“En agosto de 2020 quedé con un chico. La cita iba a pedir de boca hasta que en su casa, en un momento dado, todo se torció”. Lo cuenta un narrador que volverá a la suya andando, de madrugada, cruzando el Manzanares por el puente de la glorieta de Cádiz. Le dolerá la garganta y otras muchas cosas que aún no ha localizado ni sabe identificar. Cuando lo haga, sentirá la necesidad de contárselo a sus amigas, de entender qué le ha pasado, y leerá a bell hooks, a Despentes y a Pasolini, llamará al servicio de atención a víctimas de violencia de género y a la sección de violencia intragénero de Arcópoli. Ese narrador, el creador Carlos Pulpón, decidirá entonces escribir una pieza teatral con su compañía, Quemar las Naves, que empezará a construir en el Festival Surge de 2021 y estrenará un año más tarde en el Festival de Otoño. Se titulará Bob o nunca nadie: la questione del consenso y será una conferencia performativa en torno al consentimiento desde una mirada queer. La pieza acaba de trascender el escenario para convertirse en un libro, publicado por la editorial Holográfica, en el que su autor usará el universo de la serie Twin Peaks para contar su historia: elegirá a su protagonista, Laura Palmer, como interlocutora y alter ego; y a ese ente siniestro llamado Bob que David Lynch convirtió en culpable de la muerte de Palmer, como la encarnación del abuso y un símbolo de la posibilidad de convertirnos todos en agresores.
Carlos Pulpón (Madrid, 1992) lleva años desarrollando una práctica artística en la que conviven las artes vivas, la cultura pop y textos académicos, un universo que habita en piezas que parten de una experiencia personal pero defienden un relato colectivo. Además de trabajar con su propia compañía, ha colaborado con El Conde de Torrefiel, Rimini Protokoll, Rodrigo García, Sharon Fridman o Victoria Aime. Fanático de Twin Peaks, Pulpón recuerda que estaba una noche con su expareja viendo en casa la película Fire Walk With Me (Fuego camina conmigo) que Lynch estrenó en 1992, tras la segunda temporada de la serie, y entendió que “la historia de Laura era un faro: sus luces y sus sombras, su sonrisa, su entereza”, escribe en el libro. “Me di cuenta de que la historia de Laura Palmer es, entre otras muchas cosas, una historia de incesto. No es mi caso porque mi padre es divino, pero de repente la vi como una especie de santa patrona de las violadas y las agredidas y, también, como un símbolo de fuerza ante todo eso porque, aunque ella se vuelve un poco loca, consigue romper el ciclo del abuso”, explica en una conversación con este diario.
Carlos Pulpón, en una imagen promocional. / CEDIDA
Para quienes no vieron aquella película y las tres temporadas de la mítica serie de David Lynch, Pulpón aclara que “el espíritu Bob posee al padre de Laura, que abusa de ella durante toda la infancia y después la mata. Y Bob le dice a Laura muchas veces ‘quiero que seas mía’, pero aunque la viole y le haga de todo, ella se resiste a que Bob pueda hacer el mal a través suyo, rompe ese ciclo del abuso y por eso la matan, de ahí que para mí ella sea una especie de mártir”. Pulpón hará de Bob o nunca nadie: la questione del consenso un artefacto literario que se disparará a partir de una experiencia personal como víctima de una agresión sexual: “Seguro que hay mujeres que pueden contar historias muchísimo peores, pero era la primera vez que me pasaba y, reflexionando sobre ello, me he dado cuenta de que antes hubo situaciones igualmente violentas y que no fueron consentidas, pero esta experiencia fue lo que a mí me despertó, de repente, la conciencia sobre esto y una confusión que me llevó a necesitar compartirlo con todo el mundo, con todo el mundo de forma literal, una cosa random de ¿sabes lo que me ha pasado, tía? Y ahí, hablando con todas mis amigas, me di cuenta de lo común que era”. Pulpón apenas habló de lo vivido con hombres: “Se lo conté al tío con el que me estaba liando más o menos al mismo tiempo y me dijo ‘eso te pasa porque eres una puta’. Luego lo hablamos, se disculpó y todo bien, pero yo me levanté y me fui, no volví a quedar con él nunca más. No recuerdo haberlo compartido con más chicos, pero es que creo que tengo más amigas que amigos”.
Carlos Pulpón evitará el tono confesional y trascenderá lo biográfico. Lo hará usando como vehículo narrativo El diario secreto de Laura Palmer, escrito por Jennifer Lynch, y dialogará con aquella Laura Palmer de doce años que en ese libro hablaba de su amiga Dona o del pony que su padre le había regalado por su cumpleaños. El autor hará suya esa voz del personaje que a veces mantendrá fiel al original y otras tuneará con su propia historia. Leeremos en inglés las reflexiones de Palmer y, en una segunda línea, las de alguien que le cuenta a su diario que está esperando a su cita de Grindr en un banco de la calle Ferrocarril con Delicias. Pero Bob o Nunca nadie… incorporará también otras voces, relatos en torno al consentimiento y la agresión sexual firmados por el escritor Millanes Rivas, la actriz Claudia Villoria, el performer David Herráez y alguien, cuya identidad real desconocemos, que se identifica como Bob Palmer.
Un relato compartido
“Necesitamos narraciones para comprender las cosas que nos pasan y para recordarlas”, escribirá la investigadora, escritora, periodista y crítica alemana Mithu M. Sanyal en su ensayo Violación (Reservoir Books). Y esa vocación del libro de generar una conversación que sea colectiva incluirá también un cuestionario dirigido al lector (en la pieza teatral los espectadores respondían durante la función) en el que Pulpón nos preguntará en formato de encuesta anónima por el placer, el consentimiento, la violencia sexual sufrida o ejercida, el acompañamiento, la reparación y por la condición de víctima y victimario. El análisis de todas esas respuestas que se fueron dando en las distintas funciones de la obra se incluye también en el libro, que arroja, entre otras conclusiones, que “las personas homosexuales son las que más dudas tienen sobre si han sufrido o no una agresión sexual y son las que menos lo cuentan a su entorno cercano”. O que “las personas homosexuales, bisexuales y pansexuales manifiestan conocer menos el concepto de consentimiento en sus relaciones que las personas heterosexuales”. El cuestionario, explica el autor, “es lo más importante de la pieza y del libro, es como si preguntara si esto que me ha pasado a mi os ha pasado a todas, cómo os ha pasado y qué podemos hacer, si es que podemos hacer algo”.
Pulpón habla del daño común sufrido o ejercido, pero fija su mirada en una realidad que sigue sin salir del armario, la violencia sexual entre personas queer o del mismo género, ausente no solo en un plano de conciencia pública, también en estudios y estadísticas. En 2017, un informe de COGAM apuntaba que un 27% de hombres y un 34% de mujeres habían sufrido maltrato por parejas del mismo género. Pulpón sostiene en el libro que “apenas hay información sobre el consentimiento marika” y que lo poco o que ha encontrado son los estudios y artículos publicados por la abogada y activista Charo Alises. El autor considera que “la violencia marika está muy normalizada, hay muchas cosas que forman parte de cómo se relacionan los marikas y los tíos entre sí y parece que ahí no pasa nada, pero sí que pasa en relaciones heterosexuales. Últimamente se habla más, sobre todo por problemáticas muy concretas de chemsex, de alguien que vuelca de chorro y que no sabe qué ha pasado esa noche. Eso está ocurriendo y está propiciando que se abra más la conversación”.
“Urge consolidar un sujeto marika y esta pieza lo hace —escribe Bob Palmer en las páginas del libro—, un sujeto desbordante que desde los márgenes y la radicalidad abrace la ternura de quienes no tuvieron el tomo al que aferrarse para sanar sus dolores”. Pero, más allá de que este libro quiera ser un espacio de conversación y sanación compartido, ¿en el entorno queer existen canales seguros, no solo de sanación, sino de conversación? “No hay tantos, sobre todo especializados. Cuando yo llamé al teléfono (de información sobre violencia de género) fue una llamada un poco extraña. Me dijeron que llamaban los chicos, claro, pero al mismo tiempo ellas tampoco tienen las herramientas, ¿sabes? No es algo que suelan tratar, no saben muy bien qué hacer porque es algo que ha estado muy invisibilizado. Pero también te digo que fueron muy majas y muy validadoras, se portaron muy bien conmigo”.