Nos pasamos la vida siendo los arqueólogos de nosotros mismos. Quiero decir que se nos va el tiempo estudiando los restos de lo que el tiempo hace con nosotros: convertirnos en restos también, restos de lo que fuimos. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que el yo es a cada instante los sedimentos que ese yo va esparciendo por el mundo. Y cuando uno se da cuenta, y hace un recuento cualquiera en cualquier día de su vida, comprende que su propia historia consiste en una acumulación desordenada de depósitos íntimos: las sobras de nuestra biografía en marcha.