Joaquim Bosch, magistrado: ‘La Fiscalía General del Estado está excesivamente vinculada al poder político’

Ex portavoz de Jueces y Juezas para la Democracia, la asociación judicial progresista; investigador y docente para la formación de magistrados, ha publicado Jaque a la democracia, preocupado ante la deriva autoritaria española y mundial. Titular del juzgado de primera instancia e instrucción de Moncada, localidad valenciana de 22.000 habitantes, ha rechazado varios puestos políticos, y prefiere seguir ejerciendo de juez crítico con el sistema institucional, plantear que la judicatura puede ser un servicio público útil a la sociedad y cuestionar determinadas formulaciones de las leyes. Lector voraz, cinéfilo, cocinilla, juega al ajedrez federado con sus hijos.

En su libro habla del peligro de retroceso democrático. ¿De dónde viene?

Ahora mismo todos los expertos internacionales coinciden en que el peligro procede de los postulados de la nueva extrema derecha, que está impugnando los principios de la democracia representativa plural, y también de posibles mutaciones en la derecha convencional, que, partiendo históricamente de postulados democristianos y conservadores, llega al Partido Republicano en Estados Unidos, con Trump, en Hungría con Víktor Orban, en Israel con el Likud. No es una cuestión de grupos nuevos emergentes, sino de partidos muy implantados que eran grandes defensores de la democracia liberal y que están empezando a dejar de serlo.

¿Qué hemos hecho mal para que muchos jóvenes no valoren la democracia?

Además de que se hayan hecho cosas mal hay que entender que en las últimas dos décadas la revolución digital ha producido transformaciones estructurales en el ámbito económico, tecnológico y social y ha cambiado muchísimas cosas de nuestra vida. También ha cambiado la situación de las nuevas generaciones de jóvenes, que viven mayores inseguridades que la generación anterior: Más dificultad del acceso a la vivienda, de encontrar retribuciones adecuadas, trabajo estable, prestaciones sociales suficientes, de poder articular una vida familiar y de futuro. Muchos de estos jóvenes pueden pensar que las instituciones democráticas no están garantizando sus derechos.

Dice que vamos perdiendo libertades. ¿Pero no se nos llena la boca con lo consolidada que está nuestra democracia?

En España hemos avanzado en algunas materias democráticas, pero los organismos internacionales nos reprochan deficiencias importantes, como los elevados niveles de corrupción política o que hay una injerencia partidista muy notable en la cúpula judicial, con órganos de contrapeso bastante débiles. Todo ello puede favorecer involuciones autoritarias, como ha ocurrido en Hungría.

Joaquin Bosch, magistrado. / Miguel Ángel Montesinos

¿La imagen negativa de los españoles sobre la justicia es merecida?

Yo creo que, en líneas generales, no, pero en algunos aspectos sí que lo es. No son merecidos los reproches a los jueces de la lentitud de los procesos y las insuficiencias del sistema, porque los jueces no tenemos medios para resolver los asuntos en plazos razonables. Y creo que a veces la ciudadanía lanza los ataques a los operadores judiciales y los debería dirigir a los responsables políticos para que lo solucionen. La imagen negativa es merecida por la presencia desproporcionada de los partidos políticos en la cúpula judicial. Influyen muy a menudo en la configuración de los altos tribunales, y esa posible actuación de parcialidad la nota la ciudadanía.

¿En España hay ‘lawfare’?

En España ha habido casos de lawfare con sentencia, y algunos muy conocidos, como la condena del magistrado Salvador Alba por intentar perjudicar la carrera o la actividad política de Victoria Rosell. Debemos poner mecanismos de control y supervisión judicial con tribunales superiores con una fuerte apariencia de imparcialidad, para garantizar que ningún juez crea que puede hacer lawfare, porque si perjudica a protagonistas políticos desde arriba se les puede amparar.

Opina que una de las cosas a cambiar es la Fiscalía.

Uno de los reproches que nos hacen los organismos internacionales, sobre todo las instituciones europeas, es que la Fiscalía General del Estado en España está excesivamente vinculada al poder político, y eso no es positivo para la calidad del sistema institucional. En otros países democráticos no se configura así. Aquí hay una moción de censura, cambia el Gobierno y el nuevo nombra un fiscal general; hay un adelanto electoral, hay un Gobierno nuevo, y nombra al fiscal general. Debería haber más diferenciación entre ambos e incompatibilidades para que personas que han tenido cargos en el poder político no puedan ocupar la Fiscalía.

Rechazó ser consejero de Justicia de la Generalitat con Ximo Puig; secretario de Estado con Dolores Delgado e ir en las listas de Podemos a las elecciones de 2015. ¿La política le echa para atrás?

La política es una actividad necesaria. Decía Manuel Azaña que debía ser el estadio más elevado de la cultura, porque garantiza la convivencia civilizada, la organización de la sociedad a través de una serie de reglas. Y es importante que la ejerzan personas honestas y cualificadas. Pero se pueden realizar aportaciones cívicas relevantes para la democracia desde fuera de las instituciones políticas. Por razones personales y profesionales yo me siento más cómodo trabajando en mi juzgado. 

¿Qué retocaría o mejoraría en nuestra democracia?

Pienso que debemos reformar el sistema de partidos, porque están demasiado distanciados de la realidad, no tienen en general mecanismos suficientes de democracia interna y, al mismo tiempo, han colonizado los órganos que están precisamente diseñados para vigilarlos.

¿Cuando escribió La patria en la cartera, ¿pensaba en el rey emérito?

No, pero en ese libro ya aparecen cuestiones sobre el emérito cuando todavía no teníamos toda la información que tenemos ahora, y sí que reflexionaba sobre que la inviolabilidad y la impunidad son una incitación a delinquir, porque si yo como juez soy impune e inviolable y puedo pinchar los teléfonos de cualquier persona sin ninguna justificación jurídica se me está incitando a cometer delitos por los cuales nunca seré condenado. Por eso precisamente creo que es importante que la jefatura del Estado primero, no sea inviolable, con lo cual muchas conductas del rey emérito se podrían haber investigado; y segundo, que actúe con transparencia, porque si la jefatura del Estado hubiera tenido transparencia hubiéramos podido conocer los ingresos multimillonarios que ha tenido el emérito y el origen de esos ingresos.

¿Qué denotan los audios conocidos del Rey Juan Carlos: poca vergüenza, impunidad, campechanería? 

Denotan que en la alta política y en las grandes decisiones del país muchas veces las cosas no son lo que parecen, y que hay espacios ocultos desconocidos por la ciudadanía, como qué es lo que ocurrió el 23-F. Hay muchas cuestiones que deberían ser aclaradas, porque de esa transición vienen muchos elementos fundacionales de nuestro sistema democrático. Entre las cuestiones a aclarar, cuál fue el papel de Juan Carlos I el 23-F.

Es usted de mucho salir en la tele. ¿Es porque le gusta o lo hace por nuestro bien, para explicarnos las auténticas verdades jurídicas?

Yo pienso que el ser una persona conocida, que tiene acceso a los grandes medios, te da la ventaja de poder generar debates, aportar reflexiones. Y por eso utilizo esa ventana que me dan los grandes medios, especialmente la televisión. Al mismo tiempo, esto te genera la posibilidad de ser un blanco objeto de críticas que me parecen legítimas. Los jueces somos un poder del Estado, podemos ser criticados y cuestionados por la sociedad; y si además opinamos públicamente debemos aceptar las críticas.

¿Tiene algo de juez estrella, de Fallera mayor de la judicatura?

Jajaja, no. La verdad es que no tenemos ese tipo de concepto, pero sí que es cierto que no somos muchos los jueces que opinamos en el espacio público. Y al mismo tiempo es verdad que a los periodistas les gusta conocer nuestras opiniones, porque no son muchos los que se atreven a opinar. Pero no me veo en ese papel de fallera mayor de la judicatura, sobre todo porque tiene unas connotaciones, incluso de belleza, con las que no me identifico [ríe].

¿Y eso de que yendo a un congreso le pararon por la calle dos policías municipales para hacerse un selfie?

Eso es habitual. Una vez llegaba un par de minutos tarde a renovarme un documento, preocupado y disculpándome, y el funcionario se puso muy contento y dijo que quería hacerse una foto conmigo. Estas situaciones pasan cuando eres una persona conocida.

Ante el gran dilema nacional, ¿usted es más de David Broncano o de Pablo Motos?

Yo soy más de David Broncano. Me gusta más su tipo de humor, la agilidad con que lleva el programa y el tipo de temas llamativos; pero no me desagrada ver en ocasiones el programa de Pablo Motos.

¿Qué virtudes tiene al margen de la toga?

Francamente, no me atrevo a valorar mis propias virtudes.

¿No hay nada debajo de la toga?

No hay nada debajo de la toga. Me gusta mucho la frase de Cervantes cuando decía que las alabanzas propias envilecen. Me parece que, en líneas generales, las virtudes y los defectos de las personas se ven muy rápidamente por los demás.

¿Ni siquiera puede considerarse un buen chico?

Intento serlo. Yo creo que es importante que intentemos mejorarnos cada día. Si todos lo intentamos, mejorará la Humanidad en su conjunto y viviremos en sociedades mejores. Ese debe ser el objetivo, pero no me atrevo a afirmar si lo consigo o no.

Después de tanto libro sobre la corrupción y los males que acosan a la democracia, ¿no toca una novela de aventuras? Para que nos deje respirar.

[Ríe] Mi próximo libro me gustaría que fuera una obra narrativa de tipo literario, vinculada al mundo de los tribunales. Me gusta mucho un escritor francés, Emmanuel Carrère, que ha hecho auténticas obras maestras vinculadas al mundo judicial. No estamos hablando de la típica novela policiaca, sino de algo que explore lo que hay debajo de la toga con calidad literaria. Esas interioridades que a veces no se ven, lo difícil que es el trabajo del juez, lo duro que es saber resolver casos que pueden ser muy difíciles, qué hay dentro de la conciencia de quienes impartimos justicia. Me gustaría intentar trasladar literariamente todo esto.

  • Fiscalía General del Estado

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