La jerga tecnológica parece a veces una tomadura de pelo y a veces un delirio poético. La investigación y la digitalización se traducen a menudo en asociaciones de ideas hermosas e imposibles, sintagmas asombrosos que doblegan el lenguaje para cambiar también esa parte de nuestra realidad. Términos como computación en la nube, algoritmos de consenso, datos sintéticos o criptografía cuántica evocan a la vez un mundo antiguo y futuro, reconocible y misterioso. Por supuesto, también pueden provocar desconfianza, frustración o rechazo en la ciudadanía menos familiarizada con el desarrollo tecnológico, a pesar del impacto tan profundo y casi siempre útil que tiene en nuestras vidas.