‘El Dalí más grande del mundo’, un telón diseñado para un ‘ballet paranoico’, se adueña del Círculo de Bellas Artes

No dirá cuánto pagó por ella en una subasta en Estados Unidos hace 10 o 12 años, pero el galerista Jorge Alcolea hará la oferta más alta por una caja que contendrá en su interior 13 telones pintados por Salvador Dalí. Cuando la abra, descubrirá que están en perfecto estado de conservación y solo tendrá que fijar el pigmento. Los asegurará por diez millones de euros y buscará durante años un lugar donde poder colgar y exhibir esos telones que muestran una montaña enorme, de color negro y agujereada que revela, a lo lejos, la escena de Los desposorios de la Virgen de Rafael. La imagen ilustrará una historia sobre la llegada al Monte de Venus del rey Luis II de Baviera, que permanecerá allí, atrapado y hechizado, y al que se le aparecerán en su locura el escritor austriaco Sacher Masoch, la cortesana y bailarina Lola Montez o las Tres Gracias. Esa será la historia que narre un ballet titulado Bacchanale (Bacanal), ideado por Dalí en 1931, interpretado por el Ballet Russe de Montecarlo y estrenado el 9 de noviembre de 1939 en el Metropolitan Opera House de Nueva York. La pieza, en la que sonará el Tannhäuser de Wagner, personaje con el que se identificará el rey de Baviera, permanecerá en el repertorio de la compañía hasta 1941 y se volverá a representar en 1945 y en 1967, año en que se verá por última vez.

Esos telones inquietantes y surrealistas pintados para un ballet que Dalí definió como “paranoico” y para el que también firmó el libreto, los decorados y el vestuario, cuelgan por primera vez en España, en el Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid. La exposición, titulada El Dalí más grande del mundo y comisariada por Jaime Vallaure, forma parte del programa Navidades Surrealistas de la institución que dirige Valerio Rocco Lozano y coincide con la muestra dedicada a Max Ernst cuando se cumplen cien años del Manifiesto del Surrealismo publicado por André Breton. Los telones se podrán ver desde este domingo y hasta el 6 de enero en horario de mañana y por las tardes se realizarán ‘visitas teatralizadas’ con la puesta en escena de una pieza de danza y performance dirigida por Vallaure, con coreografía de Tania Arias e interpretada por ambos junto a María Santuzzo.

Detalle de la escena de 'Los desposorios de la Virgen' de Rafael pintada por Dalí en el telón central. / CBA

‘Cuando pensamos en esta propuesta, que era una propuesta muy ambiciosa, sabíamos que no podíamos tener aquí a 30 personas de una compañía de ballet, era un reto que sabíamos que teníamos que asumir —explica Jaime Vallaure— y este salto al vacío de trasladar la compañía del Ballet Russe de Montecarlo a tres personas implica un cambio absoluto en la concepción de una experiencia que he pensado no tanto como un ballet, sino como un sueño’. El comisario, artista plástico y miembro de Los Torreznos explica que lo que sucederá en escena, enmarcado por los telones de Dalí, será ‘una experiencia onírica, muy cercana al mundo paranoico, que es como el pintor insistía en llamar a Bacchanale, ‘el primer ballet paranoico’, bajo esa idea de una imagen que entiendes y no entiendes, que te genera placer y angustia, que te genera una alegría y una paz gigantesca y un desasosiego absolutamente profundo. En ese sentido he pensado esta propuesta, no como una reconstrucción del ballet original’, del que se conserva, por cierto, una grabación de 16 milímetros, sin sonido, de 22 minutos.

Dalí imaginó Bacchanale como la primera pieza de una trilogía que incluía también los ballets Laberinto, sobre ‘el resurgir de la tradición’, y Sacrificio, sobre ‘el triunfo de la religión y los valores espirituales’. El artista situó su trilogía en ‘el espacio y tiempo de un sueño’, pero solo salió adelante la primera pieza, en cuya producción también trabajó Coco Chanel, que realizó parte del vestuario y los accesorios. La escenografía diseñada por Dalí que puede verse en el CBA incluye un telón principal y cuatro conjuntos de lienzos a modo de marcos, con el Monte de Venus como imagen central vinculada al mito de Leda y el pecado femenino. En su concepción, Dalí empleará recursos de la pintura flamenca del siglo XV y referencias renacentistas (el cuadro de Rafael), pero también imágenes de calaveras, cajones que parecen formar parte del inconsciente y figuras fantasmagóricas. Bajo lo visible, una dialéctica daliniana sobre el amor y la muerte que el artista articula en un juego de miradas sobre lo visible y lo imaginado.

Dalí pedirá que el ballet no se estrene

‘Esto es una escenografía, no es una pintura —explica el comisario, Jaime Vallaure— y no es la primera escenografía de un pintor para el Ballet Russe, la más famosa es la que hizo Picasso (para el ballet Parade, en 1917) cuando aún estaba vivo el fundador de la compañía, Sergei Diaghilev, pero la mayoría de escenografías están destrozadas o no sabemos dónde están. Este es un caso excepcional. Hay que tener en cuenta que tiene casi 100 años y, a pesar de todo, sigue teniendo la fuerza del pigmento original’.

En la puesta en escena del ballet, al Monte de Venus del telón se superponía un cisne de madera de seis metros de altura por cuyas escaleras ascendían los cerca de 30 bailarines que interpretaban la pieza. El cisne no formaba parte del contenido de esa caja que compró en subasta Jorge Alcolea y se cree que fue destruido para reducir el almacenaje de los decorados cuando la compañía echó el cierre en 1968. Los telones habían pertenecido a uno de los bailarines del Ballet Russe que se jubiló en Estados Unidos, cerca de la Universidad Butler, y decidió donarlos a su Fundación. Dice Alcolea que la institución los tuvo colgados algún tiempo y acogieron ensayos y trabajos de sus estudiantes, de ahí que se hayan mantenido en tan buen estado, aunque en ellos se aprecian “los desgastes del paso de los bailarines entrando y saliendo del escenario”.

Puesta en escena con los telones de Dalí de fondo. / CBA

El galerista, que pagó por ellos una cifra ‘confidencial’, tampoco aventura cuál sería el valor en el mercado de esta obra que, en su parte posterior, lleva la firma de Dalí-Gala: ‘Es muy complicado porque no he encontrado ninguna pieza parecida a esta, aunque sí sé que el Reina Sofía guarda celosamente telones de algunos artistas’. Pero quizá lo más interesante de todo sea que Dalí diseñará y pintará los telones en quince días y, cuando esté todo listo, pedirá que el ballet no se estrene.

Jaime Vallaure, que conoce aquella historia, explica que en junio de 1939, meses antes del estreno, Dalí está en Nueva York y firma el contrato para hacer el decorado: ‘Prácticamente tiene 15 días para pensar todo esto y lo hace, lo consigue, pero vuelve a Europa, a Francia, y el uno de septiembre estalla la Segunda Guerra Mundial. Eso impide que Dalí vuelva y pide que el ballet no se estrene. Ahí hay una sensación de vértigo de que se estrena algo que no se tiene que estrenar porque el artista cree que no está acabado. Y está también el vértigo de los 30 bailarines, que no tenían los trajes de París porque Coco Chanel dijo que si no se hacía como Dalí decía, ella no los mandaba. El vestuario original no se envió y los trajes se tuvieron que reconstruir corriendo, a partir de fotografías, y tenemos constancia de que algunos bailarines salieron al escenario sin el vestuario’.

Vallaure admite que es justo esa sensación de vértigo y salto al vacío que acompañó la puesta en escena de Bacchanale en 1939 la que han querido ‘reconstruir o reinterpretar en la pieza que se podrá ver por las tardes y que contiene guiños, sugerencias e ideas del ballet original y cosas de nuestra práctica cotidiana en el mundo de la danza contemporánea y del arte’.  

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