Si una start-up de propiedad privada consigue una valoración superior a los 1.000 millones de dólares (unos 920 millones de euros) sin cotizar en el mercado bursátil, está de enhorabuena: se la puede considerar unicornio. Acostumbran a ser tecnológicas y todas ellas cuentan con un fuerte componente de innovación. Con ello redefinen el panorama económico y empresarial a nivel mundial.