del Arte… Me gusta sentir que los tiempos son más movibles y más emocionales y puedes traer al presente cosas del pasado e ignorar cosas del presente que no te sirven, no tienes que estar obsesionado con él.

Al volver a esos textos, ¿se ha reencontrado con un Jonás del que no se acordaba o que desconocía?

Me ha venido bien acordarme de ciertas sensaciones e intuiciones que tenía. El libro está hecho con ánimo de revitalizarme, de regenerarme. Van pasando los años, te vas cargando de cosas, de pesos, y ojalá pudiéramos volver hacia atrás y recordar cosas esenciales, que efectivamente a veces te has olvidado y te alegras de recordar, te alegras de volver a eso.

Asegura que desea que el deseo siga trabajando. Pero ¿cómo se consigue eso en el mundo que ahora tenemos?

No es fácil mantener el entusiasmo, no convertirte en un cínico, como espectador, como creador, en la propia vida… Gran parte del libro está escrita en una época de crisis mundial como la que vivimos ahora, no era tanto el apocalipsis, pero sí había la sensación de fin de ciclo y cambio del mundo. Se comunica con este momento. Es como si el siglo XXI hubiera entrado en la crisis total que empezó en 2008. Estamos en un bosque del que no sabemos muy bien por dónde vamos a salir.

Por eso le digo: ¿cómo logra mantener intacto el entusiasmo?

No es que tenga una receta, pero me agarro mucho al cine, es como una manera de estar en el mundo, de vivir, de percibir las cosas, que a mí me ayuda mucho. Por ejemplo, este año, mientras hacía este libro, lo montaba, he vuelto a organizar proyecciones con amigos para ver películas, casi una especie de cineclub. Dándote esos tiempos, esos pequeños homenajes, esas ritualizaciones de la vida cotidiana… Quiero pensar que por ahí lo consigo.

Jonás Trueba, fotografiado en la librería La Buena Vida de Madrid. / José Luis Roca

¿Y se aprende a vivir la vida mientras se filma o viceversa?

Yo diría que las dos cosas al mismo tiempo. Es como la gran paradoja. Muchas veces, los cineastas dudamos si cuando estamos filmando algo dejamos de vivirlo por el hecho de estar filmándolo. Yo quiero pensar que no, que filmarlo es también vivirlo. A veces no es fácil combinarlo, conseguir el equilibrio, pero en mi caso forma parte de lo mismo.

El entretiempo de la vida es el mejor material creativo, ¿no?

Es lo que más me ha alimentado a mí. Las películas que he hecho estos años están totalmente alimentadas de esos entretiempos de la vida. Hemos reivindicado mucho que se podía hacer cine con eso, que no hacían falta las grandes historias, que hay otros que nos podemos querer concentrar en filmar lo cotidiano, incluso lo que llamamos tiempos muertos, que no son tiempos muertos, son la vida misma, muchas veces son los tiempos verdaderos, me atrevería a decir.

Lo que llamamos tiempos muertos no son tiempos muertos, son la vida misma, muchas veces son los tiempos verdaderos, me atrevería a decir

¿Cuánta vida suya es cine?

Prácticamente toda, es un poco indistinguible. Llega un punto en el que he aceptado que la vida y el cine para mí se confunden y es porque, para mí, el cine forma parte de la vida, no lo quiero disociar. Supongo que como para ti la literatura. Ha habido, sigue habiendo, esta especie de acusación o sospecha sobre los que vivimos de la literatura, o del cine, o lo que sea, como si viviéramos disociados de la vida, y yo creo que no.

Más bien al contrario.

Al contrario. El hecho de seguir confiando en una novela, en un libro, en una película, es un voto de confianza enorme que le damos todavía a la vida, de querer atraparla, de querer sentirla más fuerte.

El problema también está en querer poner límites entre la realidad y la ficción a la hora de crear, cuando esas barreras, que al final son etiquetas, sirven para bien poco.

Sí. A mí nunca me ha interesado mucho eso de los géneros. Ahora parece que incluso la ficción y el documental son géneros, como el cine de terror o el cine español. Es un poco absurdo y un poco falso. Jean Renoir decía que el documental es el género más falso del cine. Lo dice todo ahí, porque efectivamente entiende que hay una manipulación, hay un trabajo sobre eso. Podríamos decir lo mismo de casi cualquier cosa.

¿El cine es su mejor autorretrato?

Sí. Ahora que hay este auge tan bestia de las redes sociales y de la gente autorretratándose todo el rato y mostrándose y dando cuenta de cualquier detalle de su vida cotidiana casi al minuto, yo me he abstenido mucho de las redes. Me dije a mí mismo un día: Yo hago una película de vez en cuando y es como mi red social. No abraso tanto a la gente, sino que doy cuenta de algunas cosas que quiero mostrar a través de una película que he elaborado, que he meditado mucho más. Me gusta pensarlo así. Y es una forma de red social para mí el cine, en el sentido de que hago red con las personas con las que hago las películas, con las que vienen a verlas, me parece una red social mucho más…

¿Menos tramposa?

Menos tramposa, menos impositiva y en una escala que considero mucho mejor, más humana, más posible, más higiénica también.

Jonás Trueba, retratado en el barrio madrileño de Ópera. / José Luis Roca

Un cinéfilo madrileño como usted, que tanto y tan bien ha retratado Madrid en sus películas, ¿qué relación tiene ahora con la ciudad?

Va cambiando. La ciudad cambia mucho, entonces tu relación con ella va cambiando. En los últimos cinco años ha cambiado bastante Madrid, todo este auge del turismo, esta especie de descontrol, ciertamente preocupante, aunque intento no ser apocalíptico ni catastrófica, pero sí que notas cosas, sitios que cierran, sitios que pierdes, otros que aparecen. Las ciudades buenas están en movimiento constante, no hay que estar en guardia con eso. Pero yo tiendo a ser conservador, en el sentido de que me gusta conservar cosas, no soy mucho de usar y tirar. Digamos que mi relación es contradictoria y muy mezclada, depende casi del día que me lo preguntes [ríe].

Seguir confiando en una novela, en un libro, en una película, es un voto de confianza enorme que le damos todavía a la vida

Se lo pregunto porque Madrid es a Jonás Trueba lo mismo casi que Nueva York fue a Woody Allen, ese cineasta… ¿cancelado?

Yo creo que cancelado, sí.

Está presente en el libro, en los textos del principio. Usted no ha dejado de admirarlo.

No, no lo he dejado de admirar para nada. De hecho, estoy bastante en contra de su cancelación y de todo lo que ha girado en torno a él. Me parece que se han hecho juicios sumarísimos, muy rápidos, metiéndolo en el mismo saco que otros personajes que han sido enjuiciados y condenados, que no es su caso. Woody Allen es un cineasta tan importante que por mucho que les fastidie ahora a algunos o por mucho que ahora esté cancelado, escorado, lo hayan orillado, va a ser imposible deshacerse de él, porque es uno de los cineastas más importantes de los últimos 50 años en la historia del cine. Y te diría que pocos cineastas hay en la historia del cine con tal cantidad de películas buenas. Además, ha tenido una influencia, incluso en los que ya se la van a negar o no se la van a reconocer, tan grande… Luego, además, ha trazado un puente entre el cine clásico americano y el cine clásico europeo muy bonito.

Estoy en contra de la cancelación de Woody Allen. Se han hecho juicios sumarísimos, muy rápidos, metiéndolo en el mismo saco que personajes que han sido enjuiciados y condenados, que no es su caso

El cierre del libro lo protagoniza Jonas Mekas, su admirado tocayo, del que aprendió que «la vida no merece la pena ser vivida sin humor y sin alegría, sin amor, sin amigos, sin celebraciones ni rituales». Qué cierto, pero qué difícil conseguirlo, ser capaz.

Es muy difícil, sí. Sus películas te recuerdan eso, porque se nos olvida todo el rato esta cuestión esencial, el lado oscuro siempre está acechando. Todos tenemos las nubes negras, ese punto esquizofrénico y ese lado más neurótico, y luego están las desgracias y las tristezas, el drama de la vida está ahí todo el rato. No dejar que te doblegue no es tan fácil y el arte, ciertas películas, ciertos libros, te elevan el espíritu. Mekas construye esa idea de paraíso que es un parque, unos amigos, una familia y una mesa, un poco de queso y vino, y eso es muy bonito porque es algo que está al alcance de casi cualquiera. Él, desde una cierta pobreza, vivía en una especie de lujo. A mí me gusta mucho esa idea de un lujo pobre o una pobreza de lujo, no sé cómo decir. Creo que es muy mekasiano, muy Ramón Gaya, también, que es otro ser trágico, que se ha visto envuelto en una especie de tragedia de la vida y que, sin embargo, luego ha sabido transmitir cómo se puede vivir con poco y a gusto y conforme.

¿Y cuál sería su paraíso?

Mi paraíso son Las vistillas y es en lo que me he concentrado, también lo que más he filmado y no me canso de filmar. Tengo la suerte, el superprivilegio de vivir en ese trocito de esta ciudad de Madrid, y lo veo como una especie de Arcadia. Ahí lo tengo un poco todo, dos o tres bares que me gustan, unos cuantos amigos que vienen o viven cerca, y con eso soy bastante feliz.

Al final, se trata de llegar a una filosofía vital que nos permita vivir más intensamente gracias al cine, a la literatura, a la creación, ¿no?

Totalmente, sí. Yo creo mucho en esa idea de la filosofía, entendiendo filosofía como actitud de vida. Es difícil, pero en eso estamos aquí. Para mí es conseguir crear una especie de coherencia, que va cambiando, que puedes ir contradiciendo, pero como una especie de coherencia vital en la que tú te sientes conforme con cómo estás y cómo te relacionas con el mundo, con los demás, y las cosas contigo. Es la filosofía entendida de manera básica, pero yo creo que es la manera buena de entenderla.

Y compartirla, ¿no?

Exacto, y poder compartirla, transmitirla, hacerla inteligible.

El viento sopla donde quiere

Jonás Trueba

Athenaica Ediciones

320 páginas

22,50 euros

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