Olivier Assayas: ‘La pandemia acabó siendo el símbolo de un fracaso colectivo’

Cuando la pandemia nos abocó al confinamiento, el cineasta francés fue uno de los privilegiados que tuvieron la oportunidad de pasarlo en condiciones extraordinariamente propicias. En concreto, el director de ‘Las horas del verano’ (2008) y ‘Viaje a Sils Maria’ (2014) se refugió en la idílica casa de campo perteneciente a sus ancestros, a 40 minutos en coche de París, rodeado de naturaleza floreciente y en compañía de su hermano y las novias de ambos. Durante ese tiempo -e inspirándose en él- escribió la película que ahora estrena en España, ‘Tiempo compartido’, relato altamente autobiográfico que se sitúa entre el documental, el ensayo lírico y la farsa, y entre lo personal y lo universal, para reflexionar sobre cómo aquel virus afectó nuestras relaciones, nuestra percepción del pasado y nuestra actitud frente al futuro.

¿Recuerda qué sintió cuando, en marzo de 2020, se decretó el confinamiento?

Me sentí muy desconcertado, consciente de lo absurda que era aquella situación y al mismo tiempo aterrado por la muerte y el dolor que nos rodeaban a todos; de inmediato, eso sí, comprendí que yo era un privilegiado porque tenía una casa de campo en la que refugiarme, como una isla desierta en medio de la tormenta. Es un lugar en el que no había pasado más de uno o dos fines de semana a lo largo de las últimas décadas, y que había permanecido intacto con el paso del tiempo mientras yo cambiaba muchísimo. Permanecer allí me hizo reconectar con la naturaleza, con mi hermano, y con mi propio pasado.

¿En qué momento decidió usar aquella situación como premisa de ‘Tiempo compartido’?

Lo cierto es que yo no decidí hacer esta película, sería más acertado decir que la película me sucedió a mí. Yo acababa de completar mi largometraje inmediatamente anterior, ‘La red avispa’ (2019), cuya producción me había resultado extremadamente complicada; justo después de que llegara a la cartelera, los cines tuvieron que cerrar a causa de la pandemia. Además, tenía previsto dirigir una ópera, y el proyecto también fue cancelado. De repente me vi aislado y con mucho tiempo libre, y decidí empezar a escribir acerca de cómo me estaba afectando aquella situación y de los fantasmas que me asaltaron en aquella casa. Los fantasmas de mi infancia. El de mi padre, que murió a causa del Parkinson y a quien yo tuve que cuidar en mi adolescencia. Esas cosas.

¿Le resultó embarazoso exponer sus intimidades en la película?

Me causó cierta incomodidad, sí. Porque ‘Tiempo compartido’ es una película completamente sincera, y porque con el fin de hacerla metí en mi casa a un equipo de filmación para que retrataran una versión de mí mismo solo ligeramente exagerada con fines cómicos. A lo largo de mi carrera, en muchas ocasiones he dicho que todas mis películas tienen algo de autobiográficas, pero no era cierto. Nunca antes había contado tanto acerca de mí mismo como ahora. Me he sentido muy vulnerable.

¿Le resultó terapéutico pasar por ello?

No lo creo. Es cierto que escribir la película me permitió sentir que estaba haciendo algo provechoso con mi tiempo, y en ese sentido fue beneficioso. Pero, a la hora de ayudarme a lidiar con mi ansiedad y mis neurosis fue un fracaso absoluto, solo me sirvió como un instrumento con el que rascarme las heridas. De hecho, la pandemia en general no hizo más que agravar mis neuras. Y también, a decir verdad, me llenó de frustración.

¿En qué sentido?

Recordemos que por entonces todos nos encontramos frente a una situación para la que de ningún modo estábamos preparados y, en vistas a proteger a nuestras familias y a nosotros mismos, tuvimos que repensar nuestra actitud frente al mundo. Yo nací en los 50, en mayo del 68 empecé mi adolescencia, y crecí imbuido de idealismo; siempre he tenido fe en la revolución. Y confieso que soy uno de los que pensaron que podía surgir algo positivo del confinamiento y que, como solía decirse en aquel tiempo, podríamos salir de él mejorados. Qué iluso. Vi en la pandemia la posibilidad de una utopía, pero acabó siendo solo el símbolo de un fracaso colectivo.

¿Alteró la pandemia su actitud frente a su cine? ¿Es casual que ‘Tiempo compartido’, además de su película más autobiográfica, sea también la más cercana a la comedia?

Seguramente no. Las circunstancias me llevaron a cuestionar que sentido tenía hacer películas y a comprender que, dada la tragedia que contamina el mundo, es muy importante que el arte contribuya a alegrar e iluminar las vidas de la gente. Y, asimismo, ‘Tiempo compartido’ es una película que rodé prácticamente sin dinero y sin expectativas, pero lo que hacerla me permitió sentirme muy libre, y reconectar con ese afán de experimentación que me guió al principio de mi carrera. Ojalá no pierda esa conexión.

Uno de los cambios más evidentes que introdujo la pandemia es el auge del consumo de películas y series en ‘streaming’. ¿Qué opina de ello?

No soy consumidor habitual de Netflix, pero mi hija sí lo es. Cuando era pequeña, se mostraba receptiva ante cualquier película que yo le pusiera, así que aproveché para hacerle ver todos los clásicos del cine mudo; durante un tiempo, ella creyó que todas las películas eran en blanco y negro y sin sonido. Pero un día descubrió que en Netflix había otras películas, y en ese momento perdí la batalla. Ahora yo trato de darle consejos, pero no puedo imponerle nada. Si quiere ver Netflix yo no puedo prohibírselo, ni obligarla a que en cambio revise la filmografía de Pasolini o que lea a Dostoievski. Consumir cine solo tiene sentido si proporciona placer, y hay que aceptar que el streaming da placer a mucha gente.

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