‘Me llamo Patric Gagne y soy sociópata’, a través de sus memorias, la psicóloga y terapeuta americana ofrece una visión honesta y sin complejos sobre lo que es tener una enfermedad de la salud mental en la cual no se demuestra discernimiento entre el bien y el mal. ‘A primera vista, soy como cualquier otra mujer estadounidense media, pero soy una mentirosa y una ladrona’, expresa abiertamente en su último libro Sociópata. Unas memorias (Ed. Planeta). Entre sus confesiones bucea en cómo se siente y cómo ha aprendido a vivir con ello. Ahora, se encarga de facilitar respuestas y defender a personas que sufren trastornos de personalidad antisocial.
'Sociopatía', las memorias de Patric Gagne. / Cedida
Pregunta. ¿Cuál es la diferencia entre sociopatía y trastorno antisocial de la personalidad?
Respuesta. Realmente es una pregunta difícil. Para poder entender las diferencias entre ambos problemas, creo que lo mejor es entender la palabra sociópata, que realmente no se utiliza ya clínicamente. Estamos hablando de psicopatía. Es algo muy complejo, digamos que la psicopatía se ha dividido en dos grupos. Mi interpretación de la investigación es que el psicópata primario tiene problemas cerebrales para desarrollar emociones complejas. Entonces, aunque pueden sentir las emociones primarias (aquellas heredadas), no son capaces de aprender las emociones aprendidas. A diferencia del psicópata secundario, que es lo que antes era el sociópata. En este caso no parece que sea un problema de formación biológica. Los antiguos sociópatas pueden desarrollarse emocionalmente. En el libro lo describo como una discapacidad de aprendizaje emocional. Pero la principal diferencia entre la psicopatía primaria y secundaria es que la secundaria puede ser tratada.
P. ¿Cómo fue tu diagnóstico?
R. Viendo a los demás chicos no sentía lo mismo que ellos. No es que yo no sintiese nada y eso es una distinción muy importante que tengo que hacer. Mucha gente cuando habla de sociopatía piensa que los sociópatas no pueden sentir nada y eso no es cierto. Los sociópatas pueden sentir, podemos sentir las mismas emociones heredadas que todo el mundo como alegría, anticipación, tristeza, sorpresa o enfado. Donde nos cuesta más es con las emociones aprendidas: empatía, amor, vergüenza, culpa o remordimiento. Digamos que normalmente a través de los modelos aprendemos esos sentimientos o esas emociones. Y me parecía que otros niños podían integrar esas emociones rápidamente y yo no. Yo sabía que mi mejor forma de sobrevivir era parecer que yo era como el resto, pero hasta que me diagnosticó un psicólogo mucho más tarde, fue cuando entonces llegué a este diagnóstico del desorden de sociopatía.
P. ¿Y qué sucede con el trastorno antisocial de la personalidad?
R. Cuando estamos hablando de una personalidad antisocial digamos que entra bajo el mismo paraguas que la sociopatía o que la psicopatía. Pero, por ejemplo, el antisocial tiene una falta de empatía, se muestra irresponsable, es incapaz de establecer vínculos o mantener un trabajo o progresar en un recorrido educativo. Digamos que esos síntomas son muy diferentes de mi diagnóstico.
P. ¿Y cómo se siente? ¿Ha aprendido a vivir con ello?
R. Yo creo que he aprendido a vivir con ello de la misma forma en la que otras personas con otros problemas de personalidad hacen y es aceptarlo. Una vez que recibí el diagnóstico y empecé a investigar lo que significaba eso, me sentí más tranquila con la forma en la que yo me sentía o en la que no podía sentir todo lo que sentían los demás. Entonces, aceptándome dejé de fingir que era algo que no soy y hoy en día soy muy sincera, muy transparente con mis limitaciones y con mis puntos fuertes en cuanto a mi personalidad.
P. ¿Aprecia que hay más sociópatas actualmente?
R. El entorno contribuye mucho a lo que la investigación demuestra y es que ha habido un aumento importante de la sociopatía, pero no es algo que se desarrolle como adulto. Realmente esa psicopatía secundaria ocurre desde la infancia, entonces está ligado a traumas y a la educación. Desde luego, hay una predisposición a mentir, a fingir y a manipular, lo sabemos. De hecho, los niños son los que mejor mienten. Eso no significa que ese niño vaya a ser un sociópata, pero posiblemente si no recibe la suficiente atención y acaba, quién sabe, en una casa de adopción o en un entorno violento, pues desde luego aumentará la probabilidad de que desarrolle una sociopatía. Pero, las buenas noticias es que la sociopatía es lo más tratable, hay marcadores de comportamiento que permiten llegar a esta conclusión y por eso escribí mi libro, porque quería aumentar la conciencia de que eso ocurre, o puede ocurrir, y poder observar a los niños antes de que las cosas se empeoren.
'Sociopatía', las memorias de Patric Gagne. / Cedida
P. El apoyo de su madre es incondicional tal y como explica en episodios de su vida. ¿Cómo cree que deben actuar los padres si detectan ciertas maneras de actuar sospechosas de un sociópata?
R. Es la pregunta que realmente me gusta responder, porque es bastante sencillo. Los niños, como yo, que se ven reflejados en mi historia, suelen sufrir de poco afecto. No sienten el afecto de otros niños, para empezar. Y, desde luego, ese tipo de personas, al final, aprenden que solo hay una forma de sentir, que es la que muestra la sociedad en general. Y eso no es cierto. Hay más de una forma de sentirse. Y entonces los niños tendrían que recibir ese espacio para admitir que, aunque no sientan como el resto de las personas neurotípicas, el hecho de reconocer que tienen dificultades para expresar vergüenza o culpa e incluso amor sin ser juzgados, y no compararse constantemente a las personas típicas, eso es lo que les ayuda. Entonces, unos padres que vean a un niño que se comparte como lo que me ocurría a mí, le tienen que dar el espacio para que pueda hablar, hablar de cómo se siente. Porque mucha parte del comportamiento está ligada a cómo se siente o cómo no se siente o cómo se puede expresar esa persona.
P. En su libro, ¿a qué se refiere con los comportamientos destructivos?
R. Mi lucha con algunas emociones personalmente me separó de las personas neurotípicas, entendí cuando era una niña que admitir cosas como que no sentía remordimiento o vergüenza, admitir que robaba o que los comportamientos destructivos me hacían sentir mejor, no iba a ser entendido ni aceptado. Entonces aprendí a esconderlo. Y ese estrés interior era el resultado de no poder ser yo misma, tener que mentir constantemente para protegerme. Eso era la forma en la que yo de pequeña aprendí a lidiar con la situación llegando a esa conducta destructiva. Afortunadamente, al final fui capaz de desmantelar esto, pero es ese estrés el que lleva a ese comportamiento compulsivo, destructivo, y claro, eso viene de ese propio conflicto interior, de no poder mostrarse como una es.
P. ¿Cree que sabemos controlar las emociones?
R. Creo que mi mayor preocupación es decir que no hay nada intrínsecamente inmoral a no tener un acceso sencillo a las emociones. Es lo que sentimos, es lo que hacemos. Y también quiero ser muy clara, mi objetivo con este libro no es normalizar la psicopatía o la sociopatía, sino entender los conflictos ligados a ello. Se supone que los sociópatas son monstruos, y lo entiendo, pero las personas que están, de hecho, en el espectro extremo se ganan esa reputación. Pero las personas tienen que entender que solo es una parte de la ecuación, es decir, la investigación muestra que el extremo sociopático efectivamente es algo muy reducido. La mayor parte de las personas realmente están en la parte moderada o baja de la sociopatía, y esas personas pueden ser tratadas. Y eso es lo que creo que tiene que saber todo el mundo, que hay esperanza.