Blanca Lacasa, escritora: ‘A las mujeres nos han educado en la culpa’

Por si se va la luz es el título de un libro, o de una canción, o de un disco. Sé que enuncia algo creativo y que me apeló cuando lo leí, o lo escuché. No puedo comprobar su procedencia, ni su autoría, pues en el momento en el que escribo estas líneas, al amparo de una vela, seguimos sumidos en la incomunicación, víctimas de la ausencia de fluido eléctrico, quién nos lo iba a decir a nosotros, seres todopoderosos.

Si Saramago viviera, y siguiera escribiendo, haría una continuación de su Ensayo sobre la ceguera. Aunque quizás ya lo estemos, ciegos, incapaces de ver lo que en realidad nos rodea, lo que está pasando. Eso le digo a Blanca Lacasa (Madrid, 1972) al encontrarnos, milagrosamente, en la tarde del día que todos recordaremos un tiempo para después olvidarlo, rápido, apresurados, no vaya a ser que saquemos conclusiones.

Es, un poco, lo que les sucede a ella y a él, los protagonistas de El accidente, la nouvelle que en unos días llegará a las librerías inaugurando una nueva línea de ficción, corta en extensión pero profunda en lo narrado, en la editorial Libros del Asteroide.

El deseo contenido, aunque desparramado, entre ella, heterosexual, y él, gay, ambos con pareja, le sirve a Lacasa, que venía de Las hijas horribles, ese ensayo luminoso sobre la oscuridad de los vínculos entre madres e hijas, para cuestionar, con un ritmo trepidante, de informe policial, casi, el etiquetado de las relaciones, su estandarización, que sólo conduce a la vulgarización del amor, y a su pérdida.

Primera novela, primer libro de ficción para adultos, si es que hemos de recurrir al etiquetado, tan presente en lo literario, y es una nouvelle, una historia corta en extensión, pero profunda en lo que cuenta. ¿Cómo se siente?

Es un viaje muy distinto al del ensayo, porque escribir ensayo está muy cercano al periodismo y el ejercicio de escritura es más hacer el puzle, que todo encaje. Sin embargo, escribir ficción es querer contar una historia y que eso fluya. Hay algo en la escritura mucho más gustoso, porque te dejas llevar, hay una sensación de libertad muy grande.

Ella y él, sus protagonistas, podrían ser dos retratos muy generacionales, dos reflejos de cómo nos enfrentamos o, mejor, cómo vivimos el amor ahora. ¿Se lo planteaba así o no, en absoluto?

No lo sé. A mí el enamoramiento me fascina, esa cosa de la enajenación mental transitoria, me interesa ese momento. Quería detenerlo ahí, que no pasara a la siguiente fase. ¿Qué pasa cuando te quedas ahí? De repente, todo es mental, lo que tendría que encontrar un camino en lo real lo encuentra sólo en la cabeza. Me interesaba qué pasa con esos sentimientos que se quedan ahí como atascados, cómo pueden salir.

La escritora y periodista Blanca Lacasa. / José Luis Roca

El ángulo muerto que menciona en la novela, donde tienen lugar los accidentes que no podemos evitar porque no los vemos, es también un espacio propicio para la creación, ¿no cree?

Sí, la creación en general artística tiene mucho que ver con el ángulo muerto. Hay algo ahí que no sabes lo que es, que se te escapa y que está sucediendo. En mi caso, hay una especie de audio 2 [ríe] que está funcionando un poco sin mi consentimiento, hay algo que se está maquinando, por debajo.

Latente.

Sí, latente, que está cogiendo cosas, frases, recibiendo historias de otros, y está armando algo. Luego tú, conscientemente, tienes que darle forma, pero hay algo ahí y eso es lo bonito, esa especie de lugar al que realmente no estás mirando pero en el que están pasando cosas. Yo estoy muy acostumbrada a eso en el infantil, porque funciona así muchísimo, son ideas que de repente te aparecen y no sabes de dónde salen. A mí eso me fascina.

En el libro aparecen, como recursos narrativos, los distintos tiempos verbales que marcan hasta condicionarlas nuestras relaciones, desde el pretérito al ansiado futuro. ¿Cree que estamos demasiado pendientes del tiempo, que nos determina hasta el punto de anular nuestro presente?

Eso sucede totalmente, estamos todo el rato proyectando. Y este libro es un ejercicio de proyección; ella lo único que hace es proyectar, no se queda en el presente y, por eso, está en el ángulo muerto y sucede el accidente. Yo creo que es una cosa que nos sucede mucho, y estar siempre mirando cuatro pasos más allá hace que te puedas tropezar en la baldosita en la que estás.

Sí, proyectamos tanto que…

… que somos incapaces, ya no de disfrutar, sino de ver lo que nos está pasando.

Estar siempre mirando cuatro pasos más allá hace que te puedas tropezar en la baldosita en la que estás

En otra ocasión, ella le cuenta a una amiga lo que le está pasando con él, lo que está viviendo. Pero la amiga, y la cito, ‘como hacemos siempre, coge la parte que le sirve’. ¿Lo hacemos siempre? ¿Somos cada vez más egoístas, tan ególatras?

Sí, yo creo que lo hacemos mucho, pero no tanto por una cuestión de egolatría, sino porque cuando le pides consejo a alguien coges lo que te interesa. El libro habla mucho de eso, de que estamos todo el rato fabricando, nosotros mismos, cosas, y cosas que no existen.

Vidas, incluso.

Vidas, sentimientos, proyecciones de otras personas, etcétera. Cogemos lo que nos da la gana de la otra persona que nos sirva para rellenar esa fantasía que nos hemos montado. En el momento en que entras en esa especie de túnel de la fantasía en el cual no ves a los lados nada, vas cogiendo lo que te interesa. Y es un proceso que nos pasa mucho, pero no creo que tenga tanto que ver con ser egocéntrico, tiene más que ver con intentar armarte de razones cuando el mundo entero te está diciendo que no.

¿Cuántas veces al cabo del día hacemos del condicional un par de vidas, como hacen ellos, ella y él?

Sí, sí, total. Vivimos, muchas veces, en esa cosa que no existe y que, además, es muy posible que ni siquiera suceda, porque yo creo que cuando pensamos en condicional es igual porque no lo vamos a hacer, y ahí nos quedamos.

Y el condicional luego, también, es muy frustrante, y puede conducirnos a un estado de insatisfacción permanente.

Sí, vivimos mucho en la expectativa y las expectativas son casi siempre, por definición, frustrantes, es muy difícil que se cumplan. La gente que tiene menos expectativas, que la hay, es más feliz. Es que estás siempre esperando cosas que no llegan y las que llegan te dan un poco igual, las miras poco.

Me encanta el fragmento en el que el narrador, o narradora, se refiere a la precisión con la que recordamos lo que pasó justo antes de lo que tenía que haber pasado. Y lo trasladé a la ficción, a cómo la literatura, el arte en general, sirve justo para rellenar el todo con la mitad, a veces sólo con un tercio.

Sí. Había una cosa que también quería hacer, que era volver a ver lo que pasó, que tiene algo de forense. Quería hacer una reconstrucción casi milimétrica de lo que estaba pasando. En realidad, no sabes mucho de los personajes, son arquetipos, y, sin embargo, está todo narrado con mucho detalle, parece un informe policial. Eso era lo que quería hacer y, al mismo tiempo, que hubiera una sensación de thriller.

La estandarización de las relaciones amorosas nos lleva a no vivir las cosas de una manera mucho más natural

No sé usted, pero yo tengo la sensación de que vivimos, cada vez más, como quedándonos en los prolegómenos, sin ser capaces de sentir del todo, por miedo, no sé… Es lo que le pasa a la pareja protagonista también un poco, ¿no?

Lo de los prolegómenos… yo creo que hay muchas personas, está casi diagnosticado en psicología, a las que lo que les gusta es lo de antes.

El previo.

Claro, la seducción, la incertidumbre, el juego, ese momento en el que las posibilidades son infinitas y ninguna llega a materializarse. Y creo que es algo muy adictivo. Además, ahí no tienes compromisos, te quedas tres pasos por detrás. Y creo que eso es algo muy contemporáneo y probablemente con las aplicaciones se ha disparado, esa cosa del flirteo inicial, que, a ver, vamos a ser honestas, es muy divertido, pero, claro, si solamente hay eso y nunca llegas a desarrollarlo de ninguna manera… Es una cosa que cada vez pasa más, porque es un subidón de dopamina muy fuerte.

La novela aborda, también, la cuestión del deseo contenido. ¿Nos han educado para saber cómo desear y ser deseadas? Y sí, ahora le pregunto como mujer.

Yo creo que no. Hay una cosa ahí de romantización del deseo. Parece que cuando deseas a alguien lo romantizas, lo pasas por el filtro de un enamoramiento que no tiene por qué, tú puedes desear a alguien y ya. Hay una cierta tendencia a eso, y es una cosa más femenina que masculina. Y ahí es cuando entra lo de inventarte una película que no existe y dotar a la otra persona de unas características y cualidades que igual no tiene. Pero porque parece que no puedes aceptar que esa persona simplemente te atrae sexualmente, y entonces tienes que revestir todo eso de una historia novelesca y romantizada que en realidad no es así.

Aún llevamos el cinturón de castidad del deseo.

Cada vez menos, pero sí creo que sucede de una manera casi inconsciente, y se sigue vendiendo un poco ese cuento.

Y, por supuesto, la culpa.

Hombre, claro.

Presente en todas las historias de amor, en las relaciones, también en la del libro. ¿Sabemos cómo evitarla cuando viene a buscarnos?

Yo creo que la culpa también es un sentimiento muy femenino, nos han educado muchísimo en la culpa. Es un sentimiento que nos han marcado a fuego y, además, es muy difícil escapar de él, porque es como que te persigue y es muy difícil anularlo, es muy difícil acallarlo, está muy metido, forma parte casi de nuestro ADN cultural. Es terrible, y además a mí la culpa me resulta un sentimiento muy paralizante, porque en el momento en que te sientes culpable, en el hipotético caso de que estuvieras en una situación de igualdad, te pone ya abajo y estás vendida, eres casi víctima de tu propia culpa, tienes que saldar esa deuda que te has generado tú misma. Es un sentimiento que te tortura mucho, porque adopta miles de formas, y es un pensamiento ultraintrusivo. Y tiene mucho que ver con la educación religiosa, también.

A veces las historias de amor no vividas también son importantes, se quedan ahí y marcan

De los dos protagonistas, es ella, sobre todo, la que se muestra ciega y sorda, la que se siente expuesta, arrastrada, incapaz de ver que no hay nada que comprender. ¿Eso mismo le podría haber pasado a él?

Yo creo que, también, quizás sea una cosa muy femenina, eso de estar siempre pensando por el otro e intentar descifrar al otro y rellenar los huecos de información, como cuando te hacen ghosting. Hay una construcción permanente de todo eso y es posible que nos pase más a nosotras, aunque depende mucho de la persona que tengas enfrente. Cuando te dejan en tinieblas, es muy fácil perder el oremus, y el problema es que hay muchas personas que nos dejan en tinieblas y a lo mejor no se están dando ni cuenta. Y cuando una está en tinieblas es muy complicado no perderse, no golpearse contra las paredes.

Otra de las cosas que plantea su historia es lo absurda que es la homogenización del amor, cómo por pensar que sólo hay un tipo de amor o que tiene que ser de un modo nos perdemos muchas cosas.

Sí, es algo que siempre he pensado. Las relaciones amorosas, incluso las de atracción, están muy tipificadas, son compartimentos estancos. Esa estandarización nos lleva a lugares muy raros y a no vivir las cosas de una manera mucho más natural. Incluso una relación de amistad es un enamoramiento, el mecanismo es el mismo, pero, como tendemos a pensar que ciertas cosas son de una manera, lo metemos en ese cajón y no encaja, das martillazos para que encaje en un cajón en el que no entra.

Y no pasa nada.

Y no pasa nada, puede ser otra cosa, incluso puede haber una tracción y se puede quedar detenida en el tiempo. Luego también está esa cosa, que me parece muy interesante, que a veces las historias de amor no vividas también son importantes, se quedan ahí y marcan.

Para terminar, la cito de nuevo: «Lo de la linealidad sólo sucede en los guiones malos».

Claro, es que es verdad. Cuando una película es absolutamente lineal es muy mala.

Además, la vida no es lineal.

No lo, fíjate lo que ha pasado hoy. ¿Alguien se podía esperar este apagón? Pero, sin embargo, sabiendo que vivimos en este mundo en el que cada vez pasan cosas más locas, luego, cuando las analizamos, intentamos aplicar unas leyes de la lógica loquísimas que no funcionan.

El accidente

Blanca Lacasa

Libros del Asteroide

80 páginas. 10,95 euros

A la venta el 12 de mayo

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