El último vals de Sabina: diatriba que no

Venimos de la bruja y la princesa, de Tirso de Molina, de Sol y de Gran Vía, de follarnos al bies a una amante siamesa, de patear calle Melancolía. Venimos del suburbio y del palacio, de Quevedo y Vallejo y Viceversa, venimos de correr para ir despacio, de ser al mismo tiempo un yonqui en Lavapiés y el Sha de Persia. Venimos a la fuerza y era maña lo que piden la noche y sus ujieres para intentar reinar en Malasaña y ser por fin el rey de las mujeres.

De la canción más hermosa del mundo, de regalar las bocas que eran nuestras, de apadrinar piratas errabundos, de ser gallitos y perder las crestas. Venimos de don Krahe, del verso con dos yemas, como el huevo que viene con sorpresa, de amores que van a dar al mar y dan en poemas, de la rubia platino que te besa. Venimos, hay que ver qué viejos somos, de la ruleta rusa con pistola, de dejar sin terminar el álbum de los cromos, telespañolitos de la tele de don Tola.

Mas, ay Joaquín, Joaking de la Selva Lacandona, sin agua y ya reseco el pozo de tu estro –así lo juraste a Motos y a Ana Rosa, a Bertín, a Terelu, a la guardia civil de los cantantes–, saliste a hacer la compra al Mercadona lanzándole el anzuelo a siniestro, y a diestro también por ver si en sus estonterías encontrabas estribillos fetenes, metáforas de ensueño para sus señorías, jaculatorias, salmos, padresnuestros y amenes: de saldo, mortadela de aceituna trajiste, la tuna de Económicas, una crema antiedad, pío pío para pedir alpiste y la claves de sol, de fa, de mí, de Simbad.

Pensaste que a tu obra Leiva bien pastar en otros prados nemorosos, que en lugar de disparos en la sien serían convenientes unos versos porosos. Y entonces te colaron por sonetos lo que eran simplemente vulgares sonsonetes. Pediste solomillo y eran cheetos, no eran Dante –no daban–: sí vulgares Petetes. De su libro sacó la huera poetumbre elegantes fórmulas magistrales, en vez de incendiar con buena lumbre, nos entretuviste con exhaustos madrigales.

No creas que hay reproche en el rimado. A tu vera seguimos contra viento y marea. Escogemos tirar de nuevo el dado y seguir en el ring esta pelea. Verás que solo quiero mostrarte el sarpullido, la leve irritación, el eccema, la urticaria, que acaece cuando se nos ha ido, derechito al sumidero, el talento a causa detanta voz vicaria. No hay reproche, seguimos en la brecha. Que tanta desazón, entre muy bastante y mucha, no impide que la labor haya de estar bien hecha: voy a romper por ti una vez más la hucha. 

Voy a meter cien pavos en tu cuenta, lo que vale la entrada del concierto en A Coruña o el Wizzin. Alimenta tu voz –que ya no es voz– con pulso cierto lo que fui, lo que anhelé, lo que pude haber sido. Si hay que bailar un último vals, que no se diga que no te voy a dar lo que yo a ti te pido: ‘Save the last dance for me’. Que viene a significar, más o menos, gracias por lo que nos has dado.

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