La Amazonía es el bosque tropical más grande de la tierra. Surgido en torno a la cuenca del río Amazonas, su extensión abarca nueve países, uno de ellos, Perú. Dos tercios del territorio peruano es amazónico y en él viven medio centenar de grupos étnicos diferentes, cada uno de los cuales posee particularidades culturales propias. No obstante y, a pesar de esta diversidad, la totalidad de esas comunidades comparten una concepción del mundo basada en la coexistencia de humanos, animales y plantas, así como una cosmogonía poblada por espíritus guardianes y dioses que habitan en las selvas y los ríos.
Como sucede con cualquier otro grupo humano, esas comunidades han volcado sus preocupaciones, miedos, anhelos y esa particular forma de concebir el mundo en relatos, canciones —algunas de las cuales se interpretaron en la presentación de la muestra— y diferentes tipos de expresiones plásticas. Unas obras que, después de llamar la atención de los antropólogos, comenzaron a interesar a los expertos en arte contemporáneo y coleccionistas. Por ejemplo, Eduardo Hochschild y Mariana Correa, matrimonio de filántropos peruanos, propietarios de la Colección Hochschild Correa que, con sus más de 3.000 piezas, se ha convertido en una de las colecciones de arte más relevantes de Perú y, en lo que se refiere a arte amazónico, tal vez la más importante del mundo.
'El lago prohibido' (2020), de Dimas Paredes. / CEDIDA
Ahora, una selección esas piezas puede verse en Amazonía contemporánea, una muestra que permanecerá abierta hasta el 6 de abril en el Museo Lázaro Galdiano que, como confirmó durante la presentación de la exhibición su directora, Begoña Torres, ‘continúa así su labor de conectar el arte contemporáneo con el museo clásico’.
Un arte propio
Comisariada por Christian Bendayán y Luis Pérez Oramas, la muestra contiene 80 obras realizadas por autores como Nancy Dantás, Deysi Ramírez, Olinda Silvano, Harry Chávez o Sara Flores, que han sido distribuidas en cuatro espacios. El primero de ellos realiza un breve recorrido cronológico, en el que se contextualiza el arte amazónico y se muestran algunas de sus primeras manifestaciones, en las cuales es notoria la influencia de la tradición y gustos de aquellos europeos que se habían desplazado a Perú para enriquecerse con el comercio del caucho.
Es a partir del segundo capítulo de la muestra cuando, como explicaba Christian Bendayán, los artistas amazónicos, cuyas comunidades habían sido esclavizadas, explotadas y humilladas por los industriales del caucho, comienzan a mostrarse orgullosos de su tradición. Unas piezas en las que, además, se aprecia ya el sello personal de sus creadores, lo que las permite desmarcarse definitivamente de la artesanía, para convertirse así manifestaciones artísticas con un lenguaje propio, que discurre ajeno a las corrientes estéticas y las vanguardias internacionales.
Cuestionar el mundo
Además de desarrollar un arte independiente de la tradición occidental y desafiar los códigos artísticos convencionales, el arte amazónico también cuestiona las propias estructuras de la sociedad indígena. Ejemplo de ello es la serie Chomos voladores de Agustina Valera y Oliver Agustín, unas vasijas con formas de seres mitológicos destinadas a conservar el masato —bebida de yuca fermentada—, que han sido modeladas en cerámica shipiba, técnica desarrollada en exclusiva por las mujeres de las comunidades amazónicas. Este detalle provocó que la coautoría de Oliver Agustín en la creación de esas piezas resultara una suerte de provocación que desafiaba los roles de género de la comunidad.
'La leyenda del Ayahuasca', de Victor Morey Peña. / CEDIDA
Otras de las particularidades de varias de las piezas de la exposición son las representaciones de la naturaleza y, especialmente, de aquellos animales totémicos tal y como se perciben después de haber vivido experiencias místicas provocadas por sustancias enteógenas. En este capítulo destacan los trabajos de Roldán Pinedo Shoyan Sheca y Yando Ríos. El primero, descendiente de un chamán, comentaba durante el recorrido para la prensa que sus pinturas —como aquella que reproduce abigarrada escena en la que uno de esos hombre sabios aparece rodeado de animales mágicos que lo protegen—, son fruto directo del uso de ayahuasca. En el caso de Yando Ríos, sin embargo, esas tradiciones atávicas se mezclan con los movimientos sociales y culturales de su época desde que, en 1969, contrajera matrimonio con la antropóloga estadounidense Marlene Dobkin. A partir de entonces, el contacto de De Ríos con la cultura norteamericana le permitió combinar las experiencias con ayahuasca con las visiones psicodélicas del LSD.
Esa combinación entre tradición, naturaleza y contemporaneidad es también la inspiración de las obras de Olinda Silvano, artista cuya obra se caracteriza por pintar motivos geométricos que hablan de los ríos, de la selva, de las historias que le contaba su abuela y que, al tiempo que preservan las tradiciones, buscan promover mejoras para las vidas de los miembros de la comunidad, especialmente las mujeres. Para ello, además de dedicarse a su faceta artística, Silvano lidera una asociación destinada a mejorar las condiciones de vida de los indígenas, actividad que le ha llevado a ser elegida una de las mujeres más destacadas de Perú por la revista Forbes.
'La leyenda del Ayahuasca', de Victor Morey Peña. / CEDIDA
La internacionalización del trabajo de estos artistas no es un hecho aislado. Además de captar la atención de una cabecera tan prestigiosa como Forbes y formar parte de la colección Hochschild Correa, autores como Sara Flores han logrado que marcas como Dior produzcan una colección inspirada en sus motivos gráficos. Unos ejemplos que demuestran, como afirmaba Luis Pérez Oramas, que la Amazonía no es únicamente un ‘reservorio de culturas, técnicas’ o expresiones culturales atávicas. En opinión del comisario, la Amazonía es el territorio por el que, inevitablemente, pasa el futuro de la humanidad tanto en lo que se refiere a lo cultural como a su propia supervivencia, habida cuenta de la importancia que tiene como pulmón del planeta.