Si nos pidieran imaginarnos el inicio de una novela negra, muchos de nosotros pensaríamos en el teléfono de un policía sonando en mitad de la noche. Quizá también en una voz misteriosa de mujer que le exhorta a reunirse con ella a orillas de un río dentro de una hora. Por defecto, tras décadas de ficción estadounidense, muchos pensaríamos que el agente al que despiertan pertenece al departamento de policía de Nueva York, la mujer misteriosa que lo convoca responde al nombre de Allison o Nancy, y el río donde han quedado es el Hudson. Cada vez más, sin embargo, los lectores están decantándose por historias que resultan mucho más cercanas y resulta que el policía es ertzaina, la ciudad es Bilbao, la mujer se llama Izaskun y el río es el Nervión. Los libros de lo que se ha venido en llamar en los últimos años Euskal Noir, Txapela Noir, thriller o novela negra vasca, triunfan en las librerías de nuestro país y también en Europa, donde cada vez son más traducidos.
Parece que a los lectores de novela negra, que son muchos y muy militantes, les fascinan las historias que ocurren en las tierras vascas, su atmósfera, su característico clima, sus paisajes, sus tradiciones ancestrales… Todo esto se mezcla para dar vida a un producto literario de primera que puede emparentarse con la novela negra nórdica de Stieg Larsson, Jö Nesbo, Henning Mankell o Camilla Läckberg, entre otros muchos.
‘De entrada, creo que lo que más define al Euskal Noir es el territorio en el que se desarrollan las tramas, que obviamente son los pueblos, ciudades y paisajes de Euskadi y que sirven de telón de fondo pero que también, en ocasiones, se convierten en un personaje más’, afirma Susana Rodríguez Lezaun, periodista y autora de, entre otras novelas, la trilogía de la inspectora Marcela Pieldelobo (Harper Collins), que transcurre en Pamplona, y directora del festival de cine y literatura Pamplona Negra, intentando definir el género. “Hablamos sobre todo de paisajes naturales, de lluvia, de niebla, de zonas agrestes, de ríos… Pero también de tradiciones, de mitología e incluso del idioma. Creo que es un género muy centrado en la tierra, que presta especial atención a la parte psicológica de los personajes, incluso a costa de la acción propiamente dicha”. La escritora reconoce que tiene su utilidad, ‘para que sea fácilmente identificable por libreros y lectores. Y para quienes organizamos festivales siempre es interesante estudiar este fenómeno, proponer lecturas y encuentros, charlar, comparar y descubrir nuevas voces, nuevos títulos y, como en este caso, incluso un nuevo género’.
La autora Susana Rodríguez Lezaun en una imagen promocional. / HARPER COLLINS
Por su parte, una de las autoras más vendidas del Euskal Noir, Eva García Sáenz de Urturi, responsable de la célebre Trilogía de la Ciudad Blanca, con la que arrancaron las aventuras del inspector de la Ertzaintza Unai López de Ayala, conocido como Kraken (que también se llevaron al cine), es plenamente consciente de que cae dentro de esa categoría, aunque opina que “en la literatura siempre se ha atendido a etiquetar o a aglutinar a una serie de autores por algún rasgo común. Eso fue lo que pasó con el boom latinoamericano de los 60, con la Generación del 27… Lo del Euskal Noir no me parece mal. Yo creo que sí que agrupa a una serie de autoras y de autores que escribimos en ambientes o en paisajes de Euskadi y que escribimos thriller, novela negra o policíaca”, explica esta autora, que se hizo con todo un Premio Planeta en 2020 con una novela que no tenía que ver con esta temática. “De todos modos, mi trabajo es escribir, lo de definir el Euskal Noir se lo dejo a los críticos, periodistas, booktubers y demás. Cuando me planteo escribir una nueva novela, no pienso que soy una escritora del Euskal Noir, sino que escribo lo que me apetece, me emociona y son quienes leen esa novela los que descubren los puntos en común con otras y la meten dentro de un fenómeno”.
Una D.O. literaria
A Unai Goikoetxea, que acaba de publicar en Suma de Letras Solsticio de invierno, una novela que hace unos años autoeditó, le parece muy bien la etiqueta. “En mi opinión, se ha convertido en una suerte de denominación de origen literaria. Una forma de filtrar de un plumazo el contexto de la novela de la que cuelga la etiqueta, de centrar al lector en el producto que tiene entre sus manos”, reconoce. No obstante, como le pasa a Eva, no se siente parte de ningún movimiento literario.
El escritor Unai Goikoetxea. / Cedida
“Las etiquetas nacen porque hay demanda y eso siempre es positivo”, argumenta, por su parte, Noelia Lorenzo, la escritora irundarra, que este año ha publicado Purasangre (Plaza & Janés), una novela protagonizada por las ertzainas Lur de las Heras y Maddi Blasco, que ya aparecieron en su anterior libro, Blanco Inmaculado (Plaza & Janés). De cualquier modo, en su opinión, los creadores agrupados bajo este paraguas son “cada uno de nuestro padre y de nuestra madre y quien nos lee habitualmente sabe lo diferentes que somos los unos de los otros. Están las historias de nuestro querido Javier Abasolo, más ácidas y con ese humor que tanto le caracterizaba. Las de Jon Arretxe, que nos habla de la multiculturalidad en Euskadi. Mikel Santiago, por ejemplo, es un autor que trabaja mucho las atmósferas e Ibon Martín la prosa y los paisajes. A Dolores Redondo se le da fenomenal el noir más místico, a Eva García Sáenz de Urturi, el histórico y a Javier Díez Carmona, un noir plagado de denuncia y acción. Susana Rodríguez Lezaun borda el procedimental y Juan Infante, el mundo del hampa. ¡Y otros tantos que me dejo en el tintero! En mi caso, soy más de trabajar las emociones y la psicología. Como ves, hay para todos los gustos, pero sí que nos une el clima, el paisaje y la idiosincrasia de nuestra tierra”.
Noelia Lorenzo, autora de varias series de novelas negras ambientadas en Euskadi. / Unai Novoa
A la hora de escribir, todos los autores reconocen que el paisaje, la cultura y la historia vascas aparecen de forma casi inevitable en sus relatos. “Me apoyo en el homenaje, en el amor, en el pasado, en mis raíces, en todo lo que he vivido, en todo lo que sé y todo lo que me ha alimentado desde niña y que tiene que ver con mi tierra, con mis paisajes, con los rituales y con la idiosincrasia de Vitoria y de Álava sobre todo”, confiesa Eva.
Por su parte, Noelia reconoce también las ventajas de ambientar sus novelas en su tierra y en la actualidad, ya que “es muy cómodo porque apenas tengo que documentarme sobre ello. Yo siempre digo que las novelas nos hacen viajar sin tener que movernos de casa y es lo que pretendo hacer con mis historias”.
Eva G. Sáenz De Urturi, en su ciudad y la de varias de sus novelas, Vitoria. / Cedida
Finalmente, las novelas de Unai, aunque su Bilbao natal siempre está en el centro de la trama, “no son una edición de la guía Lonely Planet, sino un vehículo para contar al lector una historia que le pueda atrapar desde el principio hasta el final, un mordisco a la yugular que le haga replantearse sus convicciones, que le sacuda y le desoriente al tener que encarar una serie de encrucijadas morales. El paisaje, la historia, las costumbres de Euskadi son el medio para lograr ese fin, nunca el fin por sí mismo”.
En definitiva, el auge del Euskal Noir, cada vez más pujante, y que volverá a vivirse el año próximo en festivales como el Pamplona Negra, que se celebrará a partir del próximo 20 de enero o Vitoria NeGrasteiz a finales del verano, no deja de ser, como sentencia Susana, una muestra de la buena salud del género en particular y de la literatura vasca en general. “Creo que la novela negra ya ha demostrado que no vive una burbuja de éxito, sino que está experimentando una tendencia ascendente que no solo cuenta con millones de lectores, sino que cada vez suma nuevos adeptos entre las generaciones más jóvenes. La novela negra es, posiblemente, el género más vivo de la literatura, y por eso está siempre de moda. La salud del noir es, sin duda, excelente”.