‘Like a Virgin’, el disco que hizo a Madonna, cumple 40 años

Mientras contemplamos la penúltima reinvención de Madonna con su Celebration Tour, que la ha descubierto para la generación más joven, la de las ‘eras’ y las descargas, se cumple el 40 aniversario de la publicación de Like a Virgin, su segundo disco. Quizá sea este el más importante de su carrera porque es el que dio comienzo al fenómeno, el que creó la imagen y el sonido que caracterizarán los años 80, el que la convirtió en la reina del pop y donde aparecen por primera vez todas las claves que marcarán su personalidad musical y pública.

En 1984 Madonna ya existía con un primer disco homónimo, salido de la cultura de baile del Nueva York de principios de los 80 y de clubs como el mítico Danceteria, que había alcanzado un cierto éxito. El año anterior había colocado tres canciones en las listas de éxitos (Holiday, Borderline y Lucky Star) que se añadieron a sus primeros sencillos, Everybody y Burning Up, para situar a la cantante como una de las novedades a las que había que prestar atención. Sin embargo, el trono de la estrella del pop mas excéntricamente vestida estaba ocupado por Cindy Lauper, que había arrasado en 1983 con su LP She’s So Unusual convirtiéndose en la primera mujer con cuatro sencillos simultáneamente en las listas de ventas.

El otro gran problema de Madonna era, precisamente, el género musical que practicaba: la música de baile. Una brutal y efectiva campaña de odio había acabado con el sonido disco, culminando en la infame Disco Demolition Night de 1979, en la que se quemaron miles de vinilos de este estilo musical en un campo de futbol de Chicago. Aquella música era demasiado negra, demasiado gay y demasiado para mujeres sexualmente liberadas para el gusto de los señores blancos y heterosexuales, desde los ejecutivos de las discográficas hasta los consumidores del medio oeste.

En esos primeros 80 la escena musical estaba dominada por la new wave internacional que ya empezaba a oler a comercial y por debajo de la puerta empezaba a colarse el pop de sintetizadores, pero la pista de baile seguía resultando problemática para el mercado. Hasta que a alguien se le ocurrió cambiar la palabra disco por dance. Con esta nueva etiqueta era posible volver a vender los sonidos que ocurrían en los clubs (lo que antes se llamaba discoteca, pero en versión pequeña y underground) donde los latinos, negros y gays de siempre seguían dominando la mesa de mezclas.

A todo esto hay que añadir la victoria de Ronald Reagan a principios de la década y el inicio de un mandato presidencial que, desde la Casa Blanca, pretendía extender un manto de puritanismo en lo sexual y de culto al dinero. Nada que ver, por lo tanto, con el hedonismo del baile.

‘Conseguí atravesar la jungla’

Para su segundo disco Madonna contará con la producción de nada menos que Nile Rodges. El ex miembro de Chic venía de producir el salto a la discoteca de David Bowie y la leyenda dice que Madonna quiso encargarse de la producción ella misma, pero los ejecutivos discográficos le dijeron que ni en broma, que estaba muy verde para eso. Y entonces pidió al productor más caro del momento. Lo cierto es que Rodgers era perfecto para dar el salto de los sintetizadores mas básicos y la caja de ritmos de su primer disco al sonido elegante, untuoso y sexy de Like a Virgin. Lo que sí conseguirá la cantante será escoger todas las canciones e incluso firmar la mitad de ellas.

Like a Virgin será su primer disco en llegar al número 1 de las listas de ventas en Estados Unidos y en medio mundo (desde entonces ha vuelto a colocar en primera posición otros ocho álbumes). A través de sus canciones podemos seguir la aparición de los temas, palabras clave y preocupaciones que caracterizan al personaje público Madonna y que siguen vigentes en su estilo y en su música a día de hoy. Fundamentalmente, nos hablan de una mujer fuerte, sexualizada, dispuesta a enfrentarse a las convenciones sociales, con sentimientos pero con las ideas muy, muy claras.

El disco se abre con Material Girl, dos palabras que todavía acompañan a Madonna y que sigue siendo una de sus canciones fetiche. La letra cuenta que sólo le interesan los hombres con dinero porque “vivimos en un mundo material y yo soy una chica material”. Desde el principio la letra se malinterpretó y se acusó a la cantante de fría y calculadora, pero lo cierto es que trataba de una mujer que lleva la iniciativa en lo afectivo, además de ser una canción profundamente irónica con el culto al dinero de la era de Reagan.

Madonna en el videoclip de 'Material Girl' (1985). / WARNER BROS

El siguiente corte del disco es Angel, un tema de amor de medios tiempos que nos demuestra que, aunque esa chica sea materialista y fuerte, también es capaz de sentir. Escrita por la propia artista, al igual que Over and Over, Stay, Pretender o Shoo-Bee-Doo, se parece más a lo que contaba en su primer disco, pero suena mejor gracias al trabajo de Rodgers. Ya podemos apreciar aquí algunos de los que serán sus temas fundamentales: la resiliencia femenina, la independencia frente a los hombres e incluso las citas a los grupos de chicas de los años 60. Hay que destacar Love Don’t Live Here Anymore, la primera de una serie de baladas marca de la casa que llegarán en años sucesivos con clásicos como You’ll See o Take a Bow.

Pero la bomba llegaría con el primer single y la canción que da título al álbum. Escrita en realidad por dos hombres, Billy Steinberg y Tom Kelly, responsables por cierto de una asombrosa cantidad de canciones cantadas por mujeres en esos años, Madonna la hace totalmente suya con una voz juguetona y provocativa que lo es todo. Cuando la escuchas sólo se puede entender como parte del juego previo al sexo donde la iniciativa la lleva ella. Madonna siempre ha defendido que se trata solo de “una canción de amor”, pero es del tipo de amor que transcurre en la cama.

Aunque la letra no nos parezca tan controvertida como las que se escuchan ahora hay que recordar que, hace 40 años, en la radio musical dirigida sobre todo a los adolescentes apenas se hablaba de sexo y mucho menos desde la voz de una mujer. Nadie podía esperar que aquello llegara al número 1 de las listas de medio mundo pero lo hizo. Madonna gime y canta que “se siente tan bien dentro, cuando me abrazas”, o “me haces sentir que no tengo nada que ocultar”.

El impacto de la canción será tal que Tarantino, casi diez años más tarde, hace que los protagonistas de su primera película, Reservoir Dogs, discutan sobre su posible significado. Si se trata de una chica muy vulnerable que por fin conoce el amor o si es la historia de un hombre tan dotado que hace que ella lo sienta como si fuera la primera vez.

‘Viviendo en un mundo material’

No se puede entender el fenómeno Madonna sin la estética. Por una parte, el disco aparece en plena época dorada de la MTV, que acaba de dejar de ser una excentricidad para convertirse en la forma fundamental de trasmitir y promocionar la música pop. En el video de Like a Virgin ella baila sobre una góndola en Venecia o se pasea vestida de novia delante de un león en un palazzo con vistas a los canales. La bella y la bestia en un escenario de lujo.

También tuvo lugar por aquella época su famosa, o infame, actuación de los MTV Awards de 1984, en la que terminó por los suelos enseñando las bragas. Las distintas fuentes han dado diferentes explicaciones del escándalo: que si fue una simple provocación, un accidente o un descuido. En cualquier caso, aunque enseñar unas bragas de abuela no sea nada comparado con lo que ahora luce cualquier aspirante a starlette como vestido en la alfombra roja, hay que reconocer que Madonna convirtió a los MVAs en lo que son hoy en día.

Otro de sus temas será el Hollywood clásico, y especialmente Marilyn Monroe, como en el vídeo de Material Girl que imita la coreografía de la actriz en Los caballeros las prefieren rubias. El mensaje es el mismo que cantaba Lorelei Lee, su personaje en la película, cuando decía que los diamantes son los mejores amigos de una chica. La diferencia estárá en la presencia de Keith Carradine, el actor fetiche del cine independiente gracias a su aparición en Choose Me, la película de Alan Rudolph, y que aquí hace de ese hombre de verdad que puede entregarse de la manera sincera que ella quiere en lugar de cubrirla de joyas y mentiras. Se la acabará llevando en su camioneta hacia la puesta de sol: la chica material tiene en realidad su corazoncito.

Porque Madonna siempre quiso ser (también) una estrella de cine. Como Marilyn, pero también como Greta Garbo, la Dietrich, Grace Kelly y ‘Harlow, Jean’, a las que se refería en la letra de Vogue. Y qué mejor manera de empezar su carrera como actriz que formando parte de una película indie, que reflejara su propia Nueva York y dirigida por una mujer, Susan Seidelman, en un papel que consistía, fundamentalmente, en hacer de ella misma. Para la banda sonora de Buscando a Susan desesperadamente escribió la que probablemente sea su mejor canción de aquella época, Into the Groove, una oda al baile y a su capacidad desinhibitoria, una celebración del cuerpo en movimiento que no se incluirá en el LP hasta su reedición europea un año después, cuando Madonna ya es un fenómeno planetario.

Con su coprotagonista Rosanna Arquette en el cartel de 'Buscando a Susan desesperadamente'. / ARCHIVO

‘Tienes estilo, es lo que todas las chicas dicen’

Al año siguiente llegaría la gira, la prueba de fuego para entender la madonnamanía. Más de 40 conciertos por todo el país, con los Beastie Boys como teloneros, y llenos consecutivos en todas sus noches en Nueva York. Y una cobertura periodística, en prensa o televisión, que se hace eco de las colas de jóvenes vestidos como ella, chicos y chicas cubiertos de encaje, con rosarios y crucifijos. Se llegó a filmar, con su correspondiente versión comercial, en VHS por supuesto. Como muestra de lo que aquello supuso al alcance de cualquiera que no tenga un reproductor de video está el videoclip de Dress you up.

En esa canción, la artista le cuenta a su objeto de deseo que le va a vestir con su amor, pero se sobreentiende que la que paga la ropa es ella y que se la pone a él en una especie de ceremonia de dominación que vuelve a confirmar la presencia de una mujer fuerte y que tiene el control. Porque pocas cosas fueron tan importantes para la creación del mito Madonna como el look: lencería de encaje a la vista, tops recortados con tijeras, mezcla de prints, rosarios a modo de collares, cruces colgando de todas partes, cinturones anchos y sobre todo ese inconfundible rubio teñido con las raíces negras y muy evidentes. Todo lo que una chica bien no debía hacer, Madonna lo reivindicaba como suyo. Provocación, hipersexualización, blasfemia. Los conceptos básicos de Madonna expresados a primera vista. En ningún sitio se muestra mejor que en la portada del disco fotografiada por Steven Meisel, con el que sigue colaborando a día de hoy y que la convierte en un icono iluminado como las grandes divas del Hollywood en blanco y negro.

Con su aspecto, Madonna estaba chupando de las comunidades latinas y gays con las que había convivido en los clubs de baile de Nueva York. Eran ellos quienes se vestían en tiendas de segunda mano porque no se podían permitir otra cosa, los que venían de culturas hiper religiosas, los que no tenían para una buena peluquería y les teñía una amiga en el baño. Pero la que es capaz de aunar todo eso y sintetizarlo en una sola imagen fue ella. Desde Romy & Michelle hasta hoy, si una película o serie de TV quiere mostrar una chica de los 80, la viste de Madonna.

Madonna en los años 80. / ARCHIVO

Like a Virgin de Madonna fue un éxito comercial y un fenómeno cultural en todo el planeta. Hordas de chicas vestidas como ella, padres escandalizados, más de veinte millones de discos vendidos. El inicio de una carrera que marcaría la musica pop durante los siguientes 40 años. Un personaje público que cambiaría con las décadas pero que mantendrá su fidelidad a los conceptos básicos de mujer fuerte, individualidad frente a la sociedad, reivindicación de lo emocional y oposición a la hipocresía. Todo envuelto en esa nueva música concebida para bailar que vino a ocupar el espacio simbólico entre los jóvenes que hasta entonces había tenido el rock.

A los críticos el disco no les gustó demasiado. Alabaron la producción, pero en general se quejaban de que Madonna gritaba demasiado, que buscaba la provocación fácil o que no había nada debajo de su gusto por el escándalo. Al releer ahora aquellos textos el nivel de paternalismo resulta sonrojarte. El álbum fue un éxito de ventas, se convirtió en un fenómeno cultural y la lanzó al estrellato a un nivel que ninguna otra mujer había alcanzado antes. Escuchar hoy, sigue resultando igual de fresco, elegante y muy, muy bailable.

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