Algunos oficios resultan tan inesperados como especiales, porque los libros llegan a todas partes cuando hay personas dispuestas a acercarlos. Carmen Guzmán era auxiliar de enfermería en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid mientras estudiaba Filología en la UNED. «La lectura siempre ha sido mi pasión, desde muy niña», cuenta.
La biblioteca del hospital era un cuartito abandonado, antes dedicado a los empleados, hasta que en 2008 la doctora Sáenz lo descubrió y decidió abrirlo a los pacientes. Hoy, existe gracias a Fundadeps y la Red Estatal de Bibliotecas para Pacientes, con más de 60 por todo el país, pero la del Hospital Clínico San Carlos fue entonces la segunda en ponerse en funcionamiento.
Durante unos meses, la llevaron voluntarios y estudiantes, hasta que Guzmán tuvo la iniciativa de hacerse cargo y empezó a gestionarla como una auténtica biblioteca. «Inauguramos el carrito de las letras y hacíamos un recorrido por todas las plantas del hospital. Algunos se emocionaban al verlo», recuerda. «Hicimos mucha labor de divulgación, para que todos supieran que podían disponer de aquellos libros», continúa.
Los libros llegaban por donaciones de editoriales, autores, particulares… que estaban encantados de colaborar con el proyecto. Y detalla que los que más lo disfrutaban eran sin duda los pacientes: «Los libros nos abren una ventana al exterior, son un viaje, un consuelo, una desconexión… más cuando estás encerrado entre cuatro paredes».
Guzmán se esforzó, durante los 17 años que llevó la biblioteca, por organizar los libros con un mejor sistema, por hacer actividades para los pacientes, sobre todo para los jóvenes, por ampliar el fondo y la variedad. También peleó por un espacio mayor, accesible, cerca de los pasillos más transitados. Así, toda la comunidad del hospital sigue disfrutando de la biblioteca, de la que ella guarda el mejor de los recuerdos: «Mi alma sigue allí. La echo mucho de menos, creo que no podría haber hecho nada mejor en mi vida».