‘Black Metal’: satanismo, asesinatos, quema de iglesias y otras locuras de los adolescentes noruegos de los 90, en viñetas

Durante los años 90, la placidez paradisiaca de Noruega se vio alterada no por el compromiso matrimonial del príncipe heredero con una mujer plebeya y divorciada, sino por la aparición de una nueva escena musical que fascinó a la juventud del país. Si hubiera que definirlo, ese nuevo género musical era poco menos que la última frontera del sonido pesado: no era hard rock, no era heavy metalhardcoredeath metal sino todo eso y mucho más: black metal. Una música que tenía referencias del paganismo vikingo, que coqueteaba con el satanismo, que desconfiaba de la hegemonía cristiana en la sociedad europea y que sentía una especial atracción por la violencia y lo truculento.

Liderada por músicos con nombres como Conde Grishnackh o Euronymous, la escena black metal no tardó en abandonar las salas de conciertos, los estudios de grabación o los bares para saltar a las primeras páginas de los periódicos. Entre otras muchas cosas, los músicos de black metal incitaron al suicidio a algunos de sus colegas, cometieron asesinatos homófobos y otros homicidios, provocaron lesiones de diversa gravedad y quemaron antiguas iglesias de madera por ser estos edificios la representación arquitectónica de la religión cristiana. Unos hechos asombrosos que, a pesar de su potencial narrativo, hasta la fecha no habían sido demasiado explotados en películas, series o documentales true-crime.

‘Puede que la escena del rap sea más famosa y que ahora ya canse tanta camiseta de Tupac, pero creo que el black metal también tiene fama. Supongo que en España menos, porque aquí el rock y el heavy metal no cuentan nada para la música comercial, pero en Europa, sobre todo en el norte, se escucha mucho metal y mucho black metal. Por eso, si no se habla tanto de esta última, supongo que será por la música en sí, que resulta un tanto difícil de digerir para la gran mayoría’, comenta Magius, pseudónimo del dibujante murciano Diego Corbalán, que ha utilizado todo ese material para crear Black Metal (Autsaider Cómics, 2025), su primera novela gráfica después de Primavera para Madrid, con la que consiguió el Premio Nacional de Cómic 2019.

Página interior de 'Black Metal'. / Cedida

‘En origen, Black Metal surgió en septiembre del 2001 como un fanzine de fotocopias, dibujado rápidamente y con un estilo naïf. Era una parodia de la historia del black metal, centrado en la escena noruega, especialmente en la de los grupos Mayhem y Burzum. En los siguientes números, sin embargo, me fijé en otras escenas como la alemana, polaca, francesa, sudamericana e incluso la española’, explica Magius, que recuerda cómo en esa primera versión los originales de los primeros números eran en color, aunque fotocopiados en blanco y negro porque, qué duda cabe, ‘es lo más conveniente para el black metal’.

Más malos que la quina

‘Cuando tenía 18 años, me dejaron una cinta de Burzum y me comentaron lo de los asesinatos y lo de la quema de iglesias’, recuerda Magius. Para él, más allá de esas historias escabrosas, la música black metal está realmente bien. ‘Pero claro, las historias del black metal también me resultaron fascinantes, igual que la estética y todo su imaginario. En todo caso, al convertirlas en cómic, aunque intento siempre ser fiel a la atmósfera fría y cruda de esa música, también intento que haya cierta parodia, porque si no, ¿qué gracia tendría?’.

Página interior de 'Black Metal'. / Cedida

De esta forma, en manos de Magius, personajes aterradores como Øystein Aarseth —conocido como Euronymous— o Varg Vikernes —apodado Conde Grishnackh y que acabaría asesinando al primero— se convierten en niños pequeños, que emplean expresiones murcianas en sus conversaciones y que rivalizan por cuál de los dos es más auténtico, más satánico, más black metal y más malvado.

‘Representarlos como bebés forma parte de la parodia. En la historia real, la gente de bandas como Burzum, Mayhem o Emperor tenían entre 16 o 20 años. El más viejo de todos era Euronymous ¡con 25 años!’, comenta Magius con asombro. ‘Decidí reducirles la edad para hacerlo más gracioso. No es lo mismo que un crimen lo cometa un adolescente que un niño de 9 o 10 años. Tampoco es normal que un niño se implique de forma tan fanática dentro de una moda o escena, aunque también es cierto que cada vez más niños tienen un comportamiento no acorde con su edad. En todo caso, detrás de tanta pose diabólica y extrema de muchos blackmetaleros se ocultan auténticos bebés’.

Página interior de 'Black Metal'. / Cedida

Más allá de ser un recurso narrativo y humorístico, el hecho de que los protagonistas de la escena black metal hayan sido niños y adolescentes del norte de Europa, genera en el lector numerosas preguntas. La más importante, ¿cómo es posible que semejantes atrocidades surgieran en un país modélico, ejemplo de sensatez y convivencia como Noruega? Una cuestión sobre la que Magius también ha reflexionado: ‘Los niños noruegos de principios de los 90 se aburrían mucho, ¡muchísimo! Supongo que tanto estado del bienestar, socialdemocracia, comprensión de sus padres, tolerancia religiosa, soledad y frustración hicieron mella en ellos. Creo que lo que les sucedió a los adolescentes noruegos de aquella época les está pasando ahora a los cincuentones, cuarentones y treintañeros españoles: buscan algo extremo, sentirse vivos y apuntarse a movidas chungas, como votar a partidos de ultraderecha o no vacunarse’.

Como avanza Magius, muchos de los protagonistas de la escena black metal noruega, algunos de los cuales han llegado a pasar varios años en prisión, fueron abandonando el paganismo, el satanismo y la música para experimentar una transformación ideológica que los fue acercando a los movimientos de extrema derecha. Una deriva que, de nuevo, tenía como origen ese infantilismo adolescente de pretender parecer aún más malvados de lo que ya eran.

‘En el fondo tiene lógica: a principios y mediados de los 90, el satanismo ya no daba ningún miedo, nadie se tragaba la historia judeocristiana del infierno. Sin embargo, el mal sí que estaba muy bien representado por el nazismo. Por lo tanto, volverse nazi en Noruega o en Finlandia suponía ser un antisistema. Ahora lo antisistema es admirar a gente que te dice que te va a estafar, o que te va a matar con una pistola, o que te va a imponer aranceles porque no eres americano… Al menos los del black metal sí que formaban parte de una élite, aunque muy marginada en el mundo real, pero supongo que los reaccionarios de ahora quieren sentirse parte de una comunidad’.

‘Black Metal’

Magius

Autsider Cómics

220 páginas / 25 euros

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