Durante el período de Guerra Civil española, Madrid fue uno de esos enclaves decisivos para ambos bandos en la conquista. Como capital de España y sede de la Segunda República fue testigo de numerosas batallas y enfrentamientos tales como el de Ciudad Universitaria o del Jarama. La ciudad se mantuvo siempre fiel al bando republicano, hasta su caída el 28 de marzo de 1939, pocos días antes del fin oficial del conflicto.
Se trata de un capítulo más en de la historia de la región, que aún perdura en las mentes de los que lo vivieron en primera persona. Del mismo modo, esto generó una huella imborrable en cuanto a monumentos o edificios que jugaron un papel trascendental en el conflicto. Uno de esos lugares en los que se percibe el pasado bélico es en el castillo de Aulencia o de Villafranca. A día de hoy resulta ser un desconocido por muchos, pero, echando la vista atrás, fue uno de los más importantes en el pasado histórico de España.
Lo que hoy puede contemplarse, a orillas del río Aulencia, son tan solo las ruinas de lo que un día fue. Se encuentra en lo más alto del municipio de Villanueva de la Cañada y sus orígenes se remontan a la época de la Reconquista cristiana y la configuración de territorios señoriales en lo que hoy conocemos como Comunidad de Madrid. Desde entonces fue pasando de mano en mano hasta quedar completamente abandonado y un tanto deteriorado en la actualidad.
Multitud de dueños y pieza clave
Su primera aparición reseñable data de 1450, pese a que su construcción es anterior. Se desconoce de forma exacta el período de levantamiento del castillo, pero los historiadores apuntan que podría ser en el período andalusí, algo que lleva a pensar que una estructura defensiva islámica se encontraba bajo los cimientos del castillo de Aulencia. En cualquier caso, lo que se sabe es que en el siglo XIV pertenecía al noble García Fernández y después pasó a ser propiedad de Alfonso Álvarez de Toledo.
En 1880, Fernando Puig y Gilbert adquirió el dominio del castillo, tras varias décadas intercambio entre poderosos señores del oeste de Madrid. En 1918, la familia Ballesteros se hizo con su dominio y, desde entonces, lo conserva. Al ser una propiedad privada, no se ha podido restaurar nunca ni abrirse al público. Además, su aislamiento, que antaño sirvió como factor de defensa, hoy no juega a su favor para atraer a multitud de visitantes.
Años después, llegó el acontecimiento bélico que más marcó la historia de este castillo. Fue durante la batalla de Brunete, en verano de 1937, una brigada de soldados soviéticos que luchaba junto al ejército republicano, utilizó la fortaleza como refugio, aunque no sirvió de mucho. El bando nacional lo bombardeó y todavía hoy pueden verse algunas señales de aquel violento suceso. Pese a no disponer de una organización detrás que dirija las visitas a este enclave importante de la Guerra Civil, existen rutas y caminos que discurren próximos al castillo y puede observarse desde la lejanía.