Corina Oproae, escondida entre palabras

Es la memoria de los cachorros del Este que, décadas después del trauma, empieza a ver la luz. Es el turno ahora del terror que ejercieron los Ceaucescu, de la mano de la poeta Corina Oproae (Transilvania, 1973), quien, con su primera novela, escrita en castellano, se ha alzado con el Premio Tusquets. De nuevo una niña refugiada bajo una mesa, levantando con libros un muro alrededor que se convierte en ventana desde la que observar una realidad inenarrable, porque «cuando uno no tiene libertad para mirar y ver, los libros son una ventana abierta al mundo más allá».

La imagen es real: en un escondite de palabras transcurrió la infancia de Corina, apenas perturbada por escapadas fugaces y temerosas al exterior, donde un día su padre le llevó a presenciar como los buldóceres del dictador engullían el pasado feliz de sus súbditos para alienar sus vidas en bloques grises, todos idénticos. Era La casa limón que ahora da título a su premiada novela.

Todo empieza en el aula del colegio: Corina lee a sus compañeros un relato, encargo de la profesora de lengua, y la emoción prende en los niños. Así descubre que el poder de las palabras no está sólo en los diccionarios que devora, en las novelas que sus padres guardan bajo llave y ella acarrea bajo la mesa para construir su atalaya oculta, y en los poemas que recita de memoria, sino que es real y posible.

Escribe desde entonces poesía, por necesidad, dice, o ¿tal vez por el pudor de desnudar su alma de un modo explícito?: «En perspectiva, me doy cuenta de que el poder de conmover con aquel escrito colegial y sencillo en el que retrataba a mi abuela, no era sino la poesía. Empecé a escribir poesía antes de saber lo que significa el pudor. No por elección, sino por necesidad. La poesía está en todo lo que escribo», responde.

Las lenguas y la felicidad

Pero en la Rumanía comunista la lengua no tenía valor, y Corina Oproae va a estudiar Ingeniería. Lo habría hecho de no ser por la revuelta popular (y militar) que ajustició sumariamente al matrimonio Ceaucescu una noche de Navidad. Ya no tuvo entonces reparo en reconocer que su felicidad estaba en las lenguas: estudió Filología Inglesa y también, Hispánicas.

Traductora de oficio y de pasión poeta, cuando su familia se enrola en la migración al nuevo mundo, Canadá, ella solicita una beca en la Universidad Complutense de Madrid, desde donde recala en Barcelona en 1998 siguiendo al amor. Aquí ha publicado tres poemarios, dos ensayos sobre poesía, en castellano y catalán, y ha traducido, también en ambas lenguas, a los principales autores rumanos. 

Llevaba sin embargo la autora una cuenta pendiente para recuperar la felicidad de aquel castillo ensoñado. Madre de dos hijos («la maternidad es algo que puede hacer que crezcan raíces hacia el cielo»), hace unos años decide llevar a su familia a conocer sus orígenes. La niña, de 7 años, le dice que aquel país le gusta pero que no entiende «de dónde cayó el comunismo».

Era el momento de contarse y contar la verdad encerrada bajo el peso de la historia: se arma Corina de la mirada de la niña que fue y pone palabras al delirio, el absurdo, la mentira, la represión, la delación y el dolor que en su infancia tuvo que entender sin palabras, apenas gestos, miradas, bisbiseos o voces entrecortadas. Y lo hace desde aquella fortaleza imaginaria, que sí, «existió debajo de la mesa del comedor familiar. Con la diferencia de que, antes de irse a dormir, la niña que fui solía devolver los muros hechos de libros a su lugar, a la estantería, y los volvía a colocar cuando regresaba del colegio».

Libros u hogares metafóricos, memorias que ella escribe en español, poemas que ya su madre le leía de niña y que ella muy pronto fue capaz de entender y escribir, y sueños: los sueños que también son su cuaderno de bitácora cuando Coriña Oproae se sienta a escribir.

‘La casa limón’

Corina Oproae

Tusquets

256 páginas

19 euros

  • Libros
  • Novela
  • Crítica de libros
  • Poesía
  • Premios

Related Posts

Load More Posts Loading...No More Posts.