‘Amalia Fósil’, de Miguel Ranchal: un misterio en Cabra

Amalia Fósil integra todas las cualidades narrativas de las primeras novelas de Miguel Ranchal para conformar un libro pleno de acción y argumentos intersecados que lo convierten en una aventura de suspense, proclive a devenir en guión cinematográfico.

Las referencias históricas se adosan para crear un compacto canevá narrativo, patinado por la belleza del lenguaje y la precisa y copiosa selección del léxico que se atreve con las más arriesgadas asociaciones, las metáforas más hiperbólicas, los vocablos más fúlgidos, los diminutivos y síncopas coloquiales propios del habla andaluza; y no duda en utilizar el lenguaje más soez en palmaria imitación del argot habitual en el que estamos irrevocablemente sumidos.

En mayo de 1926, España acoge por primera vez el Congreso Mundial de Geología. Celebrado en Madrid, Cabra y su entorno geológico serán también escenario de una sesión del congreso, lo que supone el reconocimiento internacional de su privilegiado entorno. Aquí se inicia la historia de Dusan Novotny, miembro de la delegación checoslovaca, prendado de una de las congresistas, Amalia Spadafor, que intenta seducirlo para que la ayude a materializar una obsesión: el descubrimiento de dos fabulosas gemas, las Camachas, que pertenecieron a una princesa rusa y los mentideros de la Revolución soviética sitúan en la Sima de Cabra, un lugar que ha despertado toda clase de misterios, desde ser boca del averno hasta inspiración de Cervantes en su obra magna El Quijote.

En marzo de 1972 se reanuda esta historia, unida ahora a la situación política que anticipaba el cambio en el gobierno de España donde se conjuga la desaparición del avión de Franco y la instauración de una III República, en la que Julián Grimau se erige como presidente, intentando refrenar las tensiones entre las fuerzas del antiguo Régimen y las impulsoras de un nuevo Estado de Derecho.

El escenario cambia para trasladarnos a un hospital y, desde este universo restringido, nuestro autor nos va mostrando la urdimbre poliédrica de un cañamazo anecdótico donde se imbrican programas televisivos, acotaciones cinéfilas, anuncios publicitarios, apuntes pictóricos, escolios científicos, pruebas forenses, comentarios musicales, menciones mitológicas, chismes políticos, ecos de sociedad y numerosas referencias librescas.

Sesgo policíaco

Un misterioso cadáver decapitado atrae la atención de los primos Amador y Benito Palanca por el curioso tatuaje del amonites que la fenecida lleva grabado en el pecho, tercero de los tatuajes de Zígor Virache sobre los cuerpos de Amalia Spadafor, Mercedes Bosko y Delia Elisa Montesinos. Cuando se produce una doble muerte, la de un celador y el forense Benito, el sesgo policíaco se inyecta como vértice para dar protagonismo a Amador, cuyos escarceos amorosos permiten a Ranchal mostrarnos una cartografía erótica irrigada a través del texto como un potente ventrículo. Herido también en la reyerta, oculta el cadáver de Benito y busca auxilio en la enfermera jefe Herruzo para ejecutar una cura de urgencia, pidiéndole que cubra su ausencia necesaria.

El descubrimiento de una fecha, 1926, advierte al internista de una posible senda por donde recuperar el hilo del misterio: la Sierra de Cabra y la inmersión en su interior de Amalia. Sorprende la virtualidad narrativa de Ranchal cuando describe el ambiente de La Puta Batuta, lugar perfecto para recobrar la memoria de Spadafor y las dos gemas granates, lo que Ranchal utiliza para mostrar sus conocimientos sobre el arte de la diplomacia; así como su maestría para hacer del flashback una técnica donde se ensamblan el pasado y el presente.

Los capítulos finales se inician en abril de 1980. Siguen sucediéndose las noticias temporales que informan de la historia y la sociedad. Esta polifonía de documentación coadyuvante es lo que cimienta la arquitectura narrativa. Ni siquiera el fulgor de las Camachas o la fascinación de los pechos tatuados por Virache con el curioso amonites pueden hacernos perder la verdadera intención de una cosmogonía diacrónica deconstruida sobre un calidoscopio de argumentos donde el afiladísimo humor se erige en fiel de la balanza.

Como todo lo que significa compromiso de elaboración, Amalia Fósil no tiene una lectura fácil, al modo de lo que hoy está acabando con la asunción del esfuerzo, tendente a simplificarlo todo, abocando al imperio de la inepcia. Nada más lejos de la espléndida obra narrativa de Miguel Ranchal.

‘Amalia Fósil’

Miguel Ranchal

Aliar Ediciones

436 páginas

20 euros

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